29 dic 2011

RESUMEN DE LECTURAS 2011


Aquí lo que leí este 2011. Ya van tres lecturas en curso que culminarán en enero de 2012 y una reseña pendiente sobre Bartleby, el escribiente de Herman Melville: una maravilla. Namaste a todos los amigos lectores. Como suelo decir, sumar lectores es restar balas.

1. Conversaciones con Woody de Allen de Eric Lax.

2. El guardián entre el centeno de Jerome D. Salinger.

3. Deambulando hacia la lumbre de Mariana Libertad Suárez.

4. Poesía re-unida de Sonia Chocrón.

5. Sabina en carne viva de Javier Menéndez Flores.

6. El cuaderno rojo de Paul Auster.

7. País portátil de Adriano González León.

8. CINECLUB de David Gilmour.

9. Soy el número cuatro de Pittacus Lore.

10. Sula de Toni Morrison.

11. La revancha del silencio de Liliana Fasciani.

12. El legado de Mandela de Richard Stengel.

13. La advertencia del ciudadano Norton de Karl Krispin.

14. El mundo de Guermantes de Marcel Proust (tercer tomo de En busca del tiempo perdido).

15. La elegancia del erizo de Muriel Barbery

16. Leviatán de Paul Auster

17. Cuentos IV, Obras completas de Enrique Anderson Imbert

18. El viaje al poder de la mente de Eduardo Punset.

19. Maldito karma de David Safier.

20. Sumario de Federico Vegas.

21. La invención de la soledad de Paul Auster.

22. Largo haiku para un viaje de Susana Calcina.

23. Antología poética de Ramón Palomares

24. El regalo de Pandora de Héctor Torres.

25. Indignación de Philip Roth.

26. En rojo de Gisela Kozak Rovero.

27. Crónicas desde San Bernardino de Arturo Almandoz Marte.

28. Moby Dick de Herman Melville.

29. Las peripecias inéditas de Teofilus Jones de Fedosy Santaella.

30. Silencio en el convento de Luis Saldaña.

31. ADN fatal de José Miguel Vásquez.

32. Diarios 1984-1989, Sándor Márai

33. Alto, no respire! de Iliana Gómez Berbesí.

34. Cadáver exquisito de Norberto José Olivar.

35. 8.8: El miedo en el espejo de Juan Villoro.

36. Corrector de estilo de Milton Quero Arévalo.

37. Blue Label de Eduardo Sánchez Rugeles

38. París de Marco Giralt Torrente.

39. Piel negada de Gustavo Tovar Arroyo.

40. El juguete rabioso de Roberto Arlt.

41. Yo lo vi llorar en mi boca de Joaquín Ortega.

42. La muerte de Iván Ilich, de León Tolstoi.

43. Rajatabla de Luis Brito García.

44. Geografía urbana de Milton Quero Arévalo.

45. Bitácoras ignotas de Lesbia Quintero.

46. Bartleby, el escribiente de Herman Melville.

23 dic 2011

García, Quero y Quintero




Quiso la suerte que estas fueran las lecturas con las que cerrara el 2011...

RAJATABLA

La buena literatura trasciende el tiempo y Rajatabla es un libro que apoya dicha moción. Este conjunto de cuentos escrito hace más de cuarenta años y ganador del prestigioso Premio “Casa de las Américas” en 1970, sigue sorprendiendo hoy día por todo: la estructura, la forma fragmentaria con la cual construye su imaginario, la omisión de signos de puntuación y el desmontaje de los convencionalismos típicos de la cuentística.


Luis Brito García manipula la palabra, la utiliza, le saca punta a cada una de ellas para construir en donde cualquier otro pudiera decir no hay más nada qué hacer. La capacidad narrativa del autor va superándose así misma, relato tras relato, desde “Helena”, con el cual abre el libro, hasta “La forma de la tierra”, con el cual termina.


En Rajatabla hay mucha parodia, también hay violencia, calificativo que le va a algunas historias y a la palabra misma, es decir, Brito García la violenta, la retuerce, la exprime, y producto de ello, son estos relatos sorprendentes y creativos. De los setenta y tres cuentos que conforman el libro, tengo marcados muchísimos como mis favoritos. Sólo menciono algunos para hacerlo corto: Helena; Consérvese joven consérvese joven consérvese joven; Pero no ven que ha sido en broma; Las cosas que me pasa; Población; Tormento; Libros; Ser. Y muchos más.

El humor es otro elemento fundamental dentro del trabajo creativo. Con esta herramienta se mofa de una variopinta cantidad de temas e implementa un ritmo narrativo trepidante dentro de la brevedad de cada uno de los cuentos. Rajatabla es un texto brillante y a mi juicio lectura obligada dentro de la cuentística venezolana e hispanohablante.


GEOGRAFÍA URBANA


A la par que iba leyendo Corrector de estilo, estaba degustando la poesía inmersa en Geografía urbana, ambos trabajos de Milton Quero Arévalo. Y digo “degustar” porque es precisamente la manera como uno debe acercarse a la poesía: sin apuros, con paciencia, yendo y viniendo en voz alta y dentro del pensamiento, sintiendo cómo retumban las imágenes que ofrece el poeta. Entre ambos textos, uno narrativo y otro poético, hay una clara y evidente correspondencia meta textual que tiene como epicentro creativo a la ciudad de Maracaibo y una dolorosa ruptura amorosa.

La ciudad descrita es amor, pero también dolor. Geografía urbana es una suerte de mapa citadino que tiene de ambas emociones. Hay avenidas, teatros, esquinas, la basílica de la Chinita, el claro gentilicio de gente dicharachera entre tantas cosas más. No falta el insoportable calor y el Lago que ha sido objeto de canciones, versos, mitologías y tragedias. Todo esto ondeando a través de los versos de Quero Arévalo con humor descarnado, en donde se reconoce parte del entorno pero que a la vez se resiste a serlo. Así dice en el poema “Gentes”:

Se inventaron la soledad y la cuidan como un niño.

Mientras yo sigo sin entender cómo se ejerce un desayuno

[con Coca-Cola fría en la mañana.

En más de una ocasión el desgarramiento emocional tan típico del bolero está presente, pero de inmediato salta alguna travesura humorística o una ironía muy afilada que transforma lo patético en sonrisa. Mialma llama a ese amor ya vencido, caduco, pero que es junto a la ciudad, hilo conductor de su canto:

En esta amnésica ciudad, ya nadie recuerda

un amor que fue escrito con mi nombre.

Geografía urbana es un estupendo poemario digno de leer y releer. Es una aventura no de forma o estructura, pero sin duda sí lo es en cuanto a imágenes y emociones transformándose en versos. Aquí la ciudad es humanizada, es mujer adolorida, tal vez el otro yo de la hembra que sí cobró venganza al separarse del poeta:

Maracaibo es una madre soltera encandilada

de donde cuelgan lianas de sol de sus dos pechos.


BITÁCORAS IGNOTAS

El reto para cualquier escritor después de ver publicado su primer libro, en el caso de Lesbia Quintero su primera novela, es que el segundo libro sea igual o mejor que el primigenio. Bitácoras ignotas, ya le marcó un nivel estético, de pluma afilada a la autora. En esta novela, más allá de las historias concatenadas entre cinco personajes muy particulares pero que a la vez se pueden hallar en cualquier calle de Caracas (Jesusita, Álvaro, Oscura Forastera, Rodrigo y Elvira), sobre salta el estilo, las construcciones narrativas bien pensadas y que en todo momento coquetean con el verdadero oficio de escritor.

La historia comienza con María Jesús (Jesusita), desesperada por salir de su oficina dentro de una editorial. Luego de salir corriendo cuando el reloj marca las cinco de la tarde, recorre las calles atestadas de gente, perros callejeros y pestilentes olores, mientras se entrega a una ingente cantidad de divagaciones que hacen del texto, un cuadro intimista y psicológico que llama a la reflexión. Esto aplica de igual modo a los demás personajes, los cuales están bien perfilados en su mundo interno y en su consecuente proyección de sus acciones.

En Bitácoras ignotas hay mucha desilusión tan propia de los avatares amorosos, pero también hay esperanza; hay duros conflictos políticos entre padre e hijo y un claro estado de tensión que te obliga a la lectura, a querer descubrir y hallar una salida. La ciudad también es personaje, una Caracas que a decir de la autora es “una vieja picada de viruela”. Después de leer la obra, uno se pregunta cuánto del nihilismo Jesusita o incluso del espíritu desesperado de Karla (Oscura Forastera), habrá en Lesbia Quintero. Pero lo cierto es que entre los conflictos, las reflexiones y unas cuantas referencias literarias que enriquecen el texto, esta novela deja un grato sabor en el paladar de la lectura.

Así dice Jesusita (¿o Lesbia?):

Cuando tengo ideas, es distinto, la energía fluye directamente de mi cabeza hacia mis manos, me siento empapada de palabras. Inspirada, esa es la palabra. ¿Sabes qué es estar inspirado? No puedo controlarlo, tengo que dejarlo todo para entregarme…

Estupendo debut.

2 dic 2011

Cómo acabar de una vez por todas con la cultura

No a todo el mundo le gusta las películas de Woody Allen, tendencia respetable tanto como a los que sí, en donde me incluyo. En cada una de ellas destaca su ocurrencia, ironía, sarcasmo y una larga cantidad de calificativos que enmarcan a este polifacético artista. Pasando del cine a los libros, me topé con Conversaciones con Woody Allen, a través del cual confirmé la genialidad de este personaje, que con un exceso de humildad, asegura que no tiene nada de talento, que no entiende cómo ha llegado hasta donde ha llegado.

Lo cierto es que luego le tocó el turno a Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, un texto que ya desde su título, asoma a la ironía como base para construir este breve pero divertidísimo texto. Aquí propone acabar con el psicoanálisis, la mafia, la guerra, el ajedrez, los regímenes de bajas calorías, los libros, las películas de terror y un sinfín de cosas más. Su tono habitual es aquel que incita, que provoca, y que línea tras línea te hace carcajear pero siempre motivando a la reflexión. Tal vez en más de un texto peca de insolente, pero esto no le resta valor a lo que plantea, puesto que conociendo al personaje, ya uno va preparado a encontrarse con cualquier cosa.

La mayoría de los textos contenidos en Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, fueron publicados en la revista The New Yorker durante su época de colaboración en la misma (finales de los 60, principio de los 70). Sólo alguien con el talento y la inteligencia de Woody Allen, podía atreverse a semejante empresa: la de acabar con la cultura. Y más aún desde todos lo ámbitos posibles, que amén de los ya nombrados, también va desde lo político, la autoridad y lo religioso. Cualquier elemento que a usted se le ocurra, que evidentemente forme parte de la institución formal de una sociedad, está aquí, y su intención es desmontarlo y si es posible ridiculizarlo.

Freud, Niestzche, Kant, Churchill, Hitler, no se salvaron de su pluma. Y usted como estupendo y ávido lector que es, ya sabrá con quién se metía cuando dijo:

No sólo no hay Dios, sino que intenta conseguir un electricista un fin de semana.


1 dic 2011

De pana, de blue jean y otras yerbas


El tema me ha estado dando vueltas en la cabeza desde hace un buen tiempo. Aclaro que no ando con falsos puritanismos por lo que voy a comentar a través de esta especie de auto-reflexión pública, la cual tiene que ver con el habla común de los venezolanos, y en particular, de los caraqueños.

Años atrás, con delicadeza, me acercaba a mis contertulios y les decía «evita la muletilla… ». Se los decía aparte, en solitario. Nadie –para mi suerte– se molestaba por la sugerencia; por el contrario, era bien recibida. Las más comunes eran (y siguen siendo): “Bueno nada…esto; bueno nada…aquello”; el infaltable “esteee… tal cosa”, o el reiterativo, “de verdad esto… de verdad que...”.

Luego me cansé de hacerlo porque sencillamente aquello era un trabajo interminable. Además, quién era yo para andar en unas de Carreter o de falso Saussure, en una sociedad cuyo habla puede cambiar en meses, semanas o incluso días, algo muy propio de la lengua como ¿herramienta?, ¿mecanismo?, que se auto reconstruye para satisfacer el proceso de comunicación de aquel que la emplea (es decir, todo el mundo).
Un buen ejemplo de esto sería el “spanglish”, el cual día a día va en aumento en los Estados Unidos de Norteamérica. No diría que como una lengua consolidada, pero sí en proceso de llegar a serlo quién sabe en cuánto tiempo. De esto hay mucho qué decir por lo cual los remito a Ilan Stavans, quien sí sabe del tema.
Retomo el punto de las muletillas, mejor aún, de la aberrante muletilla que hoy día puede escucharse en las calles caraqueñas sin importar edad, nivel socio-cultural, económico, racial, sexual y otras especies de quien la utiliza. Ojo y ahí les va la segunda aclaratoria: esto no tiene qué ver con desviaciones sexuales, no es el punto, eso sería fruto de un árbol distinto al que toco en este instante y del cual no me interesa hablar. Y como el papel aguanta todo, meto aquí el reconocidísimo “verga” marabino que está en todas partes del Estado Zulia, que no funge como muletilla, sino más bien, como una razón de ser, como un emblema idiomático de la única región de Venezuela en donde se utiliza el voseo (son nuestros argentinos) y que sinceramente me parece menos soez que el que les plantearé a continuación.
Préstele atención a cualquier conversación que se le atraviese en el camino, no importa si está en una empresa privada o pública, en la calle o tal vez en su propio lugar de trabajo o vivienda; más aún, tal vez usted sea el protagonista y no se ha dado cuenta, porque las muletillas son así de impertinentes y salen con mercuriana fluidez, no digo ya de las bocas, sino del cerebro. La mayoría de las personas, no todos evidentemente, inician su conversación así: «marico…viste que»…«marico qué arrecho tal cosa»…«marico, ven cuando…» Honestamente prefiero el «de pana…tal cosa…de pana esto y aquello», al lerdo «marico…aquello y lo otro».
El término es utilizado para entrar en confianza, para decirle al interlocutor que se le aprecia, que es amigo, que es incluso familia, y que por tanto, no es una acusación de desviación sexual, sino por el contrario, una invitación a una amena charla. Es más, el lenguaje es tan maleable que un saludo muy normal entre nosotros, y que sin duda denota una clara cercanía entre emisor-receptor, es por ejemplo: «epa coño e madre, cómo está la vaina!» (la vaina aquí es lo de menos). Pero volviendo al excelso adjetivo, muletilla o introito tertuliano, las mujeres tampoco escapan al fenómeno mariquista, porque éstas también van de: «marica…viste qué bueno está el tipo»; y si quieren acentuar la emoción, la hipérbole conversatoria, añaden: «marica güevona, eso está… tal cosa».
Hace unos meses atrás mientras ya me revoloteaba la idea que hoy ya ven a través de estos escombros, conversaba con una persona de asuntos laborales y ante los incesantes vaivenes de “marico esto, marico aquello”, le dije: «te reto a que de ahora en adelante evites el “marico” mientras hablas». Oh sorpresa cuando la persona se vio frenada, acortada de palabra –y también de pensamiento– para seguir conversando. Hablaba, pero no con la soltura de antes. Le costó hacerlo. Luego me dijo apenado «qué mal hablo». Hoy día doy fe de que esta persona ya no utiliza el ramplón término para entablar conversación. Se llevó la sugerencia en el bolsillo y cuando eventualmente nos vemos, me lo agradece, porque hasta los hijos lo borraron de su habla –me dijo.
Cualquiera jura que ando en un proceso evangelizador, nada qué ver, y de seguro se preguntarán, “¿y en qué antro te lo pasas metido que la gente habla así?”, a lo que respondería: «señores, esto está en todas partes». En días recientes fui testigo cómo dos altos ejecutivos muy bien trajeados, maletines de cuero, tag heuers en sendas muñecas, cuarentones ya, conversaban en un consulado europeo con “maricos van…y maricos vienen”, mientras les tocaba su turno para el trámite del pasaporte; peor aún, un par de meses atrás estuve en el bautizo de un libro de una reconocida editorial, y conversando con “escritores”, unos mediando la veintena y otros que les duplicaban la edad, la palabrita iba y venía. Sí, “escritores”, buenos narradores en el papel, pero pésimos contertulios. Es como si fueran peces que no se dan cuenta que están en el agua, y que el preciado líquido es precisamente el medio que les da vida, que los identifica para hacerse llamar “escritores”: agua es a pez, como el habla es a escritor. A mi juicio esto supera el detestable “aperturar” que escuché en la voz de una reconocidísima periodista en horario prime time de la radio. Es más, fue un dos en uno: “me intriga de que la gente, no pueda aperturar…”.
Creo que fue Rousseau quien dijo que “las cabezas se forman por las lenguas”, algo así. Sin duda la pereza mental hay que combatirla, “de pana”.
PD.
En días recientes me preguntaron:
-¿Ya lo recepcionaron?
A lo que respondí:
-No, no me han “recepcionado”…
Qué belleza!