Massaua es una historia que convence, no tanto por estar basada en
hechos reales, lo cual ya le da un cariz de verosimilitud importante, sino
porque dentro de su mundo ficcional y narrativo, se mezclan elementos que
atrapan la lectura de principio a fin. Podemos hablar de Massaua como una novela histórica, pero también como un texto de
aventura, de viaje o de crónica. Me resultó imposible no hacer el paralelismo
entre Ismael, el entrañable personaje de la novela de Melville, Moby Dick, con el personaje principal que lleva el hilo conductor
de Massaua, “el roblero”: ambos
inexpertos, ambos un tanto timoratos pero deseosos ante la idea de un primer
viaje en barco y sus nulos conocimientos al respecto, el primero como pescador
de ballenas, y el segundo, como buzo pescador de ostras.
La novela ofrece de entrada un
enigma y es el hecho de querer descubrir a quién le habla el roblero a medida
que comienza la aventura de dieciocho hombres que, embaucados, no van a su
destino final que es en la India, buscando las perlas más hermosas del planeta,
sino a Massaua, un pueblo costero de Eritrea en la costa oriental de África, en
donde todo es aridez, penurias y está por estallar la primera bomba en la
guerra Italo-Abisinia. Allí comienzan a vivir un prolongado y desesperante Vía crucis
por sobrevivir, mientras el sueño latente de hacerse ricos los mantiene en pie
a pesar del hambre y la miseria.
El elemento religioso no puede
faltar en una novela en donde sus personajes son todos devotos de la Virgen del
Valle. La fe ciega en la patrona los mantiene de buen ánimo, a ella se
encomiendan ante el fracaso y el extravío para que con su gracia divina los
saque del atolladero. El roblero también
cree en ella, pero también le reza a una foto maltrecha con la figura de su
madre, muerta de manera terrible y accidental bajo una cruenta tormenta en la
isla de margarita. Habla con ella, discute y en más de una ocasión, la imagen
lo intimida tal como lo hacía cuando estaba viva.
Massaua lleva en sus páginas también, el típico humor que
caracteriza al gentilicio margariteño. Aquí están las palabras, los modismos,
la manera de hablar tan particular de su gente, con la ventaja de que por
escrito, se entiende perfectamente. Las chanzas no cesan entre los aventureros
de Pampatar, Juan Griego y Porlamar, en contra del único representante de Los
Robles. Lo tildan de tramposo y malamañoso, pero irónicamente -estrategia del
autor-, no hay personaje más noble e ingenuo que el roblero.
Arnoldo Rosas emplea en su obra,
además, un léxico dentro de los personajes que nace de la pasión por el
beisbol: el estás ponchao, el te tienen en tres y dos, por nombrar unos pocos,
o la comparación de la fuerza del ciclón del 33 con un poderoso pitcher;
enriquece el contexto narrativo con una ingente cantidad de refranes para
generar ese ambiente desenfadado en medio de la debacle: “El que bebe agua en tapara y se casa en
tierra ajena, no sabe si el agua es clara o si la mujer es buena”; “Más
caliente que plancha de chino”; “todos los días nace un venado y consigue quien
lo cace” o “Más vale un diablo de oro, que un Cristo de plata”.
Las referencias literarias que
acompañan la lectura y el recorrido de estos aventureros, también forman parte
de esta travesía. No puedo dejar de mencionar a Manuel Díaz Rodríguez, Arturo
Uslar Pietri, Miguel Otero Silva y a Julio Garmendia, quien tiene un rol
importante dentro de la trama gracias a su Tienda
de muñecos, libro que es casi un personaje más dentro de la historia, texto
que mimetiza el estado físico del roblero: así como está de destruido, casi en
harapos, así está el texto: amarrillento, sucio, maltratado. No obstante, en muchas ocasiones, son los
cuentos de Garmendia lo que levanta el ánimo de los dieciocho y despedazados
marineros, atentos a la anécdota, que en voz del roblero, cobra vida.
Por último y no menos importante,
la música, la gastronomía (incluyendo un listado de los pescados más comunes en
la mesa margariteña), los paisajes, la naturaleza, y otros aspectos más, están
destacados en Massaua. Sorprende,
además, la ferviente admiración que el roblero le profesa a Juan Vicente Gómez,
pero esto es otro de los guiños que Arnoldo Rosas coloca en el texto para que
sea el lector quien descifre el por qué de semejante adoración (si es que la
hay). Massaua está pletórica de
anécdotas e incógnitas, en donde todas cierran con su respuesta o desenlace,
excepto una que por misteriosa, te deja con ganas de seguir leyendo más. La
intención de generar entusiasmo en el lector está sembrada desde la primera
página. Es un texto de quinientas páginas que jamás decae en el ritmo, aunque
con unas cuantas hojas menos creo que el resultado hubiera sido igual de bueno.
Les invito a sumarse a la lectura, no se arrepentirán.
2 comentarios:
Particular manera de tentar, sin duda provoca viajar junto a principiantes marineros y experimentar inquietantes situaciones.
Bonita Portada.
Lectura pendiente.
Abrazos
Hola,
Me llamo Mélanie Fusaro y sigo su blog. Vivo en Francia y acompaño la realidad política y cultural de América Latina principalmente a través de blogs como el suyo, donde encuentro análisis más originales e imparciales que las de la prensa comercial.
Estoy en este momento lanzando el proyecto de un blog en francés que traerá diferentes debates latinoamericanos al público francófono por medio de textos como los que Ud escribe, traducidos al francés (soy traductora profesional). Me gustaría entonces entrar en contacto con Ud para presentarle una propuesta de republicación de sus posts. Le pido amablemente que me escriba al e-mail: melanie_fusaro@hotmail.com para que le envíe más detalles. Espero su respuesta. Muchas gracias y saludos,
Mélanie Fusaro
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