Volver a la historia es y será siempre necesario. De una u otra manera aquellos hechos que marcaron pauta en cualquier ámbito de la vida, repercuten hoy día en nuestro presente, tal vez de modo silente, pero contundentemente en algunos casos; y en otros, de manera evidente, como sería el caso de la ciencia desde el punto de vista farmacéutico por dar un sencillo ejemplo.
Lo que sería el aspecto cultural desde una perspectiva histórica, pero segmentando aún más lo que la cultura en sí abarca y llegando a lo que nos interesa, las lecturas y sus lectores, cómo se formaron, cuáles fueron los primeros textos en llegar a manos de la gente y todo lo que de allí se generó, está bien retratado en Las tramas de los lectores, Estrategias de la modernización cultural en Venezuela (siglo XIX), de Paulette Silva Beauregard.
En este ensayo la autora vuelve a los hechos, a las situaciones que dieron origen a los primeros lectores del país, a las estrategias que las incipientes editoriales utilizaron para llamar la atención de un público potencial que a finales del siglo XIX, aún sentía el rigor de una Venezuela post-colonial y apenas recién independizada. Nace así la inquietud de los creadores porque se les reconozca su trabajo (antes se le llamaba “Propiedad Literaria”, que no “intelectual), de los que veían en la imprenta una posibilidad para mejor la calidad de vida y, claro está, de hacer negocio, situación que sin duda alguna dio paso al proceso formador de lectores en el país.
En el mismo orden de ideas, la investigación realizada por Silva Beauregard, ofrece una mirada sobre aquellos primeros textos fundamentales para lo que fue llamado “la epidemia lectora” del momento, pasando por la emblemática Gaceta de Caracas cuyo primer redactor fue Andrés Bello, hasta pasarse por libros religiosos, tales como el Flos Sanctorum, libros que fueron prohibidos en la ciudad de Caracas, folletines y revistas ilustradas. Textos que, de una u otra manera, incentivaron la lectura y generaron un proceso de laicización de la misma, tal como la propia autora señala, en un contexto en donde hasta los obispos manejaron redes de poder en cuanto a redacción se trata, e incluso, creando redes clandestinas de poder para llevar a la imprenta determinados textos.
Las tramas de los lectores es un minucioso ensayo que se bandea en el delgado límite de lo literario con lo sociológico, tomando en cuenta las repercusiones que tuvo la llegada de la imprenta al país, en un momento en que las novelas eran consideradas –y tal vez sigan siendo– un vehículo educativo y de formación, que además, llevaron consigo una carga democratizadora en tiempos cuyo dilema fundamental fue cómo crear y estimular un público lector.
Para mayor referencia del libro, el mismo fue ganador del VII Concurso Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana del 2007. Bien merecido.
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