24 dic 2019

Resumen de lectura 2019


Cuánto extraño mi biblioteca, cuánto… Después de extrañar a cada segundo a mi hijo, a mi familia y amigos, la biblioteca le sigue en ese preciso orden. He querido citar a algunos autores, sé que tomé notas, sé que subrayé, pero los libros están allá, lejos, a más de 5.000 kilómetros de distancia y prefiero dejar pasar lo que pudo ser una cita memorable. He querido releer uno que otro libro, pero están allá, en ese lugar sagrado de mi casa para leer. He querido leer un libro que compré y quedó intacto, nuevo, en su papel de protección, allá, en la biblioteca de la sala o de mi cuarto, más cuando lo veo en una librería por estos predios y cuesta un realero (aquí dirían un “luquero”). Pero mi juguete favorito ha dado la talla, mi súper Kindle que también ha soportado frío y calor. Fueron sesenta (60) libros, nada mal para estar trabajando un promedio de doce horas al día. Así que aquí va mi resumen de lectura 2019:


  1. Seda, Alessandro Baricco (relectura).
  2. La librería ambulante, Christopher Morley.
  3. Siete cuentos morales, J.M. Coetzee.
  4. El librero, Roald Dahl.
  5. La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, Santiago Posteguillo
  6. Doce cuentos peregrinos, Gabriel García Márquez (relectura)
  7. Una librería en Berlín, Francoise Frenkel.
  8. Una novela criminal, Jorge Volpi.
  9. España, aparta de mí estos premios, Fernando Iwasaki.
  10. Sostiene Pereira, Antonio Tabucchi (relectura).
  11. Échame el cuento de Drácula, Brigitte Monteiro.
  12. La utilidad de lo inútil, Nuccio Ordine.
  13. NOS4A2, Joe Hill.
  14. Tierras de poniente, J.M. Coetzee.
  15. El hombre en busca de sentido, Viktor E. Frankl.
  16. Más maldito karma, David Safier.
  17. Mac y su contratiempo, Enrique Vila-Matas.
  18. El hombre de los dados, Luke Rhinehart.
  19. Catedral, Raymond Carver.
  20. De qué hablamos cuando hablamos de amor, Raymond Carver.
  21. Fahrenheit 451, Ray Bradbury (relectura).
  22. Según pasan los años, Israel Centeno.
  23. La caja de botones de Gwendy, Stephen King y Richard Chizmar.
  24. Mujeres que matan, Alberto Barrera Tyszka.
  25. Animales domésticos, Alejandra Costamagna.
  26. Diario en ruinas, Ana Teresa Torres.
  27. Qué vergüenza, Paulina Flores.
  28. Terror, varios autores.
  29. No leer, Alejandro Zambra.
  30. Manual para mujeres de la limpieza, Lucía Berlin.
  31. El complot, Israel Centeno.
  32. Últimas palabras de Yukio Mishima, Takashi Furubayashi, Hideo Kobayashi.
  33. La reina Isabel cantaba rancheras, Hernán Rivera Letelier.
  34. El núcleo del disturbio, Samanta Schweblin.
  35. El punto ciego, Javier Cercas.
  36. Un taxi hasta tus brazos, Arnoldo Rosas.
  37. Esta bruma insensata, Enrique Vila-Matas.
  38. El matrimonio de los peces rojos, Guadalupe Nettel.
  39. La lámpara maravillosa, Ramón del Valle Inclán.
  40. Manos de lumbre, Alberto Chimal.
  41. La belleza del marido, Anne Carson.
  42. Dietario voluble, Enrique Vila-Matas.
  43. El escritor de epitafios, Hernán Rivera Letelier.
  44. Profanaciones, Giorgio Agamben.
  45. Tráeme tu amor y otros relatos, Charles Bukowski.
  46. Diario de un mal año, J.M. Coetzee.
  47. Los cielos de curumo, Juan Carlos Chirinos.
  48. Foe, J.M. Coetzee.
  49. Factotum, Charles Bukowski.
  50. Tema libre, Alejandro Zambra.
  51. Serototina, Michel Houellebecq.
  52. El cuarto de los temblores, Jacqueline Goldberg.
  53. Música de cañerías, Charles Bukowski.
  54. Pájaros en la boca, Samanta Schweblin.
  55. Aquella noche, Cristina Peri Rossi.
  56. Un caballero en Moscú, Amor Towles.
  57. Destellos acuosos, Yhonais Lémus.
  58. Los peligros de fumar en la cama, Mariana Enríquez.
  59. Broadway-Lafayette, Pedro Plaza Salvati (en curso, pero antes del 31 lo termino).
  60. El año del pensamiento mágico, Joan Didion (idem).

18 jun 2019

Manual para mujeres de la limpieza

Por Brigitte Monteiro.

Para los lectores se hace complicado elegir una nueva lectura, hay que seleccionar entre: los libros que queremos leer, los que te recomiendan colegas lectores, los que son recomendados por otro libro, los que ves en las librerías, los que son reseñados en el periódico y las redes sociales, los que ves en la página de novedades de la que descargas libros, en fin, hay muchas opciones.
Elegimos siempre con la esperanza de disfrutarlo, pero no hay mayor recompensa que la sorpresa.
Debo confesar que hace casi dos años que tenía el gusanillo por leer este libro, pero por alguna razón lo había relegado fuera de mi lista de prioridades. 
Al fin, el domingo en la mañana arropada en el sofá, a 2º C terminé de leerlo. 
Quedé en shock, gratamente sorprendida. Impresionada, boquiabierta. No he parado de hablar sobre estos relatos.
Lucia Berlin es mi descubrimiento este año, quedé fascinada.
La naturalidad de la prosa no busca esconder ni darle poesía a la miseria humana. 
Tampoco son relatos cargados de pretensiones morales, son relatos provistos de la más pura realidad.
El humor negro, el sarcasmo y la irreverencia son la constante en estos relatos que inevitablemente llevan al recuerdo de Carver, Estos relatos nos muestran retazos de su impredecible vida, nos muestran personajes sórdidos e ingeniosos, creo que esta lectura es terapéutica, confieso que lo estuve leyendo durante mi jornada laboral y no sentí un ápice de culpa. Lucia Berlín sí que es un fenómeno literario. 
Puedo mencionar entre mis favoritos: 
1. Estrellas y santos
2. Melina
3.Atracción sexual
4. Luto
5. Una aventura amorosa
6. Carmen 
7. Mamá 
8. Mijito
Y mención aparte para " La vie en rose" porque tiene como escenario Pucón, este pueblo gobernado por volcanes en la geografía chilena, al que ahora llamo hogar. 
Cuando intento relacionar a Lucia Berlin con otros autores que he leído vienen a mi mente Carver, Palahniuk, Hubert Selby Jr, Irwine Welsh y Brett Easton Ellis. No es un libro para mojigatos,es una joya y recomiendo su lectura acompañada de un buen trago de vodka.

13 mar 2019

Doce hombres a caballo, una mirada por Heberto José Borjas


Tomado de Letralia.com

Las dos primeras publicaciones de Jason Maldonado fueron libros de poesía. Emprendió en narrativa con la novela Verde que me muero (2014) y transcurrieron casi cinco años hasta que publicó una compilación de relatos que estuvieron hibernando por años en aquella dimensión donde perviven los manuscritos inéditos hasta adquirir la forma final que se puede leer en Doce hombres a caballo, editado por FB Libros en diciembre de 2018. La obra en cuestión es un hermano menor (por su reciente data, no por su calidad, que quede claro) que se parece al mayor, pero sin ser una repetición de la fórmula que hizo de Verde que me muero una novela solvente. Si un lector se enfrentase a ambos textos sin saber quién es el autor, bien podría concluir que es el mismo, teniendo claro que una novela y un libro de cuentos son creaciones conceptualmente diferentes. Entonces, si un narrador es capaz de dejar patente en dos obras distintas una voz definida y singular que les ponga sello de origen y que no dé lugar a dudas, nos encontramos ante alguien que demuestra maña y madurez en un oficio tan volátil como lo es el de contar historias. Eso, sin temor a parecer cursi, es admirable, es lo que los narradores están llamados a encontrar para hacerse de una estrella con su nombre en el firmamento literario.
Desde la primera historia, el libro deja un regusto a barriada caliente, con inevitables referencias coloquiales y descripciones de ambientes que harían palidecer a quien no los haya visitado.
Que un libro de cuentos utilice personajes que son principales en unas historias y los presente como secundarios o meras referencias en otras hace pensar que Doce hombres a caballo pudo haber funcionado como una novela coral. Ignoro si tal consideración pasó por la mente del autor durante la concepción. De todos modos la obvia cosificación de ciertos personajes que van y vienen habla de una intención deliberada de retar la atención del lector, quién deberá armar los hechos para establecer las líneas cronológicas y dramatúrgicas que unen a Pega Camacho con Alan Brito, a Carlota con Rufino y con El Enano, apenas algunos de los arquetipos demasiado humanos que alardea el libro, ubicados aquí y allá entre las páginas para que no los olvidemos del todo al final del relato que los presenta por primera vez. Como en la fallida serie Touch, del productor Tim Kring (si, el mismo que produjo Héroes), la premisa de que todos los seres humanos estamos conectados es una punta de lanza con la que Maldonado nos transmite que sabe manejar estructuras más complejas que la narración lineal. Aquí el autor se supera en el uso del humor fino y del sarcasmo para describir y a la vez burlarse de sus personajes y/o del patetismo de los lances que experimentan. Al respecto hace recordar el tono de Alfredo Bryce Echenique en Dos señoras conversan o en La amigdalitis de Tarzán, donde el maestro peruano nos saca una risa aun en situaciones que, vistas por medio de una cámara, serían intrascendentes, pero que se tornan hilarantes y perdurables en la memoria gracias a la alquimia de la palabra escrita.
Desde la primera historia, el libro deja un regusto a barriada caliente, con inevitables referencias coloquiales y descripciones de ambientes que harían palidecer a quien no los haya visitado. La cotidianidad narrada no tiene nada que envidiarle en intensidad y creatividad a aquellos libros que se han atrevido a hacer del neologismo, del lenguaje de la calle o de la vida real un estilo tan digno de respeto como cualquier otro. Quién sabe si es un involuntario guiño o tributo a ese clásico de las letras venezolanas de los años noventa, Salsa y control, de José Roberto Duque, que aborda estéticamente y sin miramientos el quehacer diario y el estilo lingüístico de los cerros caraqueños.
El relato “Cleobaldo Bídente” deleitará a los lectores que aman leer sobre metaliteratura (es quizás uno de los tres mejores cuentos de la obra): un personaje ficticio narra la epopeya de su participación en un concurso literario. El capítulo llamado “Llave 13” alude a esas vivencias imborrables de la infancia, a las anécdotas que nos marcan por años y las que le damos salida a través de las cualidades ilimitadas de la prosa. “Pega Camacho” cuenta a un personaje de esos que desprenden un raro magnetismo que nos hace ponernos de su lado. “Alan Brito” es la historia de una tensa partida de basquetbol donde un jugador del equipo ganador, un guapetón de barrio de condición libérrima y malos modales, sufre una mala pasada del destino ante malos perdedores. En “El padre Orángel” un sacerdote revive en la memoria un episodio libidinoso con una monja mientras al otro lado del confesionario Hirdenia le cuenta de sus pecados carnales con un hombre ajeno. Y esto es sólo una muestra de la galería de peculiares vicisitudes por las cuales pasan los protagonistas del libro.
Doce hombres a caballo se antoja no como el puñetazo en la panza de alguien furioso que nos reprocha nuestras fallas culturales, sino como la palmadita suave en la mejilla de alguien sonriente que nos dice con ironía: “Que no se te olvide que así somos”.
Sería mezquino pasar por alto el relato llamado “Coca”, que cierra la obra, en el cual Maldonado nos da testimonio de la degeneración del mundo y de Caracas, desde la perspectiva de un ente maligno que funge como acomodador del destino, al extremo de asemejarla con Comala, la ciudad fantasma de Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Y este es un rasgo inevitable en la narrativa venezolana en este casi primer quinto del siglo XXI: la denuncia de la destrucción de la venezolanidad como resultado de la inobservancia de la ley, de las malsanas prácticas gubernamentales, de la lucha por la supervivencia, del desprecio a la solidaridad que motiva la búsqueda del bienestar individual. El glosario de razones es extenso, pero al final del día el autor, en este relato largo, prácticamente una nouvelle, deja testimonio del dolor y la rabia con que se ha atestiguado el desmedro del suelo natal y nos propone una motivación más metafísica (pero no por eso absurda) del descalabro actual de la mencionada capital.
Hay tantos rasgos del gentilicio venezolano y latinoamericano mostrados con delicadeza y buen gusto (el hipismo, los míticos parientes que parecen sacados de libros de fantasía, nuestra violencia intrínseca, la arrogancia del hombre que ejerce una posición de poder) que Doce hombres a caballo se antoja no como el puñetazo en la panza de alguien furioso que nos reprocha nuestras fallas culturales, sino como la palmadita suave en la mejilla de alguien sonriente que nos dice con ironía: “Que no se te olvide que así somos”.