Este es el caso del libro homónimo del poeta Eleazar León, Rubayyats, lo cual me lleva a recordar, tanto de los encuentros casuales de pasillo o dentro del propio salón de clases, su palabra en muchas ocasiones rimada (asunto ya de su propia naturaleza) y la destreza con la que recitaba de memoria versos propios y ajenos. Comprendí con el tiempo que esa es la inmanencia del poeta, característica de quien se entrega a ese sagrado oficio de hacer poesía. En este poemario vemos desde el primero hasta el último rubayyat, un trabajo, una decantación de la palabra que se evidencia madura, sin ningún tipo de arrogancia. Tal vez para algunas generaciones más jóvenes que la de Eleazar, resulte algo anacrónico leer esta poesía perfectamente rimada y enmarcada en sus cuatro versos endecasílabos. No obstante, es una lectura necesaria para quienes le interesa la poesía, más allá de los muchos o pocos años que se tengan. Este poeta pertenece al panteón mayor de nuestra poesía venezolana, y Rubayyats, es un rescate, es volver a una tradición de siglos pero desde la palabra de un poeta del siglo XXI.
Leer poesía y en especial este poemario, más allá de las imágenes, metáforas y alegorías a las cuales remite, es un ejercicio de lectura que sobrepasa el necesario entendimiento para establecerse en un nivel superior al cognoscitivo. Por ello mismo, como bien dijo el propio Eleazar en la contraportada de Rubayyats, asumiendo este ejercicio poético como un “riesgo”, señala que lo hizo “…por soñar, por abandono de novedades que han extenuado las palabras…”.
Eleazar León partió físicamente en agosto de 2009, dejando un extenso legado poético que pueden hallar en medios físicos y virtuales, razón por la cual no me extiendo en recordar su bibliografía poética. No obstante, los invito a leer Rubayyats con los oídos muy abiertos, y escucharlos con ojos atentos, parafraseando a Octavio Paz en cuando a su manera de leer poesía. Son 317 rubayyats que van desde lo más delicado hasta lo más contundente de la palabra, y para aquellos que tuvimos la suerte de conocerlo, es escucharlo nuevamente.
Un mínimo aperitivo de Rubayyats:
No te diré perdóname. Si callo
es por decirte, amor, donde me hallo
con los labios más mudos del suplicio
que ya perdí la guerra que batallo.
1 comentario:
Vaya reseña. Creo que esconde una joyita. Ya lo creo que lo tendré en cuenta.
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