23 oct 2014

El mirabolsismo

De los mismos creadores del  “Síndrome de la escalera mecánica” http://palabrasyescombros.blogspot.com/2013/08/el-sindrome-de-la-escalera-mecanica.html  ahora nos llega la pandemia del “Mirabolsismo”, hecho que se presenta a cualquier hora, lugar y establecimiento comercial. Los más osados se atreven a decir que es uno de los tantos avances, beneficios y éxitos obtenidos gracias a la revolución bonita (en minúscula, no cabe la R). Antaño, llamarle a alguien “bolsa” (tal vez todavía), equivalía a decirle pendejo, tonto, entre otros epítetos un tanto más soeces. Pero lo cierto es que hoy día, si usted va por la calle con su arsenal de bolsas, o las lleva cómodamente en la maleta de su vehículo, está expuesto a dos cosas: la primera, a que las personas que están en derredor le claven los ojos (no a usted, claro) a sus bolsas, con miradas tipo rayos X para saber qué lleva, qué preciado producto tuvo la suerte de comprar. Algunos se te acercan y te preguntan, “¿dónde lo compró?; otros un tanto más insistentes te dicen; “¿pero hay más, será que llego, no es muy larga la cola?”. Y así…



Yo, que no soy un mar de simpatías, ante la invasión de acuciosa de los “mirabolsas”, me he detenido y los he conminado a que vengan a ver. Sí, en serio, algunos se han sentido incómodos y siguen de largo; otros, muy caretablas, se acercan, observan y se van. En otras ocasiones cuando a la distancia ya intuyo que viene un “mirabolsa”, le ahorro el esfuerzo biónico de su mirada y les empiezo a decir: “no hay Harina Pan, leche, pañales, lavaplatos, toallitas húmedas, azúcar, afeitadora, café, desodorante, detergente, insecticida…” Sí, soy un pesado, lo reconozco.

La segunda cosa a la cual se está expuesto es la siguiente (ya lo sabía por cuentos de terceros de terceros, pero esta vez me lo contó una amiga, ella fue la víctima): estaba en un reconocido “¿súper?” mercado (¿se puede seguir hablando de Súper Mercados en Venezuela?), hizo su compra y después de un par de horas para pagar, comenzó a llenar la maleta de su carro con las bolsas. Cuando ya estaba por arrancar, dos individuos en una moto le impiden retroceder. Se bajan, la apuntan con un arma y le dicen, textual, “bájate del carro, mamita, abre la maleta”. Ella les ofreció su celular, uno de ellos lo tomó y dijo “ta’ fino este bicho, pero no, queremos es el mercado”. Todo ante la mirada de quienes pasaban por allí. Comienza el desmontaje de las bolsas y ella les dice “chamo, déjenme las toallitas húmedas y las toallas sanitarias, aunque sea”. Se rieron y el comentario fue “Sí va, pero sólo las sanitarias, las otras son pal negocio”.

Es una belleza este mar de la felicidad en el cual nos han venido ahogando poco a poco. Incluso esta escasez de productos, por las razones que sean, ha afectado a más de un hombre en su desempeño sexual. Ayer conversaba con un amigo —es la tercera vez que lo escucho en menos de un mes— y me decía que su padrino (sesentón él) no conseguía ninguna de las pastillas que potencian la erección, ninguna marca, ningún color, ningún tamaño. Lo cierto es que —me dijo— “el pobre hombre está desesperado” y su pareja también. Entonces, como suele pasar en todo juego económico distorsionado, producto de la falta de capacitación, planificación y sensatez, nace la trampa. Le pregunté: “¿y qué hará? Está jodido”. Me respondió “Parece que se consiguió un dealer que le trae las pepas”… “¿En serio?”… “Sí, me dijo «todo sea porque se me pare»”.

Mientras esto sucede, familiares y amigos que han salido de Venezuela, bien de vacaciones, bien porque se fueron definitivamente, te envían imágenes de productos que poco a poco son más difíciles de conseguir (a menos que uno se resigne a comprarle a los buhoneros, quienes sí tienen de todo. ¿Por qué?, ¿mafia?, ¿guiso?), como la de esta entrada tomada en un Súper Mercado en París, cuyos dueños son africanos y le lanzaron a quemarropa esta pregunta a la fotógrafa: “Pero si estos productos los hacen allá, ¿cómo es que no lo consiguen? ¡Sacrebleu!”.


Entiéndase entonces que hay un “miraflorismo” que nos tiene a todos sufriendo de “mirabolsismo”, entre otras enfermedades. Está clarísimo: nos ven a todos con cara de bolsas.