No sé si decir que Venezuela anda en moto o decir que Venezuela es una moto. Para los efectos de lo que voy a decir la metonimia creo que le va bien. Va en moto por su imprudencia, porque va en el canal rápido sin casco y en el mejor de los casos, lo lleva de adorno en el codo, que geográficamente se me antoja en la coyuntura de la “zona en reclamación”. ¿De verdad aún estamos reclamando ese inmenso pedazo de tierra? Tamaña insensatez si es así, puesto que con la tierra legítima –la que tenemos desde antaño –no hemos logrado mayor caso: caos y desidia aflora por doquier.
Y es que no solamente lleva el casco en el codo –o se cree moto –sino que, juega al zig-zag entre los demás habitantes para ver quién frena primero para darle paso hacia un rumbo incierto, porque en ocasiones, tal como puede notarse en la autopista y en las principales avenidas (las mismas que colapsan a toda hora) a veces va en sentido contrario: sin casco, de espaldas al futuro, como decimos aquí “comiéndose la flecha” y con una o más personas de parrilleros, que haciendo la analogía, serían esos países del combo bolivariano al cual el estado les da la mano, lo cual sería loable siempre y cuando nuestras prioridades, necesidades y problemas estuvieran resueltos. Bien dice el refrán “luz para la calle y oscuridad para la casa” (valga lo textual y lo simbólico).
Es una moto porque se estaciona donde sea, como sea y porque “me da la gana”, actitud típica de la mayoría de los motociclistas que recorren la ciudad, como un enjambre de avispas culonas que pueden picar a cualquiera que se les atraviese y pobre de aquellos que se atrevan a defenderse, puesto que la colmena motorizada no conoce de leyes y menos aún de diálogo. Venezuela es una moto por eso, entre otras cosas, porque su representante, el mismo que fue elegido por mayoría, cose y descose lo que tanto trabajo se ha ganado el ciudadano con su trabajo, llevándose por el medio cuanto protocolo ha creado la democracia para el beneficio de la sociedad y lograr con ello el tan necesario consenso en el que todos caben.
Echa humo de rabia, bastante –digo, Venezuela –tal vez por la impotencia de los que la queremos. Está contaminada, tanto por las motos o porque lamentablemente la sequía nos tiene locos a toditos y el olor a incendio forestal nos da los buenos días cada mañana y por si no lo han notado, nos acompaña por las noches, llenándonos de ese betún natural que puede verse en el piso de la casa, en el techo del carro o en la repisa de adornos en donde están las fotos de la familia.
Venezuela es una moto porque nos ha expropiado la tranquilidad de ir sentado en tu vehículo sin temor a que te roben, o si se es peatón, a que no te arrebaten lo que llevas en la mano y te adjunten un disparo en cualquier parte del cuerpo. Y es que el desagradable término, al menos para mí, ese de “expropiación”, más bien suena a robo, a trampa, a que si tú te partiste el lomo por muchos años, hoy puede venir cualquiera y decir esto es mío, así de fácil, como si tan sólo el país viajara en moto y con estirar la mano y a buena velocidad, te arranquen lo que llevas contigo. Incluso, parece que la expropiación llega a los linderos ortográficos, puesto que como ven en la foto, al autor le expropiaron la “V” y echó mano de sus recursos, y si le aplican lo mismo con la “B”, con la “G” y un pote de pintura también resuelve.
Y es que no solamente lleva el casco en el codo –o se cree moto –sino que, juega al zig-zag entre los demás habitantes para ver quién frena primero para darle paso hacia un rumbo incierto, porque en ocasiones, tal como puede notarse en la autopista y en las principales avenidas (las mismas que colapsan a toda hora) a veces va en sentido contrario: sin casco, de espaldas al futuro, como decimos aquí “comiéndose la flecha” y con una o más personas de parrilleros, que haciendo la analogía, serían esos países del combo bolivariano al cual el estado les da la mano, lo cual sería loable siempre y cuando nuestras prioridades, necesidades y problemas estuvieran resueltos. Bien dice el refrán “luz para la calle y oscuridad para la casa” (valga lo textual y lo simbólico).
Es una moto porque se estaciona donde sea, como sea y porque “me da la gana”, actitud típica de la mayoría de los motociclistas que recorren la ciudad, como un enjambre de avispas culonas que pueden picar a cualquiera que se les atraviese y pobre de aquellos que se atrevan a defenderse, puesto que la colmena motorizada no conoce de leyes y menos aún de diálogo. Venezuela es una moto por eso, entre otras cosas, porque su representante, el mismo que fue elegido por mayoría, cose y descose lo que tanto trabajo se ha ganado el ciudadano con su trabajo, llevándose por el medio cuanto protocolo ha creado la democracia para el beneficio de la sociedad y lograr con ello el tan necesario consenso en el que todos caben.
Echa humo de rabia, bastante –digo, Venezuela –tal vez por la impotencia de los que la queremos. Está contaminada, tanto por las motos o porque lamentablemente la sequía nos tiene locos a toditos y el olor a incendio forestal nos da los buenos días cada mañana y por si no lo han notado, nos acompaña por las noches, llenándonos de ese betún natural que puede verse en el piso de la casa, en el techo del carro o en la repisa de adornos en donde están las fotos de la familia.
Venezuela es una moto porque nos ha expropiado la tranquilidad de ir sentado en tu vehículo sin temor a que te roben, o si se es peatón, a que no te arrebaten lo que llevas en la mano y te adjunten un disparo en cualquier parte del cuerpo. Y es que el desagradable término, al menos para mí, ese de “expropiación”, más bien suena a robo, a trampa, a que si tú te partiste el lomo por muchos años, hoy puede venir cualquiera y decir esto es mío, así de fácil, como si tan sólo el país viajara en moto y con estirar la mano y a buena velocidad, te arranquen lo que llevas contigo. Incluso, parece que la expropiación llega a los linderos ortográficos, puesto que como ven en la foto, al autor le expropiaron la “V” y echó mano de sus recursos, y si le aplican lo mismo con la “B”, con la “G” y un pote de pintura también resuelve.
1 comentario:
Venezuela es algo extraño, el pueblo escogió montarse en esa moto y no una vez sino dos, y sin casco y sin ninguna protección.
Le queda al pueblo de Venezuela montarse sobre al pista del cambio, para llevar a Venezuela por otros lados, antes que termine en la quiebra económica, política y social.
Ojala el pueblo lo entienda.
Saludos
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