Si usted llegó hasta estas líneas fue por casualidad o curiosidad. Quizás sea algún conocido que de pronto se preguntó: ¿Qué será de la vida de…? Y llegó hasta aquí. A diferencia de los demás textos que he publicado a lo largo de los años en PYE, éste es el único que no compartí a través de las redes sociales, lo que supone e implicaría menos visitas y, por tanto, menos lecturas. Y es que me di un descanso necesario de la toxicidad de dichas redes, no al punto de eliminar mis cuentas porque sé que en algún momento las retomaré, sino simplemente las desinstalé del celular, ¿y saben qué? Qué maravilla. Es pertinente alejarse un poco de tanto mundo perfecto, de tanto divismo, destacadas egotecas y fatuas vanidades.
En febrero de este año que está por terminar, mi madre decidió mudarse al otro barrio, como diría Rubén Blades, y esto trajo a mi espiritualidad un derrumbe emocional tremendo con el que lidio todos los días, todos los días, todos los días. Lo reitero porque ha sido así, no exagero. La tristeza, la impotencia y el dolor de no haber podido acompañarla en sus últimos días es algo que me marcó para siempre. Viviré con ello como un estigma hasta que me toque el turno a mí y no tenga que pensar en ello. El retorno a Venezuela, ya sea por ir a visitar o porque decidamos quedarnos de nuevo, implica para mí llegar a otro destino nuevo, porque con su muerte se llevó lo poquito de hogar que quedaba y al no tener hogar me transformé inmediatamente en un eterno migrante. Mi hogar ya no está allá, está conmigo, mi esposa y mi hijo pequeño a donde quiera que vayamos. Pero aquél de los recuerdos, de la memoria, ya fue.
Al margen de todo lo dicho anteriormente, sigo escribiendo, no puedo evitarlo aunque quisiera. Eso sí, leí mucho más que el año pasado, de hecho dupliqué y un poco más, la cantidad de libros que a mí llegaron tanto en físico como digital. Me di un verdadero banquete con los libros del maestro José Balza y Victoria de Stefano, entre tantos otros libros de autores venezolanos y de otros países. Además tuve la suerte de ver el conmovedor documental sobre Armando Rojas Guardia, el cual me atreví a reseñar como si de un libro se tratara, lo pueden leer en www.thewynwoodtimes.com Bueno, si es que alguien pasa por estos escombros. Amén de todo lo dicho, aquí están mis libros leídos en 2023:
Libro del desasosiego. Fernando Pessoa (relectura)
Montevideo. Enrique Vila-Matas
El polaco. J.M. Coetzee
Ve a comprar cigarrillos y desaparece. Karl Krispin
La soledad de los números primos. Paolo Giordano
Si yo fuera Pedro Infante. Eduardo Liendo (relectura)
Cuentos completos. Truman Capote
Largo. José Balza
La mano segadora. Luis Pérez Oramas
Rojo prodigio. Ophir Alviárez
Los muertos. Alvaro Bisama
Elizabeth Finch. Julian Barnes
El peligro de estar cuerda. Rosa Montero
Gramática del alucinado. Hésnor Rivera
Crónica del desamor. Rosa Montero
Ustedes brillan en lo oscuro. Liliana Colanzi
El gran vallenato. Joaquín Ortega
Zen en el arte de escribir. Ray Bradbury
Terredad. Eugenio Montejo (relectura)
La loca de la casa. Rosa Montero
Lo que trae el relámpago. Esdras Parra
La trastienda de la escritura. Liliana Heker
Magdalena en Ginebra. Carmen Verde Arocha
Tuberías. Etgar Keret
Percusión. José Balza
Autobiografía. José Luis Peixoto
Truenan alcanfores. Arnaldo Jiménez
Antología poética. Armando Rojas Guardia (relectura)
Tu muerte es mi vida. Lesbia Quintero
La chica que amaba a Tom Gordon. Stephen King
Varamo. César Aira
Cuentos orientales. Margueritte Yourcenar
Vamos, venimos. Victoria de Stefano
Siete casas vacías. Samantha Schweblin
Éxodo. Alberto Hernández
Cuentos completos. Amy Hempel
Cuestiones candentes. Margaret Atwood
Que levante mi mano quien crea en telequinesis. Kurt Vonnegut
Matadero cinco. Kurt Vonnegut
Vaca sagrada. Diamela Eltit
La isla de la infancia. Karl Ove Knausgard
Bailando en la oscuridad. Karl Ove Knausgard
Una vocación imposible. Juan José Millás
Tiene que llover. Karl Ove Knaurgard
Últimos fuegos. Alejandra Costamagna
Plegarias para pirómanos. Eloy Tizón
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