He visto por las redes sociales,
sobre todo vía tuiter y feisbuk, cómo se dan con todo los que van de la mano
del oficialismo y quienes lo adversan, es decir, la oposición. No me asombra en
lo absoluto, para nada. Son años de insultos, de desmanes e injusticias, y
sobre todo, de una larga lista de venezolanos y venezolanas que han muerto a
manos del hampa (miles). No sé si es cierto, no me consta, pero los rumores de
“saqueos” entre ayer y hoy fueron muchos, y la palabra como tal, me incomoda,
me incordia. ¿Por qué? Porque la primera vez que la escuché fue en 1989 cuando
el país se acostó en el fango del caos y todo lo que pueda decir ya es historia
y muchos saben a qué me refiero.
Siguiendo la línea que me
apasiona y me interesa que es la literatura y ese objeto casi totémico como lo
es el libro, mis seguidores y a quienes sigo de una u otra forma están ligados
a la misma tendencia, bien porque ya sean profesionales, escritores consagrados
o en pleno crecimiento; librerías, libreros, periodistas, poetas o sencillamente
entusiastas de la palabra escrita que no son pocos y que son —por lo general—
los más sinceros en sus opiniones. Todos hallamos aquí un punto de encuentro, e
insisto, hay de un bando y de otro. Pero, y aquí la discordia, las redes
sociales son el cuadrilátero virtual en donde se puede ver el intento de
concordia por un lado, pero la intolerancia radical por la otra. En mi opinión,
esto último es vergonzoso sea del lado que venga. Si tanto queremos lo mejor
para nuestro país, si somos capaces de aceptar que estos y aquellos libros son
una maravilla, que este autor y este poeta son realmente buenos, ¿por qué no
podemos dejar a un lado el radicalismo que tanto nos ha afectado a todos?
Entre las múltiples lecturas que
siempre hago al mismo tiempo, está la de Nunca
más Lili Marleen de David Alizo, y amén de comentarles que esta es obra
pinta monumental al menos por la página que voy, asusta leer en el mundo
ficcional del libro aquel radicalismo nazi que acabó con millones de personas y
que el narrador refleja en las páginas a la perfección hasta llegar a las
calles de Trujillo en Venezuela. Lo comento porque —y volviendo al punto—,
algunos tuits se me antojan patéticos, del típico adolescente que le reclama a
su enemigo y éste le responde con sorna, ironía y vulgaridad. Allí la
intolerancia, allí el irrespeto, allí el camino que aún no está claro para
nadie (al menos no para mí), en un país en donde se llama a la paz, pero fuera
de la pantalla, hay amedrentamiento, burla y hasta presos políticos. Entonces,
¿a qué se juega?
Lamento mucho el fallecimiento
del presidente por el simple hecho humanitario, porque esa enfermedad no se le
desea a nadie y conozco algunas personas o familiares de éstos, que han muerto
por la misma causa. No hay nada qué celebrar, no hay nada qué aplaudir. Da pena
ver cómo se siguen cayendo a leña unos a otros en medio de esta dura noticia;
da pena ver cómo un grupo de personas no identificadas, salieron a quemar las
carpas de los estudiantes opositores. Hay que tener un alma miserable para caer
en esto. Respeto absolutamente el dolor ajeno que al multiplicarse a través de
los medios de comunicación, se siente, estoy en Venezuela y lo siento; respeto
el luto, aunque aclaro, yo no estoy de luto, pero igualmente siento un vacío terrible
como ciudadano. Como dijo el escritor Daniel Sada, “parece mentira pero la verdad nunca se sabe”, y lo comento porque
si bien es cierto que tanto representantes del gobierno como de la oposición
han utilizado el discurso correcto, el que llama a la concordia, al respeto y a
la unidad, ojalá que sea así en los próximos días, semanas y meses hasta que
las aguas vuelvan a su cauce.
1 comentario:
"parece mentira pero la verdad nunca se sabe" Daniel Sada
Inmejorable cita, más oportuna imposible, creo que la verdad es tan personal que cada quien tiene la suya, y es la que cada quien cuenta a beneficio la que dibuja nuestros días en Venezuela. Ojalá podamos encontrar similitud en nuestro universo de verdades, en los corazones de tantos venezolanos que desde mi verdad queremos vivir en paz, en respeto, en armonía, cada cual pintando sus espacios a gusto pero admitiendo que sus colores pueden fundirse con los de la casa del vecino...aunque parezca consigna política e irreverente "NI UN PASO ATRÁS", el pasado solo sirve para comprender que nos traje hasta aquí, y para idear nuevas estrategias, no subestimemos nuestra inteligencia, nuestra capacidad por ser mejores ciudadanos.
Saludos
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