30 jun 2011

Novela de ajedrez

La medida más segura de toda fuerza

es la resistencia que vence.

Stefan Zweig

Era el año 1942 cuando Stefan Zweig, estando en Río de Janeiro, decide suicidarse junto a su esposa Lotte. La conmovedora y patética foto la pueden ver en Internet. Pero no es de muerte de lo que quiero hablar, sino de la considerada su novela más destacada: Novela de ajedrez. Para señalar ese grado de importancia que muchos especialistas refieren, necesariamente tendría que haber leído toda su obra y no es el caso. De hecho, es mi primera lectura sobre uno de los autores austríacos más importantes del siglo pasado.

Durante un viaje en barco desde Nueva York a Buenos Aires, se dan las acciones de esta brevísima novela que también pudiera leerse en tónica de cuento largo. Allí viaja el campeón mundial de ajedrez Mirko Czentovicz, que llevando semejante impronta, deja mucho que desear en cuanto a su metodología de juego. En el mismo barco también viaja McConnor, quien junto a su grupo de amigos, retan al campeón a un juego previamente pagado para que aquel acepte el inocuo desafío; el resultado pueden imaginárselo: el campeón hace de las suyas.

En una segunda partida, surge entre el público un desconocido que sugiere con cierto tacto y timidez algunas jugadas, que como corolario, trae un “Tablas” humillante al campeón. Quién es ese hombre, quién pudo lograr semejante hazaña: el Señor B, un perseguido de los Nazis que de espectador pasa a ser el contrincante de Czentovicz. Y es la historia de ese noble vienés lo que desata un impactante relato –no podía ser de otra manera. La prosa de Zweig sorprende, llega hasta los demonios más profundos del Señor B quien pasa meses de encierro y cuya implacable tortura no es más que la soledad y el reclusión.

En su infierno personal y como única herramienta para no dar el paso final hacia la locura, recuerda canciones y textos, amén de hacer cálculos como paliativo a ese aislamiento intelectual. Si hay una escena dura pero hermosa, en donde un personaje de ficción o no, desea un libro, es esta: Me acerque más y creí adivinar en el rectángulo de la deformación lo que contenía aquel bolsillo ensanchado: ¡un libro! Se me aflojaron las rodillas. Empecé a temblar. ¡Un libro! Durante cuatro meses no había tenido un libro en mis manos… Hechizados, mis ojos quedaron fijos en el pequeño abultamiento que aquel libro formaba en ese bolsillo.

Ese libro le salvó la vida, y sobre todo, la salud mental a Czentovicz. Esperaba otra cosa del texto, pero en medio de aquella implacable soledad un libro con cientos de jugadas de ajedrez, es mejor que nada. El Señor B aprende, deduce y juega consigo mismo; improvisa el tablero con la única sábana que tiene; se memoriza cada una de las jugadas al punto del aburrimiento en su claustro.

Llega así el tan esperado momento para que se vean las caras el campeón y su contendiente, el otrora víctima de la Gestapo. La condición fue hacer una sola partida y sin derecho a revancha, pero suceden cosas memorables en aquel enfrentamiento, que usted como buen lector, de seguro irá con sus torres, caballos, alfiles y demás piezas en mano, presto a descubrir con su lectura.

Jaque…mate!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Da gusto leer una reseña escrita por ti de un libro que he leído. Tampoco sé si es de sus mejores novelas. Yo me he leído esta y dos más, y de momento sí es la que màs me ha interesado, las otras, no demasiado. Pero me falta por leer las históricas, creo que esas igual desbancan incluso a ésta :D
Un abrazo, mi querido venezolano.