28 sept 2009

El dinero del diablo


En mi caso particular todo lo que aborda el tema religioso teniendo como foco el Vaticano me despierta suspicacia. Aquellos hombres, siervos de Dios inmaculados, correctos, incorruptibles y que demuestran una exacerbada santidad hacia el mundo entero, me parece, buenísimo sí, pero utópico e imposible a la vez. Tanta perfección se me antoja truculenta.


Previo a leer El dinero del diablo de Pedro Ángel Palou, el año pasado me leí El poder y la gloria de David Yallop. Y fíjense ustedes que dentro de la bibliografía de Palou figura dicho libro. Si la obra de Yallop, siendo netamente documental impresiona por lo que dice, el texto de Palou, El dinero del diablo, genera la misma impresión y despierta esa suspicacia que comenté al principio, a través del mundo ficcional que allí se expone teniendo como soporte una serie de personajes y eventos reales de la historia canónica.


En El dinero del diablo, se entrelazan dos historias que en principio pudieran sentirse muy distanciadas la una de la otra, tanto por razones temporales como por la historia per se de cada una. La narrativa poco o poco nos lleva a encajar los cabos sueltos para entender el por qué de las intrigas vividas en el Vaticano desde momentos previos a la II Guerra Mundial, razón por la cual la presencia de Hitler como de Mussolini es inevitable para el entendimiento de la trama, y para el develamiento de los espeluznantes y macabros asesinatos en las habitaciones del Vaticano.


Justo en estos sangrientos sucesos, entran la pericia del padre Gonzaga y la habilidad analítica de Shoval, una exótica forense israelí, para aclarar los asesinatos. El padre le dice a Sor Edith (Shoval disfrazada de religiosa): “Confiaban en el secreto vaticano. Nada, prácticamente nada, sale de estas paredes. Éste es un Estado, recuérdalo, con sus propias leyes, su propia guardia, y está lleno de fango. Un fango, sin embargo, que ensucia a muy pocos”.


Desde el complot para asesinar a Pío XI, hasta la secuela que dicha situación produjo en el Vaticano del presente, incluyendo el asesinato de Jonathan Hope, entre otros religiosos, están inmersas en El dinero del diablo. Un libro que va de intrigas religiosas hasta momentos históricos del siglo XX, como por ejemplo el referido a “La noche de cuchillos largos”. Una novela producto de una evidente y acuciosa investigación que resultó finalista del Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta Casamerica 2009.

25 sept 2009

La negación de los productos

No sé si a ustedes les ha sucedido esto. Es la clásica situación en la que, por razones desconocidas, el producto de su deseo, ocasional o no, se les escapa de las manos. Dicho de otra manera, usted se empeña en comprarse cualquier pendejada y por aquellas cosas de economía o de conciencia, termina por dejarlo en el estante, anaquel, o peor aún, en la propia caja registradora. Esto a mí me ha sucedido un montón de veces con tres productos en particular. Uno de ellos me lo he inventado por mero ocio, capricho o porque en más de una oportunidad, me he figurado con dicho objeto en un futuro lejano, macerando mi vejez con el recuerdo de cosas que hice y no hice; por cosas que pudiendo haber hecho no se concretaron pero que dieron paso a otras experiencias trascendentales y otras totalmente inútiles.


Para los amigos de otras latitudes, la isla de Margarita, Estado Nueva Esparta, es uno de los principales paraísos turísticos de Venezuela (aunque cada vez menos por la inseguridad), bien por sus playas, los precios exentos de IVA (Puerto Libre) y las noches prometedoras de un desnalgue bárbaro, es decir, fiesta, rumba, etc. Aquí es donde siempre he sufrido –en parte– de este síndrome de la negación del producto. Independientemente del local comercial que escoja, bien sea Sigo, Rattan o cualquier licorería, siempre he tomado una botella de Swing, de whiskey, y muy orondo la coloco en el carrito de compras mientras el inmenso arsenal de confites importados y productos varios se van reflejando en mis pupilas. Luego comienza la inevitable reflexión sobre el potencial y dionisiaco producto: “Para qué te vas a comprar eso si tú no tomas… Con eso te puedes comprar otra cosa…” y otros pensamientos en el orden de patatín y patateros. La calculadora mental empieza a exprimir números de mis neuronas hasta que sucumbo a su voluntad. Si esto es teniendo el dinero para poder comprar la susodicha bebida, no me imagino sin él. Ahí me ves entonces, dejando a la pobre y desolada botella arrinconada con otros objetos devueltos por otros clientes que padecen del mismo síndrome.


El otro producto que cae en esta patética categoría de la negociación es un libro. Sé que muchos me siquitrillarán y lo entiendo. Me dirán “cómo es posible que un tipo como tú y tal, no lo hayas leído…” Sin embargo, en mi defensa debo decir que es imposible haber leído todo. El caso es que Coetzee me huye, o no sé si yo le huyo a él, son innumerables las veces que he tenido en mis manos su texto intitulado Desgracia, que, irónica y “desgraciadamente”, no compro para darle paso a otros libros menos a ese. Y ojo que la edición de De Bolsillo es económica. ¿Será que me resisto a comprarlo porque muy bien la editorial pudiera enviármelo sin costo alguno? ¿soy tan miserable así o la casa editora bulle de egoísmo? Aclaro: lo intenté varias veces pero caso omiso con mi solicitud. Una persona muy reconocida en el mundo del libro en Venezuela, me dijo, que “con tu programa no hace falta que compres más libros, los pides a las editoriales y ya”. Sí y no, algunos me llegan gentilmente de algunas editoriales –libros que leo, reseño y comento en mi programa– y otros que en definitiva debo comprar. En todo caso, asumo mi culpa y espero más pronto que tarde excluir a Desgracia de la negación de los productos.

Por último, si de estulticia e inutilidad se llama, este último producto se lleva todas las preseas olímpicas de mis caprichos. A ver, cómo les explico… Imagínense ustedes a un tipo que medianamente trata –cada vez menos –de mantenerse en forma haciendo al menos treinta minutos de ejercicio, que no fuma y que cuando lo ha hecho, ha fumado un cigarrillo Light cada cinco años y porque sucumbe a la estúpida tentación. El hecho es que tomo una pipa en las manos, la huelo, olor a madera nueva o al material que sea. Qué bella, qué linda. ¿Cuánto cuesta? –pregunto. Me quedo perplejo con que el vanidoso antojo sea tan costoso. En sueños huelo las picaduras de vainilla y chocolate. Me hago el loco y le devuelvo el producto como quien no quiere la cosa al encargado de la tienda y bye bye. Me digo a mí mismo que no me hace falta, cosa cierta. Pero qué ganas de experimentar las volutas de humo en un posible momento de relax tan necesario al final de la jornada diaria. Algún día.

PD.
Los números impares se me antojan mejores pero había olvidado que existe también un cuarto objeto que ha sido –afortunadamente– víctima del síndrome en cuestión. Creo que la triste gráfica habla por sí misma. En mi vida es disparado una y no es que me interese el tema bélico y de la pólvora, pero cuando uno ha sido víctima del hampa piensa en que hay que tener una. La muerte no me va, al menos no así. Ya en varias ocasiones he sentido el frío metal en mi cabeza y no hay nada más cercano a la pelona que eso. Creo que como sibarita me muero de hambre, digo, por los tres primeros productos no por este. Me niego, y en contradicción al síndrome de la negación de los productos, no quiero un arma, quiero la tranquilidad perdida que por “desgracia” parece no estar en venta en ninguna parte.
Preferí recortar la imagen del arma porque hacia el fondo se veía el occiso bañado en su propia sangre. En este caso el hampón consiguió su propia medicina en alguna calle caraqueña.

24 sept 2009

Escritoras venezolanas del siglo XIX


En el día de ayer fue presentado en los espacios abiertos del Grupo de Empresas Econoinvest, el libro Escritoras venezolanas del siglo XIX, de María Eugenia Díaz S. de Sánchez. Libro que está editado por la Fundación para la Cultura Urbana.


Las palabras de apertura las dio la profesora Gloria Cuenca, quien más allá de sufrir una aparente jugarreta de las hojas que parecían esconderse tras sus manos para evitar ser leídas, su elocuencia dejó muy en claro tanto su lectura, como la joya literaria que representa el trabajo de la autora.


María Eugenia Díaz S. de Sánchez, por su parte, agradeció a los presentes y no pudo contener sus lágrimas al dedicar su libro a un ser muy querido, que dada su conmoción, no pude escuchar de quién se trataba. Ya conversamos con ella para tenerla como invitada en Librería Sónica una vez realizada la lectura. Para mayor referencia del texto y como bien indica el boletín informativo de la propia editorial, “en esta investigación la autora reflexiona en torno al rol de la mujer venezolana en el siglo XIX a través de un conjunto de escritoras venezolanas, cuyas fechas de aparición en el registro hemerográfico datan entre 1839 y 1899…”


Vino para todos y lectura pendiente.


23 sept 2009

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina


Concluí con la segunda entrega de la trilogía Millennium: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina. La intensa aventura vivida por su protagonista Lisbeth Salander me obligó a continuar con la lectura desde las tres de la mañana. Ya a las seis había finalizado con la página 749 e inevitablemente sentí la necesidad de darle paso al tercer tomo de la saga de Stieg Larsson. Es sólo cuestión de días, tal vez de horas, cuando de seguro vaya a por él.



Así como en Los hombres que no amaban a las mujeres, en esta segunda parte las emociones continúan haciendo de las suyas para atrapar al lector. Lisbeth Salander después de las terribles situaciones por las que pasó, decide tomarse unos merecidos días en el Caribe, especialmente en Las Bahamas. No obstante, parece que las circunstancias extremas la persiguen y en aquel apacible lugar comienzan a darse situaciones de las cuales también debe tomar partido.




Por su parte, Mikael Blomkvist continúa con sus labores en la revista Millennium y ve con agrado el resurgimiento de la misma. A la par se hace de valiosos periodistas dentro de su staff de trabajo y a través de uno de ellos llegan a un aberrante caso que va a desencadenar todas las historias del texto: el tráfico de mujeres para la prostitución o como bien se indica en el texto, el traffiking.




Surge así un caudal de personajes policíacos que va a girar en torno a un brutal triple asesinato que de a poco, nos lleva a desentrañar el terrible pasado de la infancia de Salander, hasta el punto de dejarnos con la angustia por descifrar un gran enigma que sólo hacia el final –como era de esperarse– es develado, eso que insistentemente es soltado en pequeñas cápsulas como “todo lo malo” que vivió Lisbeth Salander.




El caso abierto de Nils Bjurman que viene desde Los hombres que amaban a las mujeres, consigue su desenlace en esta segunda novela. Tal vez no de la manera que el lector hubiera deseado, pero no alejado de hacerse justicia. Lisbeth sigue siendo una gran heroína, atípica por su apariencia física, pero heroína al fin y en La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina demuestra por qué. En esta entrega se dan situaciones tanto inesperadas como espeluznantes y que en momentos particulares rayan en lo sobrenatural: “Una cosa estaba clara: ese ser no pertenecía a este mundo. Era un monstruo surgido del infierno”. Para que el mismo Vargas Llosa haya sucumbido a la trilogía Millennium es por algo. Como bien dijo en relación al trabajo de Larsson: “Como todas las grandes historias de justicieros que pueblan la literatura, esta trilogía nos conforta secretamente haciéndonos pensar que tal vez no todo esté perdido en este mundo imperfecto y mentiroso que nos tocó…Bienvenida a la inmortalidad de la ficción, Lisbeth Salander.”




Qué mejor manera para referirse a esta trilogía. Es una lectura que mantiene la expectativa en alto y a mi juicio no tiene desperdicio. Cada vuelta atrás en el pasado es por algo y mientras más se hurga en él, más desgarrador nos resulta lo que hallamos.

21 sept 2009

Equinoccio de Poesía

EL EQUINOCCIO DE POESÍA SERÁ EL 6 DE OCTUBRE a las 7 pm. en Ciudad Banesco. Allí tendrá lugar la presentación audiovisual y el diálogo con los autores de los tres poemarios de la Colección Papiros 2009: Edda Armas, Rafael Castillo Zapata y Luis Moreno Villamediana. Serán proyectados videos breves de cada obra, diálogos entre el autor y su presentador respectivo y la lectura de algunos poemas. Será una velada con un verdadero EQUINOCCIO DE POESÍA. Además, toda la poesía del catálogo estará a la venta con llamativos descuentos.

18 sept 2009

Sylvia


Hice el ejercicio: releí Sylvia teniendo como fondo musical a Gershwim, me olvidé de Woody y su Manhattan. Tal vez por capricho seleccioné la música o porque en el poema IV, el poeta alude a esta célebre pieza. Fue un gusto encontrarme después de tanto tiempo con la poesía en prosa, manejada en este caso, con una contundencia carnal que evidencia que no hay improvisación alguna sobre lo que el poeta, más que decir, sentía.


Quien ligeramente sucumbe ante la poesía y más aún si va en prosa, no puede dejar de pensar en Baudelaire, que muy seguramente recibió inspiraciones teniendo a la vista algún lago de la campiña francesa, o del bien conocido Lago Lemán, referido también por Voltaire y Rousseau. Este hecho geográfico no pasa de largo en el caso de Valmore Muñoz Arteaga, en donde un lago –seguramente el Lago de Maracaibo– está presente como un sutil detalle de pertenencia: “La realidad, la maldita realidad de cuerpo negro, donde la luna se para y deja su danza guindada sobre el cutis del lago”. Esa nocturnidad, es lo que está presente a lo largo de Sylvia marcando la voz desesperada del poeta.


El texto está repleto de emociones encontradas, así el dolor y el placer se dan la mano para cantarle a una musa, que es más carne que entelequia en la mayor parte del texto, pero que en determinadas ocasiones esta relación se invierte puesto que el objeto del canto, la mujer amada, Sylvia, ya se evidencia lejana: “los gritos desesperados de esta soledad (la del poeta) que sólo reconoce las cosas de este mundo por tu nombre”. Más adelante dice: “me despides, ahora, en un interminable mar de fantasmas y cosas que pasaron”.


Hay una relación orgásmica explícita que acompaña al objeto placentero del poeta –y los ejemplos sobran– como un tratamiento sensorial que se aposenta en lo literario, en lo poético. Los siguientes versos insisten en esa mujer ya etérea, no por ausencia de cuerpo sino por su distanciamiento y complementa esta idea que va en el orden de la palabra sembrada de erotismo: “No tengo otra meta que acariciar en el vacío la forma divina de tus senos, montañas boscosas donde han desaparecido tantos besos. Duros como esta certidumbre de perderte…”

El poeta, verso a verso, va expiando su pena. Le habla a su propio dolor ya que Sylvia es fantasma. Ha quedado en el pasado que no en el olvido y se regodea en su desesperada pérdida: “Sólo a través de la palabras te poseo” y por más que la llame, que la invoque a través de incontables memorias pasionales, ella sigue inalcanzable.


Esa nocturnidad que mencioné líneas atrás, marca una relación simbiótica con Sylvia. Ella es noche, es oscuridad a través del delirio pasional del poeta y es cerrando sus ojos como éste puede alcanzarla nuevamente: “Cierro mis ojos para perderme entre cada palpitación de tu sexo. Cierro mis ojos para existir entre las apariencias. Entre esta dolorosa existencia diaria”. Luego dice:”Tú Sylvia, río de oscuridades, música de la noche”. Se transforma en “espiga milagrosa”, es poseedora de una “belleza demoníaca” y cuando está desnuda proyecta una “plegaria infernal”. El poeta se rehúsa a despertar, a recibir con alegría el amanecer que se le antoja despreciable. Quiere eternizar la noche para continuar su ensueño, ese paraje en el que Sylvia siempre estará presente: “Que nuestro linaje camine junto para vencer la vida, para permanecer en la noche… No me abandones en la luz. No me dejes olvidado en la luz…a través de la noche, Sylvia, eres profundamente real…”


Valmore Muñoz Arteaga me hizo llegar con un exceso de humildad su trabajo Sylvia –cosa que se agradece– y cabe decir que al entrar en él, la lectura se me dio de un solo tirón. No había otra manera de hacerlo, pues de haber sucumbido a la más mínima pausa, el ritmo avasallante que impone con sus versos tal vez se hubiera visto afectado. Hay que seguirle los pasos a la poética de Valmore y acercarse a sus ensayos que de seguro deben traer su particular sello. En cuanto a Sylvia, es una lectura que recomiendo y de la cual se pueden sacar otros temas que no toco aquí para hacer honor a la brevedad. Cierro con este verso en donde la entrega y el sometimiento pasional que despierta Sylvia es innegable: “Hazme un instrumento de tu placer inconfesable”.

17 sept 2009

II Concurso de poesía Librería Sónica


Para celebrar el segundo aniversario del programa radial Librería Sónica, convocamos a un concurso de poesía, bajo las siguientes bases:

1.- Podrán participar las personas que así lo deseen, residentes o no en Caracas, Venezuela.

2.- La extensión del poema no deberá exceder una hoja carta, manuscrita o impresa. En este último caso, debe hacerse a doble espacio, con tipografía Arial 12, en idioma español.

3.- El tema del poema es libre y podrán enviarse hasta 3 poemas por autor, el cual debe estar identificado en el mismo correo electrónico.

4.- El premio único consiste en la publicación del poema en el blog Librería Sónica y en el grupo de Facebook; una invitación al programa y la lectura al aire del poema ganador y las menciones seleccionadas, en caso de que existan.

5.- El jurado estará integrado por destacados poetas de amplia trayectoria, cuyos nombres serán publicados posteriormente.

6.- La fecha de recepción inicia en la fecha de publicación de estas bases y finaliza el domingo 15 de noviembre. Los poemas deben ser enviados a la dirección de correo electrónico:libreriasonica@gmail.com, colocando en el asunto II CONCURSO DE POESÍA LIBRERÍA SÓNICA, seguido de su nombre. En el cuerpo del correo deben escribir nombre y apellidos; número de cédula, ID, o pasaporte y teléfono de contacto.

7.- El veredicto se dará a conocer el domingo 29 de noviembre durante la emisión del programa aniversario, y el poema ganador, como las menciones que hubiera, se publicarán en el grupo de Facebook y en el blog Librería Sónica durante la semana siguiente a la emisión del veredicto.

8.- Este concurso no podrá declararse desierto.

16 sept 2009

Polidipsia de breve angustia

no importa si muero de sed
si la resolana transforma mi piel en lija
y el polvo se torna
en el preciado líquido de mis entrañas


no importa aunque esto suene a Benedetti
si tus manos no le dan cobijo
a este moribundo cuerpo que vuelve del desierto
hecho un puñado de huesos

no importa todo lo demás
si ya en mi último aliento
en vez de suspirar y despedirme de la vida
digo tu nombre
para prenderlo en la eternidad de mi recuerdo

15 sept 2009

De los novísimos rebusques


Otro de aquellos artículos de mi vieja columna "Botando Piedra" y de cuando en Venezuela Bs.: 50.000 era bastante dinero. Como comenté en un post anterior, arrancaba mi veintena de años.


Somos creativos y lo demás es cuento. No me refiero al simple hecho de la concepción de un comercial de televisión, a la implementación de grupos policiales pitiyanquis que usan sombreritos a la tal, o al kitch insuperable del Mister Venezuela. No, no me refiero a esto, sino más bien, a los “tigritos” que cazamos en la selva de concreto para poder subsistir y a las novísimas modalidades de empleo colectivo.

Ya todos conocemos a los “perrocalenteros” –me disculpan si no se dice así– a los chicheros, a los camioneteros, a los heladeros importados de Trinidad & Tobago, a los ruleteros y a todos los sustantivos lexicalizados con el sufijo “eros”. Pero existen dos nuevas modalidades muy rentables en nuestra ciudad para ganarse la vida, las cuales se han desarrollado por lo menos de hace tres años a la fecha.

La primera modalidad, los “cargadores”: dícese de aquellos señores harapientos, mugrosos y apestosos que y que controlan el fluir de las “camionetitas”. Caracterizados por llevar en sus manos infinitos billetes de a cinco; gritar a todo gañote: “¡Atrás hay puesto, córranse pa’ tras!” y estorbar más que trabajar realmente. Ellos son como el comercial aquel que decía “En cada esquina hay uno”. Quizás hasta ya exista el sindicado de los “cargadores”. Utilizo este término porque el chofer del colectivo que me tocó enfrentar esa noche dijo: “¡Coño, cuántos cargadores hay aquí!”, ya que estos le caen como abeja a la miel o como mosca a la…, para agarrar unos cuantos centavitos. Si alguno de ustedes no ha logrado identificar a estos humildes trabajadores, les doy otra pista. Son aquellos que gritan: “Paraíso, La Vega, Redoma La India, Montalbán…”: o “¡Avenida Libertador, Los Ruices, Boleíta…!” Una pregunta que siempre me he hecho es esta: ¿Ellos nos cargan para subirnos a la “camionetica”? Qué manera tan subliminal de llamarle así a unos simples “martillos” (ojo, en el sentido del que pide y fastidia).

La segunda modalidad: “epilépticos especializados”: dícese de aquellos motorizados provistos con ciertas cantidades de “Alka-Seltzer” en los bolsillos para poner a prueba sus capacidades histriónicas en cada oficina que visitan. Caracterizador por llevar consigo, a) casco en pésimas condiciones, b) portafolio de cuero barato, c) seguro social, y d) por supuesto, sus respectivas “Alka-Seltzer”. El procedimiento consiste en hacer la mejor representación posible de un cuerpo poseído por un espíritu maligno, creerse una aspiradora humana que se arrastra por el piso y como quien no quiera la cosa, meterse en la boca, hecho el paisa, la pastilla para botar más espuma que cerveza batida. En otras palabras, montar la mamá de los paros para que le den dinero.

Una vez apaciguado el demoníaco espíritu que se apodera del pobre infeliz y rodeado éste de toda la multitud, comienza a chapear con el récipe: “El medicamento tal me cuesta, el otro tanto y el otro tanto”, logrando con ello recaudar la módica suma de Bs. 50.000 aproximadamente (nada mal para un espectáculo de escasos treinta minutos) y el muy enfermito se marcha con el dinero. Ahora tendremos que tomar clases de teatro y oratoria para poder conseguir un dinero extra que no le caen mal a nadie: ¿malo?, ¡malo no es!

10 sept 2009

La belleza de las palabras

Estaba embelezado con la música y la voz de Joss Stone, mientras en mute, veía el popular concurso de belleza que tanta satisfacción ha dado a los bisturíes venezolanos. Piernas largas y prominentes, peinados exuberantes y algunos realmente ridículos, un caminar seductor ante la mirada atenta de millones de televidentes.

Me invade el cínico pensamiento de un trastabilleo y de un platanazo en el escenario, así como de alguna silicona rebelde –a lo Janet Jackson– que quisiera saludar a las cámaras. Callo a la preciosa Joss Stone y escucho las respuestas de las cinco finalistas. Es el momento cumbre, el momento de reír a carcajadas como si estuviera presenciando algún espectáculo Les Lutheriano. La gran mayoría de las veces no existe sincronía alguna entre la beldad de esas imponentes mujeres recién salidas de la adolescencia y lo que dicen.
No obstante, noto que todas quedaron ilesas, unas mejores que otras, pero libres de culpa y chanzas que pudieran causar por la eternidad alguna desatinada respuesta. Así como la de aquella candidata –no recuerdo ni el año ni el país que representaba– que ante la pregunta ¿a qué ciudad del pasado viajaría y por qué? (algo así), respondió esta perlita, que discúlpenme ustedes, me causó un severo calambre en el abdomen de tanto reírme: “viajaría sin duda a Roma, a la ciudad en donde nació Jesús…” Hey!, yo sé lo de la presión y todo eso, cómo no… pero vaya barrabasada cristiana cometió esta niña, semejante herejía.
Vino así el momento de gloria, inédito, una venezolana coronando a otra venezolana. Estupendo, emocionante, lo admito. De la alegría la corona rodó o estuvo a punto de rodar. Aquel par de carajitas, señoritas disculpen, se abrazaron y brincaban exhibiendo una inmensa sonrisa digna de un dentífrico. Vi a una feliz Stefanía Fernández y me llevé a la mano la prensa del día. Le permití a Joss seguir cantando con su portentosa voz. Dentro de las variopintas gráficas, me quedé prendado a la correspondiente a una marcha realizada el día anterior al Miss Universo: una periodista, una mujer venezolana intentando hacer su trabajo mientras un comandante de la Guardia Nacional, de apellido Benavides, recuerdo que con micrófono en mano y con un exceso de misoginia, daba instrucciones para que la detuvieran o la alejaran de él (como los subalternos no le pararon bolas luego dijo, “bueno está bien, déjenla”)…Mientras a Stefanía le lanzaban flores en Las Bahamas, a la periodista le lanzaban bombas lacrimógenas en plena Avenida Libertador. A Benavides le faltó eructar como lo hizo Carlés hace unos años atrás frente a las cámaras de televisión, célebre. Sé que suena grotesco decir que las mujeres, y en especial las venezolanas, tienen bolas, pero es que no hay mejor manera de decirlo en nuestro léxico caraqueño, qué arrechas son: bellas y echadas pa’ lante.


Pasaron los días y parece que la belleza insistentemente sigue buscando algo en medio del caos que reina en este país. Primero fue Stefanía y luego el destino buscó al poeta Rafael Cadenas otorgándole el valiosísimo e importante Premio Feria Internacional del Libro de Literatura y Lenguas Romances 2009 (antes Premio Juan Rulfo). Estaba escuchando a Chet Baker cuando recibí la noticia y en automático me fui al recuerdo del seminario poético en el que participé y era el propio Cadenas quien nos llevaba de la mano remembrando poetas de antaño. Es increíble cómo a pesar de las adversidades, de las innumerables vicisitudes por las que pasamos los venezolanos, aún así se abren paso en el mundo no sólo con la belleza, sino también con la palabra y el pensamiento, que de manera sublime, es también belleza. Obviemos el tema deportivo, y en especial el béisbol, en donde muchos coterráneos van de la mano con jonrones, “nohit-norrunes” y dólares. Ya nos acostumbramos a ver esa cantidad astronómica de ceros a la derecha. Ahora le tocó a la cultura llevarse unos cuantos verdes más que merecidos: los correspondientes a las corcheas del maestro Abreu y los del poeta Cadenas gracias a sus versos.

8 sept 2009

El mundo según Cabrujas


Fabuloso, sencillamente fabuloso. Leer El mundo según Cabrujas es redescubrir su vigencia. Es entrar en un juego ficticio en donde la idea principal es saberlo vivo, como si estuviera escondido en algún lugar del Palacio de Miraflores, en La Casona o en cualquier lugar de Caracas, echándonos el cuento de lo que ve, y sobro todo, cómo lo ve. En esta recopilación de artículos llevada a cabo por Yoyiana Ahumada, sientes su particular y encajonada voz. Te habla y te hace reír con su mirada crítica y sagaz, en donde se reafirma que el humor es una contundente herramienta del intelecto. Su fina ironía se expande en todo el libro y a través de su palabra mordaz, nos lleva a la inevitable reflexión de lo que somos como país, al cual él mismo llamó “provisional”, o como un “campamento” en donde “El estado venezolano actúa generalmente como una gerencia hotelera en permanente fracaso a la hora de garantizar el confort de los huéspedes”.


Al terminar de leer este libro usted queda adicto a su prosa, al prodigio de su palabra, e irremediablemente vuelve las páginas hacia cualquier artículo para hacerse la idea de que este venezolano insigne sigue escribiéndonos, haciendo la denuncia tan necesaria a cuanta ineptitud se ve en las cúpulas del gobierno. En sus palabras es más que elocuente: “Nadie duda de que el presidente lleva el capote. Pero la corrida necesita críticos si quiere pasar a la historia. Alguien debe decirle al matador lo mal que lo está haciendo, para ver si empareja la lidia en el próximo toro, para ver si enmienda, si razona, si practica su arte con la dignidad del caso”.


Al leer El mundo según Cabrujas usted pudiera preguntarse si de verdad José Ignacio está muerto, si no es una estratagema del marketing tan necesario hoy día para darle fuerza de ventas a un libro por encima de otros, con la consabida trampa, de que Cabrujas no estaba muerto sino de parranda, como complemento publicitario. Dicho de otra manera, este prolífico autor, más allá de haber sido un letrado y un intelectual, era un visionario. Si esto no fuera así, ¿por qué esa sensación de que cada uno de sus artículos parezcan un calco de la actual y apremiante realidad venezolana? Y la respuesta resulta tristemente obvia: somos los mismos, nada ha cambiado. Si antes Cabrujas denunciaba y criticaba a RECADI, qué no diría hoy día de CADIVI: de aquel organismo estatal dijo que era “el peor pozo de corrupción “legal” vivida en una nación en esta parte del mundo”; si antes criticaba al Congreso de entonces, qué no diría del actual si aquello era “una sociedad de amigotes aburridos de tanto verse la cara y tanto hablar las mismas pendejadas” y sin ir muy lejos, si antes no hubo semana que no criticara a Carlos Andrés Pérez, qué no diría del actual gobernante, que, irónicamente, llegó a manifestarle al propio José Ignacio Cabrujas a través de una carta firmada por varios militares presos desde Yare, que continuara empleando esa “arma permanente y definitiva de la palabra. Para hacer esta guerra de todos nuestra única recomendación es no parar de escribir”. Carta además donde el mismo grupo de militares, hablaban de “rescatar la dignidad y construir la Democracia”. Habría que preguntarle a los presos políticos, a los periodistas autoexiliados y a los diversos medios de comunicación acosados por el gobierno, si eso es “digno” y “democrático”, y si la “palabra” como elemento combatiente tiene las mismas libertades que antes. En El mundo según Cabrujas se reitera, como bien decía su autor, que Venezuela sigue siendo un país de “mientras tanto y por si acaso”. Lectura obligatoria y sin desperdicio.

7 sept 2009

Botando piedra

Revisando papeles y más papeles, me encontré con dos artículos que escribí en el periódico Letras hace muchísimos años. Fueron los únicos que pude rescatar de aquel ataque mortal de polillas que ya he mencionado en otras ocasiones. Todos los demás artículos quedaron en el olvido, puesto que ni respaldo digital tenía de los mismos. Si mal no recuerdo –la amarillenta hoja no indica la fecha– sería el año 1993 o 1994 por lo cual tendría unos 20 o 21 años.

Este es uno de ellos.




Botando piedra

En el marco del Mes del Artista Nacional sólo tuve la oportunidad de ir a ver un espectáculo, que por ser el único al que iba a asistir, tenía que ser el mejor o uno de los mejores, pero claro, sin menospreciar a los demás artistas que sobreviven trabajando la cultura o con la cultura en nuestro país.

Se trata de Yordano. A muchos nos trae gratos recuerdos y a otros no –a los que no, no nos interesa. Recuerdos de una buena revolcada con una “Perla negra” o de “Una cara bonita” que no suele faltar entre los avatares amorosos. Seguramente se preguntarán por qué ese título tan ígneo y he aquí la explicación: mientras hacía mi cola en frente del muy conocido Teatro Nacional, con mi walkman a medio volumen, mascando una bola de chicle y tragando humo, por demás, sucedió algo nada insólito en nuestra capital y quizás en el país entero: un señor de unos cuarenta años de edad empezó a hablar –perdón– a gritar en voz alta sus pensamientos: “¡Este país es una mierda! Los políticos nos dejaron sin un coño! ¡Los niños se mueren de hambre y ustedes haciendo una cola pa’ entrá a una fiesta…qué bolas!” Estos célebres enunciados con gran poder semántico representan el tres por ciento de lo que dijo aquel señor. Me sentí como un paria de la vida al verme muy tranquilo en mitad de la cola escuchando tales y cuales verdades. Algunas personas se reían de su creciente afonía, parecida a la de los perros cuando ladran y ladran sin poder exhalar un centímetro cúbico de oxígeno. A los quince minutos salieron los gorilas de seguridad para controlar la situación justo cuando ya terminaba su discurso catártico. Supongo que tuvo suerte de concluir a tiempo su ensartada virulenta, porque si no, la pela iba a ser buena.

Todo volvió a la normalidad y la gente se ordenó en la cola. Le subí el volumen un poco más a mi aparato para disipar de mi memoria lo ocurrido, pero Caracas no me otorgó ese lujo: a escasos cincuenta metros de mi espalda “sonó un disparo como un cañón” –como dice la canción. Algunos se inclinaron un poco y otros se tiraron al suelo. Entre el tumulto de mirones que siempre aparece de la nada, pude observar a la víctima. Había sido esposado por los “efectivos” policías, que mientras lo llevaban la módulo, le propinaron unos cuantos puntapiés. El rumor que llegó a mis oídos indicando cuál había sido el móvil delictivo fue: “se robó unas canillas”.

Ya la piedra la tenía setenta y cinco por ciento afuera. El porcentaje restante lo boté aquí: instalado en el último balcón del teatro aguardaba impaciente a mi pareja. Le tenía su puesto reservado como era de esperarse. Justo cuando apareció después de una larga espera, a una chica muy simpática le dio “la grandísima gana de sentarse en el puesto vacío”. Intenté persuadirla para que nos devolviera el puesto pero fue imposible. Fueron unos cuantos minutos verdaderamente incómodos hasta que por fin a la muy viva le dio “la grandísima gana” de levantarse e irse. Tenía la piedra en la mano cuando empezó el concierto y tan bueno fue el mismo que la piedra se fue desmoronando.

Después del espectáculo recordé al señor que gritaba y al roba-canillas –lo del asunto no tuvo la mayor importancia. Me dije a mí mismo en el eterno monólogo de mi cabeza: “¿tendremos la culpa de todo lo malo que está pasando en Venezuela?” Sinceramente… creo que la tendremos en la medida que perdamos la fe en nosotros mismos y en la medida que dejemos absorbernos por el virus mortal del pesimismo. Mientras no sea así, qué va! Pero resulta inquietante ver todo lo que uno tiene que enfrentar hasta para ir a ver un concierto. ¡Un bravo para Yordano!

PD: ¡Qué arrechera lo de la silla!.

1 sept 2009

Mi pobre dedo jurásico

Tengo un pastiche de cosas en la cabeza, un montón de escombros que quiero relatar y honestamente no conseguí un orden específico para hacerlo. Lo cierto es que me tocó uno de esos días para el olvido, digno para quedar en el último rincón de los recuerdos. Claro, este tipo de día le toca a cualquiera y en peor grado, puesto que lo que a mí me sucedió, fue una verdadera tontería. Dicho en el mejor dialecto caraqueño, una pendejada.


El berenjenal de ideas se me presentó porque camino al aeropuerto, 5:00am para ser más específico, recordé que quería contarles sobre el tema de la inseguridad del país y del cinismo de nuestros gobernantes al respecto. También sobre el nuevo proyecto macroeconómico sobre el cual nuestra nación, no sé si afortunada o tristemente rica en petróleo, coquetea nuevamente con otras naciones haciendo lo que nuestros aborígenes hicieron hace quinientos años cuando Colón y su parranda de gallegos “nos descubrieron”: intercambiar productos, es decir, hacer trueque.

El caso más emblemático ya está en marcha, según entiendo, entre la hermosa isla de Quisqueya y nosotros: frijoles negros, caraotas pues, a cambio de petróleo. Lo de “hermosa” va sin sorna y petulancia, es así, porque la conozco. Su gente por demás es grata, divertidísima y amable, cosa que según dicen ellos mismos y gente de otros países, es una característica propia también de los venezolanos.

Gracias a dios que la ciencia ha avanzado mucho y los laboratorios químicos van de la mano con esta evolución. Si hay un tipo de producto que se consigue en diversas presentaciones, en su formato genérico o con marcas comerciales, son los antiflatulentos, porque con semejante tropel de granos que ya deben estar por llegar al país –si no es que ya lo hicieron– buena falta que harán. Con tanta tierra que hay ociosa por ahí, el gobierno ha expropiado haciendas productivas para dejarlas en la total inoperancia y para colmo, los dominicanos saldan su deuda con habichuelas que no con dólares.

No está mal, ojo, este alimento es rico en hierro y vitaminas, por cierto que a mí me quedan fabulosas cuando las preparo. Si estuviera en el comité económico que lleva las riendas del país, amén de esto, propondría que Juan Luis Guerra diera un concierto semanal totalmente gratis para acelerar el pago de la deuda. Y vaya si fuera visto con buenos ojos esta idea, por los cientos de fanáticos insatisfechos que quedaron como candado de quiosco, “guindao y por fuera”, cuando aún con boleto en mano “viapí” no pudieron entrar al poliedro de Caracas la última vez que estuvo Juancho por acá.

Les advertí que esto era un pastiche y por ahí saltó ya el primer desvío del tema principal. Decía de esos días que parecen advertirte algo, como si te dijeran “devuélvete, no lo hagas, te vas a joder…” Bueno, después de que llegara al aeropuerto, bajando del taxi vino el primer incidente. Lo pongo en diálogo y todo (el señor X soy yo, y el señor Y el taxista):

Señor X:
-Nos vemos mañana entonces a las 4pm. Donde siempre.
Señor Y:
-Cuente con eso, no hay problema.

Ya fuera del taxi y después de decir “nos vemos”, cierro la puerta, bueno, intenté cerrar la puerta del vehículo. Mi dedo pulgar, pienso yo que dormido todavía, se quedó en el marco en donde se supone que calzaba la puerta:

Señor X:
-Co…&%$ñññññ….$·”??

Pero no abrí la boca. Todos los improperios habidos y por haber pasaron por mi mente. Sudé frío. No sé, inventaría que hasta se me bajó la tensión. Que solté hasta una goticas de orine. Me agaché, me puse morao porque ni respiré. Noté que un señor que vendía café se me estaba acercando y cuando levanté la mirada dio marcha atrás. Me imaginé como Maicol Yakson en su video “Thriller” cuando aterrorizó a su compañera justo en el proceso de mutación lobezna. ¿Lo recuerdan?, fue cuando le dijo: “Go away… Grrrr…”. Sangre, chorreaba sangre, qué carajazo señores. Aquel dedo se me puso como una morcilla, pero pa’ lante, ya había llegado al aeropuerto y no andaba de paseo sino de trabajo.

Hago mi colita, llegué como siempre dos horas antes de mi vuelo. “Buenos días señor”…”Buenos días”, respondí. A cada minuto me venía un pinchazo en el dedo que me hacía exteriorizar mi dolor con un “shhhh”. El pañuelo, que para colmo me lo llevé blanco, ya daba mala impresión. “Señor, la reservación está, pero el boleto no está pago”…”¿¡Cómo que no está pago?!”… “No señor, debe pagar el boleto porque por la agencia de viaje no hay pago alguno”. Hice mi respectiva pataleta con supervisor incluido. La empresa no pagó el boleto, qué bolas. Fue lo primero que me vino a la mente. Esto se resolvió después y el culpable resultó ser la agencia de viaje. Descuadré mis viáticos pero ni modo, el deber llama. Después arreglaría cuentas.

“Disculpe señorita, ¿esta es la cola para embarcar en el vuelo hacia Barcelona?”...”Sí señor, por aquí es”. Eran las siete de la mañana y el vuelo salía a las siete y cuarenta. Iba tras los pasos de Lisbeth Salander y Mikael Blonkvist leyendo Los hombres que no amaban a las mujeres. Oí el llamado de la línea aérea y yo, haciendo caso omiso de cómo había arrancado el día, me confié de la agente de tráfico. Siete y cuarenta. “Bueno qué pasa que no comenzamos a embarcar”, pensé. Le pregunto a otro agente de tráfico que por qué no estábamos embarcando. Su respuesta: “Señor, ese vuelo ya partió”. En ese instante no supe a quién echarle la culpa, si al agente o a Stieg Larsson (dios lo tenga en la gloria). Tanto madrugar para perder el vuelo de la manera más estúpida.

Así arrancó ese día. Después de pelear con el personal de la línea aérea y descargarme como era necesario (mi dedo pulgar lo pedía a gritos), no tuve otra que esperar al siguiente vuelo a las 11:40am y seguir leyendo a Larsson. Qué más podía hacer.

Allende todo esto, en términos laborales me fue bien. Puerto La Cruz ardía a unos 35 grados centígrados, estimo. El gobernador está haciendo cosas por la ciudad, no es cuento, se palpa, se ve en la calle. Y esto además lo dicen los afectos al régimen como sus más acérrimos detractores. O sea, es de verdad. Me llamó la atención los modernos semáforos con segunderos en conteo regresivo para controlar la impaciencia de conductores y peatones. Un taxista me habló de que el gobernador metió preso a veintiún policías puesto que los mismos robaron de madrugada un almacén de productos electrodomésticos. Había una cámara oculta en el galpón y los muy idiotas no se dieron cuenta de ese detallazo. Otro conductor me habló que al gobernador le dio por hacer prueba antidoping a toda la fuerza policial del estado y más de doscientos quedaron de paticas en la calle. Hay que decirlo, el gobernador del Estado Anzoátegui está haciendo cosas, que si bien no son suficientes, al menos se notan. Esto da pie al tema de la inseguridad que inicialmente quería comentar. Si estos son los policías con los que contamos, qué esperanzas tiene el ciudadano común para combatir a la delincuencia. Día a día vemos alcabalas improvisadas de militares y policías que se toman dos de tres vías para verle la cara a los conductores, ocasionando un tráfico endemoniado más allá del habitual. Todo el mundo dice lo mismo “váyanse pa’ los barrios a buscar malandros de verdad”. Si usted, amigo venezolano, ha pasado por uno de estos tarantines policiales en cualquier calle de la ciudad, sea donde sea, y no ha dicho la frase antes mencionada, usted no conducía, venía dormido en el puesto de copiloto o en la parte trasera del vehículo.

Lo más genial de todo esto es que el gobierno quiere combatir la delincuencia eliminando los video-juegos de carácter bélico y violento. Me di cuenta de esto porque llevé a mi hijo a uno de estos lugares y, Oh! Sorpresa, cuando no consiguió su “Jurasic Park” para liquidar a cuanta lagartija se la atravesara. Le pregunté a la encargada del lugar por estas maquinitas y me aclaró que se las habían llevado porque ahora están prohibidas. Imagínense ustedes, hay una guerra desatada en las calles venezolanas por el hampa, hay cientos de muertos los fines de semana que caen por diversas razones, incluso te meten un tiro para robarte un Blackberry, y los genios del gobierno se les ocurre comenzar prohibiendo video-juegos. Dentro de poco van a prohibir darle palo a la piñata porque eso –supongo– atentaría contra la nobleza del espíritu humano y el muñeco de cartulina. No me explico semejante tontería, como tampoco me explico cómo diablos hizo Cristóbal Colón para pasar ileso por el triángulo de las Bermudas.

Al día siguiente llego al aeropuerto José Antonio Anzoátegui en plan de retorno, dedo hinchado todavía por supuesto. Recuerdo que hace menos de un mes atrás estuve en Cumaná y que el aeropuerto era un perfecto horno gigantesco. Llevaban más de veintiún días sin aire acondicionado. Cuando estoy a tres metros de la puerta eléctrica rezo porque el moderno sistema de enfriamiento funcione. Qué maravilla, aquel clima templado contrastaba brutalmente con el clima de afuera. Todo perfecto. Hice mi respectivo chequeo, pagué mi tasa aeroportuaria, me compré unos snaks y me entregué a la lectura. Quince minutos, tan sólo quince minutos pude leer puesto que falló el servicio eléctrico, como decimos en Venezuela, “se fue la luz”. Y se fue en todos los sentidos porque aquella oscuridad no me permitía seguir leyendo. Cuarenta minutos después aquello era la caldera del diablo y las gotas de sudor bajaban a cántaros por mi frente y espalda. Tuve que usar con discreción mi pañuelo albuminado para no llamar la atención de la gente que me rodeaba. Entendí que hay un complot cósmico hacia mi persona cada vez que piso un aeropuerto, aunque prefiero esto a que me maten por un smartphone. Miré con mala cara a mi dedo pulgar, se le notaba la firme intención de armar un escándalo ahí mismo. Lo contuve para evitar que se lo llevaran preso por alterar el orden público. Si meten preso a varios periodistas por ejercer su derecho a manifestar pacíficamente, quién no me dice que pudieran enjaular a mi pobre dedo jurásico. Se han visto casos y en Venezuela más.

Rafael Cadenas gana el Premio FIL

(Tomado de libreriasonica.wordpress.com)

Emocionados. Orgullosos. No podíamos estar de otra manera ante este reconocimiento a uno de nuestros poetas fundamentales: Rafael Cadenas. Un reconocimiento más que justo y muy merecido para quien ha consolidado una obra en las letras universales, ha apoyado el camino para los más jóvenes y ha sembrado conciencia crítica ante nuestra situación socio política.

El jurado del Premio FIL de Literatura y Lenguas Romances 2009, que otorga cada año la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México, destacó:

Cadenas encarna hoy para los más jóvenes el horizonte de una palabra que se aleja del lirismo tradicional y trae consigo el imperativo de darle voz a aquello que, de otro modo, ya no encuentra espacios para decirse en nuestra época. (…) Un exigente ejercicio crítico en busca de la expresión más auténtica, despojada y límpida, lejos de cualquier retórica o de cualquier afán estilístico o estético. Lúcido y vigilante, Cadenas no ha dudado en ir rompiendo con las formas, los géneros y los discursos más frecuentes dentro de la poesía moderna.

El jurado estuvo conformado por la española María Luisa Blanco, el venezolano Gustavo Guerrero, el estadounidense Raymond L. Williams y el colombiano Darío Jaramillo, junto a los mexicanos Ana María González Luna, Lucía Melgar Palacios y Vicente Quirarte, según leemos en el diario mexicano La Jornada.

Rafael Cadenas nació en Barquisimeto, estado Lara, en el año de 1930. Vivió en el exilio en Trinidad y regresó a Caracas en 1957.
Ha sido profesor de literatura inglesa y española y traductor de Lawrence, Nijinski, Whitman y Cavafy, entre otros.

Entre sus libros de poesía y ensayo destacan “Los cuadernos del destierro” 1960, “Falsas maniobras” 1966, “Memorial” 1977, “Intemperie” 1977, “Anotaciones” 1983, “Amante” 1983, “Dichos” 1992, “Gestiones” 1992 y “Apuntes sobre San Juan de la Cruz y la mística” 1995.

Recibió la beca Guggenheim en 1986, el doctorado Honoris Causa de la ULA en el 2001 y el doctorado Honoris Causa de la Universidad Central de Venezuela en el año 2005. Su obra ha sido galardonada con los siguientes reconocimientos: Premio de Ensayo de CONAC (1984) con Anotaciones, Premio Nacional de Literatura, Mención Poesía (1985) por su obra total; Premio Internacional de Poesía “J.A. Pérez Bonalde” (1992) con Gestiones. A estos reconocimientos se suma hoy el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (Guadalajara, Mèxico 2009).

ARS POETICA

“Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.

No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que no es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.

Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restrégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.”

Rafael Cadenas – Venezuela, 1930