Para la gran mayoría de los venezolanos la isla de Margarita es el lugar perfecto para pasar las vacaciones. Allí confluyen esos elementos que llaman la atención a miles de turistas, tanto foráneos como locales: por una parte, playas maravillosas de arena blanca con aguas tibias e inmóviles como en El Yaque, y otras más frías y altaneras como en Puerto Cruz; y por la otra, los locales comerciales con sus sempiternas ofertas de productos, que van desde las prendas de vestir más sofisticadas, hasta los confites más exquisitos en sus diversas presentaciones. No obstante, y a ojos de un visitante regular de la isla, esta oferta de productos ha mermado, así como la cantidad de locales comerciales que han cerrado o que exhiben algunos anaqueles vacíos. Para los fumadores de pipa, olvídense de la picadura “Captain Black”.
Por cualquier motivo y aunque sea por pocos días, salir de ciudades tan congestionadas y violentas como Caracas para encontrarse con ese calor insular en el ambiente y el inconfundible olor a salitre que te invita a desertar responsabilidades y entregarte al tenue beso del mar a la orilla de cualquier playa, es un respiro, un cambio de patrón que rompe la rutina aunque tengas que sentarte en una mesa de trabajo a negociar costos y demás intereses empresariales. La mente, aunque centrada en el business, no puede evitar respirar ese aire tan distinto e imaginarse en una esterilla recordando el célebre verso que dice “en el mar la vida es más sabrosa”.
Apartando las calles destartaladas -porque las hay y a montones-; las malas noticias del hampa haciendo de las suyas por los lados de Macanao hasta Porlamar; los cortes de servicio eléctrico que me tomaron por sorpresa en una ocasión almorzando y otra cenando; del toque de queda auto impuesto cuando cae el sol y la emblemática Avenida 4 de Mayo se torna en un desierto... Margarita invita y seduce más allá del miedo gracias al encanto que siempre la ha caracterizado.
Este extraño magnetismo, similar a la isla de la serie Lost, que más allá de las dificultades siempre arrastra a miles de turistas para que dejen sus cobres en las tiendas y la piel pegada al sol en alguna de sus infinitas y espectaculares playas, ha producido un efecto migratorio de familias enteras buscando más tranquilidad, seguridad y otros atributos que las principales ciudades del país han perdido desde hace mucho tiempo. Alguien me comentó de un promedio de cincuenta familias al mes, lo cual no es poca cosa.
Como en todo, de dicha situación se pueden sacar cosas buenas y malas. Pero para no pecar de fatalista, pues ya dije suficiente, el movimiento cultural ha ido creciendo gracias al encuentro de los diversos artistas nacidos en la isla, escritores, pintores, escultores, músicos y demás, con los que han hallado en el Estado Nueva Esparta su nueva casa. Me impresiona gratamente la gran cantidad de pintores de altísima calidad que allí habitan, como la cantidad de narradores y poetas que tratan de hacer lo suyo en tierra de guaqueríes.
Más allá de los hiper mercados, los grandes centros comerciales y yendo al punto que me interesa, la oferta en cuanto al número de librerías en la región es poca. Sacando las cadenas de librerías caracterizadas por lo quincallesco, en donde libro pasa a un segundo plano para dar preferencia a juguetes, papelería y otros artículos -cosa que se respeta dentro de esa definición de negocio-, sólo hay una con mística y amor al oficio de “librero” y en donde la oferta del libro es variada si de buena literatura se trata: Tecni Books, cuyos propietarios, Juan Carlos Macedo, librero y hacedor del negocio, y Karina Ramírez -su esposa y buena lectora-, se encargan de orientar a la clientela que va en busca de alguna novedad literaria. Esta librería, pequeña pero acogedora, se ha convertido en el punto de referencia en cuanto a buenos libros, presentaciones y bautizos literarios en Porlamar.
Hay otra librería que me gustó y que ofrece también un número importante de libros y autores de talla nacional e internacional dentro de su oferta: Discovery Books, ubicada en el novísimo Centro Comercial La Vela. Lo que quiero destacar de esta tienda es la agradable atención de las chicas que allí trabajan, pero que no están vinculadas al libro y a sus autores más allá del simple producto a la venta. “¿Tienen libros de X?...¿De quién...?” Me respondió con simpatía una de las muchachas. Lo curioso, lo impresionante, sí, ese es el calificativo, “impresionante”, es el mesón de ofertas que está a la entrada del local en donde habían unos cinco títulos de Murakami entre BsF. 50 y BsF. 75, absolutamente nuevos, de paquete; libros que en Caracas no bajan de BsF. 350; libros de Henning Mankell, de Le Clézio, entre otros... Para cualquiera ávido lector, aquella mesa de transforma en un deliciosa mesa de pasapalos.
La pregunta obligada: ¿cómo hacen? Porque una oferta fabulosa sería que te den al menos un 30% de descuento, y cosa curiosa, ni en las ferias de los libros que ahora cada vez son más frecuentes -lo cual se agradece- te hallas con precios así. ¿Cuánto es el margen de ganancia que deja un libro para que puedan hacer esto? ¿Cuál es el rol de la editorial aquí? ¿Por qué los mismos títulos en otras librerías de Margarita estaban en sus acostumbrados y exorbitantes precios? Ignorante al fin en la materia, que alguien me responda por favor. Ni La Media Naranja por allá en los años ochenta era capaz de dar semejantes ofertas ni en un par de zapatos.
4 comentarios:
No tengo idea de la respuesta, pero me fijaré en las respuestas que te puedan dar otros.
Me quedo con la Isla Margarita, que desde esta parte del mundo suena al lugar donde se encuentra isntalado el paraíso. Agradezco esa otra visión no tan exótica que no estaba en mi imaginación.
Me encanta imaginar que escuchábamos los susurros marinos al mismo tiempo, tú allá, en la hermosa isla nuestra y yo en latitudes que igual acarician. Dicen que no hay coincidencias, tal vez sólo sincronicidad, no crees?
Abrazo asoleado,
Ophir
sin duda cambiar de aire renueva, y para un amante lector encontrar esta exclusiva combinación de mares y libros debe ser maravilloso. Feliz Día
Yo soy un adicto a las librerías también..son lugares hermosos!
Me alegro de que te gustase el poema del verso clandestino. Claro que puedes leerlo en tu programa de radio, me encanta la idea de que puedan escuchar mis letras al otro lado del mar...en vez de "putas" usa "meretrices" o mujeres oscuras...ya me dirás como puedo escuchar tu programa por internet si es posible...
un abrazo...te sigo leyendo
Roberto R. Antúnez
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