Empecé a leer La otra isla con descarada ansiedad, atendiendo a los innumerables comentarios positivos sobre esta novela de Francisco Suniaga. A medida que pasaba las páginas, me di cuenta por qué de los bien merecidos aplausos. Ya el título insinúa ese elemento alterno, esa otredad tan propia de los humanos, que en este caso, es llevada a la tierra, a un lugar que muestra su mejor cara al turista –y a los propios también– pero que sin duda el día a día evidencia otras realidades.
Todo transcurre en la Isla de Margarita, lugar que muchos venezolanos conocemos como un paraíso turístico que siempre figura como alternativa para pasar las vacaciones. No obstante, para aquellos que hemos tenido la suerte de visitarla, podemos darnos cuenta sin mayor cota de malicia, que hay mucho descuido considerando la isla como referencia para el disfrute, la contemplación y el ocio, tanto nacional como extranjero. En el texto, que es lo que atañe, esto puede verse sutilmente mezclado con la narrativa del autor, que partiendo de la muerte de un alemán que se enamoró del paradisíaco lugar (Wolfgang Kreutzer: “Gorfan” para los nativos), se desencadenan los hechos que dan forma al libro.
La inesperada muerte de “Gorfan” en playa El Agua frente a su local Nordsee, trae a estas tierras a su madre, Edeltraud Kreutzer, quien vivirá en carne propia las penurias del manejo de asuntos judiciales en el trópico, en el Caribe, en donde los policías y funcionarios no son más que ornamentos de la sociedad, que al fin de cuentas, quieren disfrutar de la vida, pasársela bien sin mayor esfuerzo, “…en una isla caribeña de clima benigno y personas amables pero, adosada a ella…, otra isla donde la violencia era una savia que alimentaba lo cotidiano y se movía oculta bajo la aparente docilidad de la naturaleza y bondad de la gente …La isla de la violencia, la isla de la lluvia que inunda…(de) muerte prematura y cotidiana, muerte joven, muerte pobre, muerte que cada sábado y domingo sigue la línea divisoria de las grotescas diferencias sociales”.
Por otra parte, el protagonista y abogado, José Alberto Benítez quien le tenderá la mano a Edeltraud a solicitud del canciller alemán, tratará de resolver la misteriosa muerte de Wolfgang, mientras en su vida personal vive a través de un sueño, un hecho curioso que tiene que ver con lo literario. Su amigo y psiquiatra, Pedro Boada, lo ayudará a descubrir de quién es el poderoso párrafo en inglés que el subconsciente le dicta a Benítez con fuertes reminiscencias de Conrad. En lo particular esto me sorprendió y me gustó mucho en su develamiento al final de la novela.
También está presente la pasión desmedida que despierta una esbelta alemana en un hombre del caribe, combinación que siempre llamará la atención de los lectores y que en el entramado de la historia, generará dudas y suspicacias en cuanto a la muerte del alemán. Richard, ese empleado de Nordsee que sucumbe ante las dotes germánicas de Renata, la esposa de Wolfgang, abre paso a esos personajes populares de la isla de Margarita para luego llegar a uno de mucha importancia en la historia: Fucho, quien se convertirá en el maestro de peleas de gallo de Wolfgang.
Este último punto, el de las peleas de gallo, merece mayor atención, no sólo por la espléndida narrativa con la que Suniaga sumerge al lector en ese mundo que para muchos nos resulta desconocido, por la descripción fotográfica y detallada cuando se enfrentan estos gladiadores de pico y espuelas, sino además, porque no recuerdo que en alguna novela venezolana se describa con tanta precisión y destreza literaria, todo lo que tiene que ver con esta actividad, que por salvaje que parezca, está fuertemente arraigada al acervo cultural de muchos lugares del país: “La sangre brotó tan abundante y violentamente que pudo haberse desangrado por completo antes de caer al suelo. Dio una vuelta sobre sí, convulsionó un par de veces y se quedó inmóvil, a mis pies. La muerte fue tan rápida (gracias a Dios) que mi zambo ni siquiera la vio venir y en los ojos se le quedó congelada la mirada de campeón…”
Wolfgang toma tal afición a las peleas de gallos, que el propio Fucho, llega a decirle que es el mejor preparador que haya conocido, y es tal su pasión, que crea un diario, una libreta de anotaciones en donde detalla todo su proceso de aprendizaje, volviéndose un adicto, afirmando con el pasar del tiempo “necesito más” de las peleas de gallos. Si me pidieran que mencionara las diez mejores novelas venezolanas de los últimos años, no dudaría en mencionar La otra isla de Francisco Suniaga, que por cierto ya va por su séptima edición. Una novela trabajada con maestría.
1 comentario:
Interesante relato. Conocí la Isla Margarita hace como veinte años, no he vuelto a Venezuela desde esa vez, aunque he pasado por ahí en tránsito.
Las peleas de gallos en Costa rica son prohibidas, ya que hay una ley contra el maltrato de los animales, aunque clandestinamente si se dan y se manejan fuertes sumas de dinero en esas apuestas.
Interesante relato y en verdad que la policía es muy parecida en todas estas tierras caribeñas.
Saludos
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