En fin, anécdotas aparte, me leí con verdadero placer Los diez mandamientos en el siglo XXI de Fernando Savater. Una amiga me comentó que el mencionado autor no le gusta porque le resulta un filósofo de bolsillo, lo cual es una opinión tan respetable como la mía que va en sentido opuesto tangencialmente: a mí sí y gozo un montón las cosas que escribe.
La pasé la mar de bien escuchando –como eco ficticio de la lectura –, cómo interpelaba a Yahvé cada vez que abría un capítulo del libro correspondiente a cada mandamiento. Me imaginaba al reconocido agnóstico de lo más ufano frente a Dios, gesticulando y diciéndole con la gracia que lo dice, todas sus opiniones. Porque debo decirlo, esta parte dialógica te arranca risas, pero cuando entra en materia te pone a pensar, a reflexionar sobre su visión religiosa adaptada a nuestros tiempos.
Los diez mandamientos en el siglo XXI no es un libro que le agradará mucho –supongo yo– a los católicos recalcitrantes que se dan golpes de pecho, pero que en el pragmatismo de la vida cotidiana, le han hecho daño a más de uno. ¿Por qué? Porque Savater toca allí la delicada fibra de una de las religiones más profesadas en el planeta, con la agudeza filosófica y retórica que lo caracteriza. Si algo es cierto y estoy de acuerdo, aunque no alejándose del todo de Dios (del Dios que sea) desde la perspectiva savateriana, es cuando dice que “los no creyentes creemos en algo: en el valor de la vida, de la libertad y de la dignidad, y en que el goce de los hombres está en manos de éstos y de nadie más”. Creo que también los creyentes apoyarían esta moción sin alejarse necesariamente de su “Dios” (colores y gustos para todos).
Una de las partes cumbres del libro tiene que ver con un mandamiento que de seguro ustedes asociarán a la velocidad del rayo, y para mayor INRI, hace la siguiente a cita cuando habla con Yahvé: “Hay una observación que hace Woody Allen que te interesará: El sexo con amor es lo mejor de todo, pero el sexo sin amor es lo segundo” y por ahí se va recordándole al todopoderoso también a Kant y su visión del matrimonio como un contrato de usufructo para el goce de los órganos sexuales.
Por último y como incentivo a la lectura, Savater cuenta de dónde o cómo nacieron estas perlas escatológicas: “cagarse en Dios” o “cagarse en la hostia”, y después de leerlo, pues no consigo mejor manera de expresar los peores sentimientos que la rabia puede despertar en un corazón humano.
En fin, aquí les dejo este link http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/22/actualidad/1329922234_215883.html en donde Savater, entre otros autores, opina sobre el pensamiento crítico. Si no le parece un filósofo de bolsillo, pues lo disfrutarás mucho y en caso de arrepentimiento, para eso está el purgatorio...
Námaste.
1 comentario:
No me molestan tampoco los filósofos de bolsillo, al fin y al cabo son filósofos, se dedican a pensar, aunque no lleguen a la profundidad de otros, o parezca que sacan sus impresiones más alegremente. Para son muy útiles, porque quedo muy lejos, y me facilitan algo el camino.
Me lo apunto, desde luego, porque si encima de filosófico (en la vida real digo "filofófico" :P) te ha arrancado unas cuantas risas ....
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