26 nov 2012

VEREDICTO V CONCURSO DE POESÍA LIBRERÍA SÓNICA






El jurado conformado por los poetas Miguel Marcotrigiano, Carmen Verde Arocha y Kira Kariakin, quienes amablemente aceptaron leer los trabajos recibidos para el V CONCURSO DE POESÍA LIBRERÍA SÓNICA, cuya temática se centraba en la CIUDAD como objeto poético, decidió otorgar el primer premio al poema titulado AVENENCIAS, cuyo autor resultó ser Héctor Luis Baz Reyes, Pasaporte: 04.230.725-2 natural de Montevideo, Uruguay, y que reside en la ciudad de Lorena (São Paulo) Brasil.
Carmen Verde Arocha dice al respecto: hay en él una limpieza del lenguaje, un excelente uso del lenguaje metafórico y esa necesidad de reconocerse en el otro. Es como si la vida fuera un espejo, en la que nos vemos constantemente reflejados. Por su parte, Miguel Marcotrigiano dice que en Avenencias: La temática es, quizás, más existencial y, por tanto, universal. Permite el vuelo del lector por los lugares mencionados a la vez que se aferra al hombre y su desamparo. Y Kira Kariakin, señala que: es un poema escrito con corrección formal, que apela a imágenes sencillas para expresar la añoranza de lo que las ciudades a veces nos roban, la sensación de pertenencia a la naturaleza. Manifiesta que recuperar esos breves espacios de verde por pequeños que sean y la humanidad que ello representa no depende sino de sus habitantes… En forma y fondo es un poema contemporáneo.

De igual modo, el jurado decidió incorporar como finalista al poema titulado “Av. 20”, cuyo autor resultó ser Marcos Castillo, C.I.: 19.244.554 y es de Venezuela, específicamente de Barquisimeto, Estado Lara.  Del poema “Av. 20”, Marcotrigiano dice que: aborda con  sencillez el tema amoroso (aunque suene a lugar común); son acertados los anclajes en sitios identificables que evitan la dispersión en lo general… tiene un final que habría que ajustar, sobre todo el último verso, por lo predecible o fácil. No obstante, lo siento sincero. Kira Kariakin dice sobre “Av. 20” que: es un poema que se apoya en la descripción de un entorno urbano para enmarcar la nostalgia de un amor y la ensoñación íntima que convoca durante la rutina diaria. Logra su objetivo porque el lector se sumerge en esa ensoñación. El tema y el uso ocasional de la rima lo hacen algo más clásico en su aproximación al tema.

Ambos poetas recibirán una estupenda selección de libros de diversas editoriales venezolanas, tanto de poesía como de narrativa; verán publicados sus poemas en los blogs literarios afines al programa: libreriasonica.blogspot.com y palabrasyescombros.blogspot.com; así como la rotación de sus poemas en el “Módulo literario” de la revista Homo Sapiens Litteratus ubicado en el centro comercial Millenium Mall de Caracas.

Felicitaciones a ambos ganadores y a todos los poetas que participaron enviando sus trabajos desde distintos países, gracias a la magia de la radio, y por supuesto, de las redes sociales en Internet.

Sumar lectores es restar balas.




Héctor Luis Baz Reyes

Profesor de Lengua y Literatura, poeta, narrador y ensayista. Nació en Montevideo (Uruguay) en 1978 y actualmente está radicado en São Paulo (Brasil). Ha publicado “Error en la memoria” su primer poemario, donde algunos de sus textos han sido musicalizados, además de publicaciones en concursos literarios y menciones especiales: “Durazno, corazón cultural de los Orientales”, “A palabra limpia” antologías uruguayas y “Mundo literario” antología argentina. Su último libro: “Las cosas por su nombre y otros cuentos”, fue publicado por la Editorial Pelícano (Colombia). Como ensayista participa en revistas científicas literarias de su actual ciudad, incursionando en las temáticas vinculadas a la narrativa hispanoamericana y a los estudios de género “Circe” o el encanto de la viuda negra. Un cuento de Julio Cortázar”, “Umbrales y congruencias modernas de los géneros literarios” en coautoría y traducción, entre otros artículos. Estudiante de Letras portugués-español en la Universidad Metodista de São Paulo y Estudiante de la maestría en Ciencias Sociales, Universidad Arcis, Santiago de Chile. También realiza traducciones literarias y es docente de Español como lengua extranjera.  


Avenencias

En Beijing un hombre limpia sus zapatos
y descansa sus dedos híbridos
en el césped que un día,
será verde otra vez.

En Estocolmo, en París, en Quito,
la argamasa es el paisaje que ruge el viento,
polvo gris que una vez fue aire, árbol, tierra negra.

En Londres un anciano recuerda que una vez…
alguna especie de pájaro nocturno,
ave de plaza
selvas, cetáceos y monos
respiraban algo más que la tinta colorida de una enciclopedia.

Ya no hay superhéroes capaces de ir hacia atrás en el tiempo,
no existen las hadas, las calabazas mágicas, los Dioses omnipotentes.
Beijing es Estocolmo, Estocolmo París y París es Quito.

Londres no existe.

A pesar de un aparente equilibrio, de un cielo amarillo,
de agua, y más agua en todas las esquinas,
el césped crece en la única tierra potable que existe,
un pedazo de nosotros en el abismo de los humanos.

En Beijing, un hombre descansa sus pies en el cemento.
El césped, tímidamente descubre el sol
y se sacude el pasado.

Llega un caminante y lo riega, son dos y lo cubren.
Llegan más y lo abonan,

otros…
…desmontan la calzada.


Marcos Castillo Zambrano

Novel escritor y poeta aún inédito con numerosos poemarios que conjugan las causas políticas y la poética, la literatura comprometida por citar a Jean-Paul Sartre. Finalista del V Premio de Ortografía Andrés Bello(Barinas 2006). Finalista del I Premio de Ensayo Arturo Uslar Pietri de EL NACIONAL (Caracas 2008). Influencia Literaria: Rafael Cadenas, José Pepe Barroeta, Eugenio Montejo, Mario Benedetti, Octavio Paz, Cesar Vallejo, Rimbaud, William Faulkner, Dos Passos, Sartre, Albert Camus.  Fue secretario de Cultura Centro de Estudiantes Pedro Rincón Gutiérrez (ULA-MÉRIDA 2007-2008) y Vice-Presidente Centro de Estudiantes Pedro Rincón Gutiérrez (ULA-MÉRIDA 2009-2010). Actualmente (Noviembre 2012) es pasante en la Gobernación del Estado Lara de la Carrera de Ciencias Políticas para obtener el título de Politólogo (Universidad de Los Andes ULA-Mérida).


Av. 20

Déjame dos besos en la Avenida 20
de Barquisimeto,
uno para olvidarme
otro para malgastarlo
en las noches impares
de La Cibeles; en Mérida sobran.
Aquellas veces en que eras
el ábaco del mundo
descontando los lunares de tu espalda
en manos mías a contraluz del cristal
de esta oficina, mientras allá afuera el mundo
cabe en la Ruta Nro. 7
que pasa por el aeropuerto Jacinto Lara.
Tenía la nariz arqueada la mujer
que me enseñó a completar
soledades detrás de la barricada.
No es casualidad que te enumere
en el álgebra de los días
cuando camino por la Av. Vargas
y la ciudad me mira con
buhoneros y sucursales,
quizás sea así en otra ciudad
sin embargo en Barquisimeto la vida,
al menos la mía, es igual a dos besos de ella.

8 nov 2012

Guiones solitarios


Tres relatos, tres formas narrativas que van más allá del vano deseo de figurar. Simplemente escribir, entregarse al oficio que se reconstruye en sí mismo para alcanzar elegancia y maestría en la palabra. En cada página se ve el dominio del proceso narrativo. Cada imagen, cada oración, están allí muy bien escogidas tras un proceso de exquisita selección que da forma a una coherencia absoluta del texto. Esto es lo que hace Carmen Vincenti en sus Guiones solitarios.

El libro abre con Diálogos en el agua, un relato que se destaca por estar la gran parte de sus líneas en modo condicional: las acciones parecen que nunca han sucedido y esa incertidumbre te envuelve de principio a fin.  La voz narrativa pone en duda lo que está escribiendo, tal como si el ejercicio escritural mostrara las costuras por donde se va hilando, incluyendo la duda sobre el nombre del personaje principal, Claudio, que también pudiera ser Claudio/Carlos (o Eduardo). Este relato es lo que el maestro José Balza pudiera llamar un “ejercicio narrativo”. Por algo la duda y la muestra sobre el papel en cuanto a lo que la autora busca: “Es necesario que Claudio/Carlos tenga un pasado (oculto). De cuando se llamaba Eduardo...” También es menester agregar  que el  gran misterio del relato está centrado en la imagen casi fantasmal de la mujer de blanco y en determinar si Claudio es un demente o no, aderezado con los atisbos de humor que le imprimen los peces que dialogan entre sí, quienes además terminan siendo la única compañía de Claudio.

El segundo relato es Monólogo para un crimen. Aquí asistiremos a la historia de una mujer desesperada por cometer un crimen perfecto. Imagina que mata a su jefe (¿quién no lo ha hecho?), pero son unos vecinos los candidatos perfectos para hacer apología del crimen. Uno de los detonantes para llevar a cabo su malévolo plan, ha sido la lectura de El asesinato como una de las bellas artes de De Quincey, en donde halló la motivación para llevar a cabo el asesinato.  Pensó en la ingesta de “fugu”, pero se decantó por utilizar un par de escorpiones amaestrados para concretar el crimen. La particular descripción que hace la autora de los escorpiones es fisiológicamente magistral y mientras la piel se te eriza en la lectura, la asesina, una destacada orfebre, se encomienda a los santos como todo buen sicario que se precie: “San Eligio, patrono de los orfebres, protege mis pasos”, dice.

El tercer y último relato se titula Solo a varias voces en donde lo más destacado en sus páginas es el proceso de humanización de todas y cada una de las cosas que participan en él.  El espejo, el piano, las paredes, el escaparate, el reloj de pared, las cajas de libros y muchas cosas más, atestiguan la historia de una hermosa, solitaria y triste escritora que despertaba envidia en las demás mujeres y a quien le llegó tarde la gloria, y su hija, la cual no se sentía para nada contenta con el oficio de su progenitora. Cada objeto presenta su propia perspectiva de la situación pero no hay interacción alguna entre ellos, y mientras se desarrolla la historia, aparecen algunos misteriosos manuscritos como un inesperado testamento que dará cuenta de quiénes serán los favorecidos en una hipotética herencia.

Guiones solitarios ofrece a sus lectores la esencia misma de lo que es escribir, narrar para el deleite de quien no se conforma con menos. Aquí puede verse perfectamente una pluma depurada, que incluso, halla de manera sutil, la incorporación de la denuncia y la crítica a la situación política tan en boga hoy día en nuestro país, sin que ello se transforme en el asunto primordial de lo que se cuenta. Un simple guiño para tomar postura ante una realidad latente.  Una lectura más que recomendable.

1 nov 2012

Violencia en la literatura


Yo por él no siento compasión,
nunca en vida él hizo algo por mí.
Si es entre él y yo la selección,
no me dolerá verlo morir.
Sicarios, Rubén Blades.

El fin de semana pasado lo único disponible para ver en el cine era “El cartel de los sapos” —al menos en el horario en que yo llegué—, una adaptación del libro homónimo de Andrés López López. No lo he leído y en mi oficina ya tengo la segunda parte del mismo libro (que tampoco he leído). Lo cierto es que entré con cierta aprehensión a la sala, porque para ver una película violenta, me basta con caminar por Caracas (que cerró el mes de octubre con 532 muertes violentas), y estar atento, o leer la prensa, o escuchar el cuento de cualquier vecino. Pero en fin, cotufas en mano, me dispuse a pasar el rato. Buena producción, buenos efectos, buenas actuaciones...

Pero no voy a hablarles de cine y de la película en cuestión, voy hacerlo sobre un tema que me rondaba la cabeza después de tres lecturas que hice, todas con un elemento en común: la violencia. Digamos que la película me dio el último impulso para hacerlo. En todo caso y para entrar en materia, la violencia existe desde que el ser humano hizo su aparición triunfal sobre la tierra, por las razones que sea, y no me extiendo aquí pues desde esta perspectiva, es más un asunto antropológico que literario. Pensemos pues en los grandes clásicos griegos, en La Odisea, en La Ilíada, y un largo abanico de buenos ejemplos en donde la violencia forma parte sustancial del mundo narrado (vaya violencia la de los dioses griegos). Es una suerte de germen, de código genético que acompaña a nuestra raza.

Me arriesgo entonces, y sin intención de ser axiomático, a comentarles sobre la violencia en la literatura, y particularmente, en las novelas La virgen de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo; Plata quemada (1997) de Ricardo Piglia y El amante de Janis Joplin (2008) de Élmer Mendoza. La novela del oriundo de Medellín, también fue llevada al cine alcanzando premios importantes y la historia se desarrolla en su pueblo natal, en donde la mafia, las drogas, el sicariato y la homosexualidad son los temas principales. La rudeza del lenguaje utilizado, enmarca a la perfección todo el entorno hostil y decadente de sus personajes, empezando por Fernando, que siendo ya un adulto, intelectual él, quien exclama molesto: “¿Yo un presunto sicario? ¡Desgraciados! ¡Yo soy un presunto gramático!”, termina envuelto en ese mundo maltrecho de la mano de su amante, Alexis, un analfabeta y joven sicario.

Plata quemada, por su parte, no deja ser menos violenta que la anterior, más aún si tomamos en cuenta que está basada en un famoso asalto que se dio en Buenos Aires a mediados de la década de los sesenta. Al margen del tiempo que el autor tardó en escribir la novela y del proceso de investigación que le imprimió a su trabajo, el perfil de los personajes y la manera en que está presentada la historia, dejan muy en claro que la violencia se repotencia en sí misma, justificándose para lograr su objetivo, sea cual sea, matar a alguien por encargo, o hacerse del botín del banco a toda costa. Hay algunos elementos dentro de la novela que te arrancan una sonrisa, particularmente cuando los delincuentes conversan entre ellos o enfrentan a los policías. Esto también se puede ver en mayor grado en La virgen de los sicarios, cuando Fernando con toda su cultura a cuestas, tiene que bajar los escalones del saber para interactuar con su entorno. Estos pequeños atisbos de humor están allí para paliar un poco, el arsenal de situaciones de extremo dolor y violencia que ambos textos salpican la lectura de principio a fin.

El caso de El amante de Janis Joplin, no es cuento de hadas en comparación a los anteriores, pero tal vez eso que mencioné en el párrafo anterior como “atisbos de humor”, están más exaltados aquí pues su personaje principal David Valenzuela (el tonto del pueblo, alias el “Sandy”), después de cobrar su primera víctima fatal de manera fortuita al meterle un peñonazo fulminante a uno de los Castro (no tiene que ver con los de la isla), su otro yo, su parte “reencarnable” como dice el texto, habla con él, lo incita a delinquir, lo acosa mentalmente a que se vuelva un chico malo (que de hecho no es, pero tampoco es normal), en una ciudad como Sinaloa que al menor parpadeo la violencia te arrastra contigo.

Estas novelas tienen tres puntos en común: la violencia como motor principal de todas las acciones: dice Dorda (en Plata quemada): “La maldad —muy acelerado con la mezcla de la anfeta y la coca— no es algo que se haga con la voluntad, es una luz que viene y que te lleva”.  Alexis en La virgen de los sicarios: “corrió hacia el hippie, se le adelantó, dio media vuelta, sacó el revólver y a pocos palmos le chantó un tiro en la frente, en el puro centro, donde el miércoles de ceniza te ponen la santa cruz”.

Como segundo punto, esa extraña voz que los acompaña en sus fechorías, ese otro yo hablante que los instiga y atormenta en sus pensamientos: David dice: “traigo el diablo en la cabeza”, la misma que le decía que “se dejara de pendejadas, que se acostumbrara a su presencia, que sus miedos le importaban un carajo”. En Plata quemada: “Los que matan por matar es porque escuchan voces, oyen hablar a la gente, están comunicados con la central, con la voz de los muertos, de los ausentes, de las mujeres perdidas, es como un zumbido, decía Dorda, una cosa eléctrica que hace cric, cric adentro del mate y no te deja dormir”.

El tercer punto tiene que ver con el profundo sentido religioso que acompaña a sus personajes: “El Nene se tocó la medallita de la Virgen para darse suerte y se largó a la calle. Era tan flaco y tan frágil y estaba tan drogado que parecía un enfermo...” (en Plata quemada);  dice el Cholo, tocándose (en La amante de Janis Joplin) “la estampita de los santos patronos de los narcos: si todo sale bien, Malverde bendito —se dirigió al ánima que cada vez ganaba más terreno como santo de la raza—, cuenta con tus veladoras y una lana en tu capilla”. Y en La virgen de los sicarios, “Virgencita niña, María Auxiliadora que te conozco desde mi infancia, desde el colegio de los salesianos donde estudié; que eres más mía que de esta multitud novelera, hazme un favor: que este niño que ves rezándote, ante ti, a mi lado, que sea mi último y definitivo amor, que no lo traicione, que no me traicione, amén”, dice Fernando, mientras Alexis, lleva “tres escapularios, que son lo que llevan los sicarios: uno en el cuello, otro en el antebrazo, otro en el tobillo y son: para que les den el negocio, para que no les falle la puntería y para que les paguen”. Y no puedo dejar de mencionar al Sandy (David, en El amante de Janis Joplin), que a pesar de su deficiencia mental, usaba “sus dos cadenas: una con la virgen de Guadalupe y otra con San Judas Tadeo”.

Son infinitos los ejemplos y paralelismos existentes entre estas novelas, que de por sí, merecen cada una por separado, una aproximación más detallada. Esta escueta reseña que utiliza el tema de la violencia en la literatura como eje principal, puede ampliarse mucho más con otros textos que van en el mismo orden de ideas, tales como Rosario Tijeras de Jorge Franco; Animal tropical de Pedro Juan Gutiérrez, textos que no he leído pero que entiendo llevan el tema de la violencia en cada una de sus páginas, o el mismo libro testimonial de Roberto Saviano: Gomorra (que sí leí), pueden funcionar perfectamente para ampliar el tema. Ahora, me pregunto y especulo un tanto: ¿se podrá hablar de una estética de la violencia? Aún no tengo una respuesta, pero lo que sí es cierto, es que cada autor y sus textos, utiliza la violencia como ¿herramienta? discursiva, tal vez para denunciar o simplemente contar lo que la realidad coloca en sus narices, la cual trasciende hasta convertirse en literatura.  Hago otra pregunta: ¿pudiéramos llamarlas novelas de reconstrucción social? No lo sé, pero como bien dice Vallejo en su novela: “Cuando a una sociedad la empiezan a analizar los sociólogos, ay mi Dios, se jodió, como el que cae en manos del psiquiatra”.


Infimo glosario:

La tartamuda: la metralleta
María muñeca: ¿hace falta decir qué es?
Un cana: policía
La finada: la muerte
Gonorrea: el insulto más fuerte en cualquier barrio de Medellín.
El muñeco: el muerto
Un camello: un encargo, un trabajo.
Hijoeputa y malparido: “las infaltables delicadezas sin las cuales esta raza fina y sutil no puede abrir la boca”, dice Vallejo.