Cada vez que leo a Oscar Marcano me da la impresión de que algún truco tiene, que algún pacto tendrá con alguna entidad narrativa que clandestinamente le entrega las herramientas perfectas para construir sus historias, las cuales quedan retumbando en la memoria, tanto por sus imágenes, como por su precisa construcción relatora. Este es el caso –así como en Puntos de sutura y Sólo quiero que amanezca– de Cuartel de invierno.
Decir que es su más reciente publicación es cierto, ahí está, en el anaquel de las librerías. Pero más preciso sería decir que dicho texto inicialmente vio la luz pública hace quince años y fue producto de un fracaso, de un sinceramiento del propio autor consigo mismo sobre sus pocas facultades para la poesía (reitero, lo dijo el propio Marcano en la presentación del libro e incluso está escrito al principio del mismo). Mientras redacto esta brevísima reseña me viene a la memoria el hermoso poema de Rafael Cadenas titulado “Fracaso”, uno de mis favoritos, valga decir. Y es que después de asumir la derrota poética, después de quemar sus naves, la literatura venezolana perdió a un poeta pero ganó a un narrador fundamental.
El relato breve, el cuento y todas sus variantes, no pierden tiempo en ambages, miden milimétricamente las palabras para que no sobren y menos aún falten. Esto es lo que hace Oscar Marcano en su trabajo y la respuesta a ese enigma que llamé al principio como un “pacto” con quién sabe quién (o qué), está más que resuelto en el último relato de Cuartel de invierno, “No man’s land”, especie de ars narrativa del autor. Allí dice: “… porque estoy atado al suceso involuntario de redactar una y mil veces (pero si fuera una, pero si fueran mil las veces) el mismo relato…”. En otras palabras, es oficio, tiempo y terquedad; revisar una y mil veces lo escrito para dar con esa forma que jamás será perfecta, que jamás dará la satisfacción absoluta a un esteta de la palabra. “Algún día tengo que publicarlo, no?” –supongo que se dirá Marcano en su quehacer literario.
Cuartel de invierno está conformado por diecisiete relatos breves. Algunos de ellos se tornan un híbrido entre relato y ensayo, sin dejar por ello, el efecto esteticista que siempre busca el autor. Están los relatos “Festival”, el cual resulta emocionante, con un final que pudiera intuirse pero al fin de cuentas inesperado; “El doble”, la historia de un suicida que se ve a sí mismo mientras lo operan; “La culpa”, el fantasma de un aborto que persigue al personaje principal; “Teoría del nombre”, texto en donde el autor reflexiona –en parte– sobre el orden de los relatos en el libro (entre otros asuntos); “13-A”, un apartamento que controla a su inquilino; “Rana verde a pecesita azul”, estupendo cuento sobre el amor y la evolución humana, y otros relatos que por encima de las singulares situaciones, lo que destaca es la manera de contarlo.
Oscar Marcano se reafirma en su prosa como un excelso narrador cada vez que sale un libro suyo a la luz pública. Lo curioso en este caso particular es que son textos que ya bailan un vals quinceañero por su existencia, y supongo, que más temprano que tarde, tendremos el gusto de leer algún trabajo suyo de reciente hechura. A por él. Esperemos.
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