De niño lo que más me aterraba al irme a la cama era que me apareciera Drácula. Esperando su inminente presencia, bien sea con su capa negra o en forma de murciélago, me cubría todo el cuerpo hasta sofocarme y quedarme dormido bañado en mi propio sudor. Esa especie de masoquismo infantil me llevó a ver la inolvidable versión del temible príncipe de las tinieblas encarnado por Christopher Lee una y otra vez, y claro, ver a Béla Lugosi y un sinfín de versiones, incluyendo una que se hiciera en Venezuela a cargo de Raúl Amundaray.
Lo cierto es que vi unas cuantas películas del género pero sin leer nunca el clásico del irlandés Bram Stoker y que desde siempre lo he tenido como una deuda de lectura en mi lista infinita de libros pendientes. Luego sucede que irrumpe con un boom inmenso toda la saga vampírica de Stephenie Meyer, comparable a la ocasionada por Harry Potter. Llegan a mis oídos comentarios maravillosos de todos los adolescentes, sin excepción, sobre Crepúsculo y los siguientes libros, demostrando que ese germen por la lectura que sembrara J. K. Rowling, diera sus frutos en beneficio de los propios lectores y de los escritores que abordaran temas variopintos, pero más aún, si de colmillos, sangre y hormonas adolescentes se trata. No he leído los libros de Meyer, más sí he visto las dos adaptaciones al cine: la primera, bien para pasar el rato y escuchar los infinitos suspiros de las adolescentes en la sala del cine; la segunda, un completo aburrimiento. Los lectores de la saga me aclaran que “nada qué ver con los libros, son superiores”. Qué bueno.
Paso así a leer mi primer texto vampírico recreado por la colombiana Carolina Andújar, Vampyr, bajo la agradable influencia de la editorial que me garantiza cerro arrepentimiento. Después de leído, lo reitero, la lectura es envolvente y te sumerge en una serie de situaciones que rememoran lo más clásico de la literatura vampiresca, al menos con la idea y el recuerdo que tengo de las películas del terrible conde Drácula. El ambiente recreado, los lugares, los nombres de los personajes y otros espeluznantes elementos, dan fe de esto. Me atrevo a comparar, no con ánimos despectivos, lo que recuerdo entre los jóvenes protagonistas de Meyer y todo lo que sucede en la gran pantalla (que por ahora funge para mí como el libro), con el texto de Andújar, y puedo decir que ese elemento gótico presente en Vampyr, supera con creces el imaginario vampírico que hay en Crepúsculo y sus secuelas. Insisto que no quiero desacreditar al referido texto, sólo dar una opinión con respecto a lo que como lector esperaría de un libro plagado de vampiros, cruces y agua bendita. Dicho de otra manera, son estilos totalmente diferentes, mientras el primero va en una onda más actualizada y moderna de lo que pudiera esperarse de unos vampiros siglo XXI, con carros deportivos y tecnología digital de primera, el segundo, Vampyr, va tras las pistas de la reminiscencia de lo que siempre fue este género literario, recuperando la esencia creativa que Stoker dejó con su pluma.
Martina Sékely es la encargada de adentrarnos en este oscuro mundo de vampiros cuando apenas acaba de llegar a su mayoría de edad, junto a su inseparable amiga Carmen Miranda. Comienzan a suceder cosas extrañas en el elitesco colegio Saint-Marie tras la llegada de una enigmática alumna, Susana Strossner, la cual estará involucrada en los terribles acontecimientos que se desencadenarán a lo largo de toda la historia. Las muertes comienzan a causar pavor en el pueblo y “la peste negra” es la pantalla para cubrir lo que realmente estaba pasando.
En el desarrollo de la trama en Vampyr, otro elemento fundamental que le da ese matiz clásico antes mencionado y que sin duda es primordial para el devenir de varias situaciones dentro de la trama, es el aspecto epistolar que da soporte a la historia planteada por Andújar. Esto a la vez, da paso a otros personajes que terminarán siendo fundamentales para el desenlace de los hechos. No podía faltar, claro está, el incontenible amor entre los protagonistas, Martina y su misterioso protector, el cual le da un giro diferente a lo que pudiera ser un final predecible. Es el primer paso literario de la bogotana Carolina Andújar, dado con acierto dentro de la narrativa de misterio al mejor estilo clásico y con algunos toques de humor negro. Lectura entretenida.
Lo cierto es que vi unas cuantas películas del género pero sin leer nunca el clásico del irlandés Bram Stoker y que desde siempre lo he tenido como una deuda de lectura en mi lista infinita de libros pendientes. Luego sucede que irrumpe con un boom inmenso toda la saga vampírica de Stephenie Meyer, comparable a la ocasionada por Harry Potter. Llegan a mis oídos comentarios maravillosos de todos los adolescentes, sin excepción, sobre Crepúsculo y los siguientes libros, demostrando que ese germen por la lectura que sembrara J. K. Rowling, diera sus frutos en beneficio de los propios lectores y de los escritores que abordaran temas variopintos, pero más aún, si de colmillos, sangre y hormonas adolescentes se trata. No he leído los libros de Meyer, más sí he visto las dos adaptaciones al cine: la primera, bien para pasar el rato y escuchar los infinitos suspiros de las adolescentes en la sala del cine; la segunda, un completo aburrimiento. Los lectores de la saga me aclaran que “nada qué ver con los libros, son superiores”. Qué bueno.
Paso así a leer mi primer texto vampírico recreado por la colombiana Carolina Andújar, Vampyr, bajo la agradable influencia de la editorial que me garantiza cerro arrepentimiento. Después de leído, lo reitero, la lectura es envolvente y te sumerge en una serie de situaciones que rememoran lo más clásico de la literatura vampiresca, al menos con la idea y el recuerdo que tengo de las películas del terrible conde Drácula. El ambiente recreado, los lugares, los nombres de los personajes y otros espeluznantes elementos, dan fe de esto. Me atrevo a comparar, no con ánimos despectivos, lo que recuerdo entre los jóvenes protagonistas de Meyer y todo lo que sucede en la gran pantalla (que por ahora funge para mí como el libro), con el texto de Andújar, y puedo decir que ese elemento gótico presente en Vampyr, supera con creces el imaginario vampírico que hay en Crepúsculo y sus secuelas. Insisto que no quiero desacreditar al referido texto, sólo dar una opinión con respecto a lo que como lector esperaría de un libro plagado de vampiros, cruces y agua bendita. Dicho de otra manera, son estilos totalmente diferentes, mientras el primero va en una onda más actualizada y moderna de lo que pudiera esperarse de unos vampiros siglo XXI, con carros deportivos y tecnología digital de primera, el segundo, Vampyr, va tras las pistas de la reminiscencia de lo que siempre fue este género literario, recuperando la esencia creativa que Stoker dejó con su pluma.
Martina Sékely es la encargada de adentrarnos en este oscuro mundo de vampiros cuando apenas acaba de llegar a su mayoría de edad, junto a su inseparable amiga Carmen Miranda. Comienzan a suceder cosas extrañas en el elitesco colegio Saint-Marie tras la llegada de una enigmática alumna, Susana Strossner, la cual estará involucrada en los terribles acontecimientos que se desencadenarán a lo largo de toda la historia. Las muertes comienzan a causar pavor en el pueblo y “la peste negra” es la pantalla para cubrir lo que realmente estaba pasando.
En el desarrollo de la trama en Vampyr, otro elemento fundamental que le da ese matiz clásico antes mencionado y que sin duda es primordial para el devenir de varias situaciones dentro de la trama, es el aspecto epistolar que da soporte a la historia planteada por Andújar. Esto a la vez, da paso a otros personajes que terminarán siendo fundamentales para el desenlace de los hechos. No podía faltar, claro está, el incontenible amor entre los protagonistas, Martina y su misterioso protector, el cual le da un giro diferente a lo que pudiera ser un final predecible. Es el primer paso literario de la bogotana Carolina Andújar, dado con acierto dentro de la narrativa de misterio al mejor estilo clásico y con algunos toques de humor negro. Lectura entretenida.
1 comentario:
Te recomiendo una excelente película del director sueco Tomas Alfredson, se llama Let The Right One Come In. Su trama va en la tónica de romances adolescentes ( en este caso más bien pueriles) vampirescos, pero muy distinto -creo yo- a lo que se ve en crepúsculo y su secuela (las películas), menos empalagosa diría yo.
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