28 dic 2016

Resumen de lecturas 2016

Una de las mejores experiencias literarias, sí, literarias, que tuve en 2016 fue un encuentro con los chicos de tercer y cuarto año del Colegio La Rondalera. Todos ávidos de lecturas, todos lectores, todos deseosos de nuevas experiencias y sugerencias de títulos y autores.  El interés de todos fue absoluto. Como era de esperarse, sobre todo en un mar de adolescentes, estaban los bromistas, los parlanchines, los tímidos y los que preguntaban todo dando fe de su empatía con los temas de los que hablé: proceso de escritura, una que otra técnica, historias, libros, comics, anécdotas y un largo etcétera.
De esta camada de muchachos sobre sale la lectura de ciencia ficción, y lo que me resulta más atractivo, la escritura de dicho género: dos chicos y una chica, para ser exacto, que van en ese ejercicio tremendo que escribir. Par de ellos entraron en contacto conmigo vía correo electrónico para que le echara un vistazo a sus cosas, y debo decir, van bien, muy bien. También están los poetas, los que transitan ese camino excelso, complejo y fascinante como es la poesía.


No faltaron los chistes, las bromas y los diversos video-juegos que han sido llevados al cine. En un país tan convulsionado como el nuestro que uno halle un espacio como este, por pequeño que sea, lo motiva a uno a seguir adelante con sus proyectos personales. Dedicarle dos horas a conversar sobre literatura es gratificante y motivador, más aun cuando la participación fue activa, divertida y enriquecedora.
Mi agradecimiento a Roger Michelena por la oportunidad y gentileza de considerarme para esta charla con los muchachos. Y para no perder la costumbre, aquí mi listado de lo leído en este 2016. Feliz 2017 para todos y que sigan las buenas lecturas:


  1. Te me moriste de José Luis Peixoto
  2. Deletérea de María Antonieta Flores
  3. Diarios de Géza Czath
  4. Cuentos que terminan mal de Géza Czath
  5. La tía Julia y el escribidor de Mario Vargas Llosa
  6. Teresa Raquin de Emile Zola
  7. Quebrantos de Gabriela Rosas
  8. La muerte y la vida me están desgastando de Mo Yan
  9. A sangre fría de Truman Capote
  10. A los vecinos ni con el pétalo de una rosa de Inés Muñoz Aguirre
  11. Antología de cuentos de David Alizo
  12. La insoportable levedad del ser de Milan Kundera
  13. ¡Oh, lorem ipsum! de Migue Ángel Hernández
  14. Las correcciones de Jonatan Franzen
  15. Conversación en la catedral de Mario Vargas Llosa
  16. Gabo periodista
  17. Así que pasen cien años de Elisa Lerner
  18. Retrato de un caballero  de Miguel Gomes
  19. País de Yolanda Pantin
  20. Los cantos de Maldoror de Lautreamont (relectura)
  21. Trasatlántico de Witold Gombrowicz
  22. Bakakai de Witold Gombrowicz
  23. Ferdydurke de Witold Gombrowicz
  24. Diario de Witold Gombrowicz
  25. El juego de Ripley de Isabel Allende
  26. El amante japonés de Isabel Allende
  27. Russell de Léster Dávila
  28. Criaturas de la noche de Israel Centeno
  29. Drácula de Bram Stoker
  30. Lunar Park de Bret Easton Ellis
  31. American Psycho de Bret Easton Ellis
  32. Otra vuelta de tuerca de Henry James
  33. La ciudad de las tormentas de Jesús Miguel Martínez
  34. El fantasma de la Caballero de Norberto José Olivar
  35. Roto todo silencio de Edda Arma
  36. Demencia de José Miguel Roig
  37. The night de Rodrigo Blanco Calderón
  38. Salvar a los elefantes de Luis Enrique Belmonte
  39. Atrapada de María Isoliett Iglesias
  40. La balsa de piedra de José Saramago
  41. La maleta del viajero de José Saramago
  42. El cuaderno de José Saramago
  43. El último cuaderno de José Saramago
  44. Todos los nombres de José Saramago
  45. La biblia satánica de Anton Szandor LaVey
  46. Wolf de Emmanuel Rincón
  47. Los hermanos mayores de Heberto José
  48. Ponzoña de paisaje de José Pulido
  49. Los días animales de Keila Vall de la Ville
  50. Viaje legado de Keila Vall de la Ville
  51. La otra cara de Manuel Acedo Sucre
  52. El discreto enemigo de Rubi Guerra
  53. Vidas que conocí de Leopoldo Fontana
  54. Cuentos inquietantes de Ambrose Bierce
  55. Entre el ayer y el hoy de Aladar
  56. El nido de José Luis Lozada Segovia
  57. Andar con la sed de Magaly Salazar Sanabria
  58. Cayenas de Belkys Arredondo
  59. La corteza no basta de Sandy Juhasz
  60. Haiku de Issa Kobabashi
  61. La chica del tren de Paul Hawkins
  62. La espera imposible de Cecilia Ortiz
  63. Contestaciones de Rafael Cadenas
  64. Lo que sé de los hombrecillos de Juan José Millás
  65. Maniobras elementales de Roberto Echeto
  66. El sanatorio de la clepsidra de Bruno Schulz
  67. Los señores de Gonçalo M. Tavares
  68. Ulises de James Joyce



6 jul 2016

San Saramago

Caracas, 6 de julio, Avenida Baralt, 1.15pm, aguacero. La crónica de hoy inicia así, citando a José Saramago: “Que yo sepa (y sé muy poco) ningún animal tortura a otro animal y menos a un semejante suyo.  Para quienes se empeñan en la existencia de algo a lo que, con los ojos en blanco, se atreven a llamar bondad humana, la lección es dura y muy capaz de hacerles perder algunas de sus queridas ilusiones”. Iba justo por allí en mi lectura cuando fue interrumpida de manera abrupta, cosa que no había logrado el reguetón que sonaba al fondo:

-Dame el celular, puta e mierda.

Así le gritó el malandro a la chica que venía sentada a mi lado pero en la otra columna de asientos. Cierro el libro, no lo suelto y veo la acción. El transporte aumentó la velocidad ante los gritos de los pasajeros, pues dos delincuentes más venían con intención de subirse. Ella no cedió, forcejeó con el malandro para no soltar el celular.

-Dame el celular o te quito la vida, becerra.
Y acto seguido se llevó la mano a la cintura. A todas estas, yo, inmóvil, esperaba el yerro que, en potencia, nos iba a intimidar a todos. Pero… ¡Oh sorpresa! Lo que sacó fue un cuchillo; no, un cuchillito, así lo vi, pequeño pero brillante y parecía afilado. Cuando amagó punzarla, estallé en rabia, la impotencia contenida por ver cómo nuestro país se ha venido a pique me hizo reaccionar violentamente. Un soberano coñazo le estampé en el rostro, en “el botón”, en la mandíbula. Ahí quedó, tirado.  El conductor iba rápido a través del río que atravesaba la avenida y tuvo que frenar de golpe pues por poco atropella a una señora. Allí le dio alcance al transporte el segundo malandro que antes no pudo subirse. Desde la puerta, mis golpes no lo dejaron subir. “Suelta el libro, suelta el libro”, me gritaba una señora. La última conexión lo tiro al charco de agua inmunda. El tercero ni lo intentó y se fue corriendo. El chofer gritó “Cuidado” y al girarme, el malandro uno se había puesto en pie y con el afilado metal me lanzó hacia la cara.

1. Reacción, acto reflejo, y el libro, Saramago, me tapó la cara. En la foto, lo que pudo ser una herida terrible en mi rostro.
2. Reacción, acto reflejo, y patada con pierna derecha al costado izquierdo del malandro. Se retorció del dolor, se echó al piso de nuevo y tomándolo por la cabeza lo lancé del transporte que ya se había puesto en marcha.

La caída fue estrepitosa. Rodó sobre el asfalto al menos cuatro veces. El río lo tapó a medias. A la distancia vi que el malandro dos se acercó para ayudarlo a levantarse. La chica del celular pidió al chofer que se frenara y acto seguido salió corriendo hacia ellos. Estos, cobardes como era de esperarse, huyeron al ver que con ella se bajaron dos hombres más que estaban de espectadores en el transporte. Volvió a subir con su aparato, aunque totalmente apagado pues había quedado sumergido en el agua por mucho tiempo. Lloró, temblaba de miedo, impotencia y rabia, aunque hubiera recuperado el teléfono.
Luego, de manera insólita, un negro fornido de al menos 1.90mts que iba al fondo del transporte, le dio por insultar al conductor. Le lanzó todo el repertorio de ofensas nacionales tal como si las hubiera tomado de Blue Label. ¿Por qué? Porque supuestamente era cómplice de los malandros ya que según su apreciación se había frenado para que se subieran el segundo y tercer malandro. De púgil pasé a réferi:
-Negro, quédate quieto, el chofer no tiene la culpa. Tuvo que frenar porque si no atropellaba a una señora que estaba cruzando la avenida.

El negro se calmó. Se bajó de la “unidad” sin pagar. Le dijo desde afuera: “Mamagüevo”. Todos nos bajamos en  Capitolio. Yo lo hice de último. El chofer me dijo:
-Gracias, varón.  



Nada grata la experiencia. Pudo haber sido peor para mí, lo sé. No es la primera vez que me sucede y deseo profundamente que sea la última, pero viviendo en Caracas suena a utopía. Las únicas tres veces, sí, tres veces, que me he quedado inmóvil (incluyendo un “secuestro express” a domicilio), ha sido con pistolas apuntándome a la cabeza. Por ello se agradece con el alma cuando los familiares o amigos te dan la cola hasta la puerta de tu casa. Recordé a Joaquín Sabina pues leyendo un libro de entrevistas sobre él, se refirió a José Saramago llamándolo “San Saramago”, por ello lo llamo así también desde entonces, desde hace años, y ahora más que nunca yo lo seguiré llamando así. No me siento bien, ni más ni menos valiente por lo sucedido. La verdad me siento terrible. Pues entre otras cosas más importantes, también le fallé a mi sensei.  Primera vez que lo menciono y escribo sobre él. Se me vino a la memoria cuando hace ya algún tiempo, empezando la veintena de años, nos decía “Solo defender, solo defender, nunca ataque en la calle”. Lo siento sensei, en donde quiera que estés, porque yo sigo en Caracas. 

16 may 2016

Jueves de cruz y ficción

Hablar de un libro siempre es un compromiso, pero más difícil aún es hablar de un libro que en sus adentros y desde el principio, le echa leña, le da palos –y no al fuego precisamente-, a aquellos que como yo van a presentarles un libro y fungen (¿o fingen?) ser padrinos de una obra. Este es el caso particular de Jueves de cruz y ficción”de… pues supongamos que es de Luis Barrera Linares, pero es que hasta eso lo pongo en duda, pues ¿no será el verdadero autor el reconocidísimo Febricio Persa (que tampoco se llama así, por cierto)? El juego comienza desde el título, ya que lo ideal hubiese sido presentarles esta deliciosa obra un día jueves, pero no, como todas las buenas cosas (literarias) a las que nos tiene acostumbrado el autor, llamémosle desde este momento, Luis Febricio Barrepersa, tenía que ser un sábado y cerrar así la semana de una manera agradable, no como el finado Febricio Persa, el verdadero, ¿asesinado o autosuicidado? Usted tendrá que (des)cubrirlo.
Luis Febricio Barrepersa, inicia su obra utilizando unos epígrafes que nos da una pista de lo que se vendrá. Hallamos a un Saramago plagiando a Rafael Bolívar Coronado; quien a su vez es plagiado por Febricio Persa y este, plagiado por Albert Camus. Yo, Amenodoro Cují, por mi parte, estoy plagiando a un tal Jasón Maldonado, que no se sabe a ciencia cierta si es Yeison, Jackson, o si es “Mal” o Biendonado. En todo caso, hoy esta librería se transforma en una suerte de maternidad en donde todos ustedes son las enfermeras, y claro, todos estos libros intitulados “Jueves” una parranda de muchachitos que aspiran ser adoptados por una módica y casi simbólica suma de dinero.
Pero no quiero ponerme literatoso, cosa que pueden endilgar a Jasón-Yeison (verdadero padrino de la obra) que no a este servidor, Amenodoro, razón por la cual puedo citar sin verme afectado, la siguiente parte de la obra: “Se llama padrino o madrina a la persona seleccionada por el autor o autora para ejecutar el dictamen bíblico y ofrecer un discurso ante la concurrencia. Ya con rostro severo, ya con una risita forzada que más bien parece mueca, el público asistente se aglomera frente a quien habla”. Y no sigo pues el párrafo termina con una imagen falocéntrica que, estoy seguro que a Jasón-Yeison no le gustaría, bueno aunque a mí tampoco.
Jueves de cruz y de ficción parodia el mundillo de la literatura, de los estudiantes de Letras, de las editoriales, y sobre todo, el de los concursos literarios como también a la famosa egoteca que todo buen (y mal) escritor que se digne de serlo suele tener. Si hoy nos congregamos aquí para darle la bienvenida al referido libro, dicho texto también abre con el bautizo de una obra no menos importante: Partida de yacimiento, cuyo autoría ahora dudo: ¿será de Febricio Persa; de Luis Febricio Barrepersa o de Luis Barrera Linares? Por lo demás, más allá de discernir quién es el autor, la obra camina por sí sola, nos divierte, nos pone a pensar, y sobre todo, a dudar. Que como dijo el huraño Witold Gombrowicz plagiándose a sí mismo: “la literatura poco seria trata de resolver los problemas de la existencia. La literatura seria los plantea; la literatura seria no existe para hacernos la vida más fácil, sino para complicárnosla”.
Es bastante probable que Luis Febricio Barrepersa (ya no sabemos si L.B.L.) esté pensando en este momento: “Pon la mirada en el infinito y escucha con rostro de pensador alemán el discurso de quien hoy apadrina y presenta tu libro. Exhorta a Amenodoro con tu gesto de complacencia”, tal vez, pero lo que sí puedo afirmarles es que en la novela se celebra la vigésima edición del Premio de Novela Rafael Bolívar Coronado y Febricio Persa es el firme candidato a ganar tan importante galardón y por ello precisamente sus “tres mosquiteros” apoyarán con fervor que su maestro, el máster, sea el elegido y lógico ganador.
Jueves de cruz y de ficción, ahorro energético incluido,  alcanza su máximo nivel de intertextualidad (ya me puse literatoso) cuando son los propios personajes de la obra anterior de LBL, Partida de yacimiento, título con el que participa en el prestigioso concurso literario el gran Febricio Persa, quienes escapados de la novela planificarán “el asesinato de su más temible enemigo”, es decir, de su propio creador, la muerte de ese que ha abusado de tan nobles personajes a quienes ridiculizó y utilizó a su antojo para hacer de esta obra, Partida de yacimiento, otro de sus divertimentos.
Pero entonces, ¿quién o quiénes son los asesinos de Febricio Persa? Esto es algo que ustedes deberán descubrir en Jueves de cruz y ficción, una novela de connotados plagiarios y de una venganza por cumplir. Incluso deben estar atentos a que su nombre no cambie a medida que avancen en la lectura o se vean envueltos en tan rudo asesinato literario,  o como le llamaría el sobrino de la tía Eloína, noble mujer a quien extrañamos mucho en esta novela, un “literasinato”, que no es la muerte de una funcional litera sino de un destacado literato. Y como no voy a decir “las dos palabras mágicas finales”, las mismas de siempre que  ustedes de seguro saben cuáles son, terminaré con otras más jocosas  que me endilgo en este juego de heterónimos, tan propio de Pessoa o Montejo, y así el propio Luis Febricio Barrepersa les dirá algunas palabras sacadas de su egoteca por ahora bien administrada: “brindemos por ustedes los buenos lectores, carajo”.

6 mar 2016

La vida y la muerte me están desgastando

Primer libro que leo de Mo Yan y aunque en cierta parte se me tornó tedioso, admito que es un buen texto: La vida y la muerte me están desgastando. Tal vez esta sensación de tedio obedece a dos cosas: la primera, a la ingente cantidad de personajes y la confusión que produce sus nombres: Ximen Nao, Lan Lian, Lan Qiansui, Huang Tong, Lan Jiefang y un larguísimo etcétera. En algunas ocasiones tuve que volver atrás para estar seguro de que seguía a un personaje en particular y no a otro; la segunda cosa, que me viene de manera instintiva, tiene que ver con la traducción que se hace del chino, que en este caso y en gran parte de la obra de Mo Yan, no viene directo de dicho idioma sino del inglés. Mi amigo Li Fung, dueño del restaurante “Corona” cerca de donde vivo, me comentó que “no estoy de acueldo con algunas cosas”, pero justo cuando le iba a preguntar, sus cinco pequeñas crías se lo llevaron. Ya hablaré con Li Fung…

Lo cierto es que La vida y la muerte me están desgastando aborda de manera suprema el tema de la reencarnación, en este caso focalizado en Ximen Nao, un terrateniente exitoso de la aldea Ximen que es ejecutado por la revolución china liderada por Mao Zedong. Pero esto, a mi juicio, el tema de la reencarnación, no es más que un pretexto para desmontar al socialismo como sistema político fracasado (¿hace falta que me extienda en esto? Creo que no). Es entonces a través de los animales en que reencarna Ximen Nao, buey, burro, cerdo, perro y … (no diré el último) que Mo Yan se da a la tarea de contarnos cómo fue y ha sido la China socialista de la cual fue y es testigo. Ximen Nao reencarna en todos estos animales pero conservando la virtud del pensamiento humano. Así que podrán imaginarse los geniales pensamientos del buey, la jocosidad que se desprende del burro, las cochinadas propias del cerdo y así sucesivamente, para reflexionar sobre los procesos de expropiación, la escalada social sin mérito alguno, el abuso de poder, entre tantas cosas más.
Por lo demás, La vida y la muerte me están desgastando te hacer reír con situaciones verdaderamente hilarantes, pero también te hace sufrir y tragar grueso en momentos de profundo dolor, tristeza e impotencia, tal como la escena en que torturan sin piedad alguna al inmenso buey que labra la tierra de Lan Lian, último campesino independiente de toda China, y que justo por ello, fue víctima también de los más feroces atropellos. No obstante, fue capaz de sembrar y cosechar en su pequeño pedazo de tierra, que no era más que una ínfima parte de todo el campo perteneciente a la comuna. En un acalorada discusión con Hong Taiyue, este le dijo: “-Viejo Lan, después de treinta años de lucha, todavía permaneces victorioso, mientras que los demás, después de treinta años de trabajo lleno de sangre y sudor y de incuestionable lealtad, al final somos los perdedores…”

Por último y no menos importante, me pareció genial como algunos personajes, animales incluidos, recuerdan a Mo Yan a lo largo de la obra, refiriéndose a este como un niño más de la aldea, un niño impertinente y anormal; también citan algunas de sus obras que se enlazan con situaciones particulares del libro, pero que a medida que avanza la historia y ya hacia su final, Mo Yan  termina siendo un personaje que ha evolucionado para bien, tanto en lo social como en lo económico gracias a su talento como escritor. Recomiendo la lectura de este libro cargado de ironías y reflexiones sobre el ser humano. De hecho, Mo Yan, que quiere decir “no hables”, se explica por sí mismo en cuanto a lo irónico. Solo hay que tener algo de paciencia para no abandonar la lectura. Xie xie  谢谢

9 ene 2016

El dedo de David Lynch


“Un fantasma es un muerto que intenta hacer lo que hacía en vida, pero en silencio, en absoluto, penoso y sobrecogedor silencio”.

El dedo es el pretexto para construir esta novela; un libro en donde sus personajes principales, Arturo y Mariana, buscan sentirse plenos y libres, mientras se deslastran de la abrumadora ciudad de la cual se sienten cada vez más ajenos. Deciden emprender un viaje sin retorno a orillas del mar; quieren instalarse para siempre en alguna playa paradisíaca de la costa venezolana para entregarse al amor y ganarse la vida vendiendo cueritos, artesanía, bisutería y haciendo malabares y acrobacias. Así de simple.
Lo que no sabe el autor (y ahora sí después de esta lectura) es que mi hermano menor pertenece a ese mundo circense; de acampadas en Choroní, Chirimena y otras playas exóticas del país de difícil acceso en donde la naturaleza permanece imperturbable ante la aparición de lo humano. Así que algunos de los episodios de El dedo de David Lynch se me parecen mucho a las historias contadas por mi hermano: las fiestas a la orilla de la playa a medianoche; las bandas en vivo haciendo lo suyo y todos los aditivos que nunca faltan en encuentros como estos. Incluso él tiene algo de César, ese personaje que busca Ovnis y estrellas fugaces a través de la oscuridad de la noche (¿realidad o efectos de los brownies costeños?).
El dedo de David Lynch pudo no haberle pertenecido a éste, pudo ser de otro personaje. Es decir, ponga usted su nombre sobre los puntos suspensivos “El dedo de…” y la historia será igual de buena, con toque de novela negra. Pudo haber sido no un dedo, sino otra parte del cuerpo. Pero para no pecar de macabro, el autor lo dejó así. Pudo haber sido “El ojo…”, “El pie…”, “La oreja…”, etc. El punto es descubrir quién es Mr. Lynch mientras vamos atestiguando cómo es la vida en un pueblo anclado a la orilla del mar.
Los hechos van sucediendo uno tras otros y Arturo va reflexionando sobre su vida. Reconoce que se siente cómodo en soledad; en ese “rincón de misantropía” en el que vive mientras Mariana es más relajada y menos conflictiva. Así que las fiestas sobre la arena tal vez no sean lo suyo, pero esto es algo que él deberá definir cuanto antes. Mientras ello sucede, la historia retrocede en el tiempo para mostrarnos el robo a un banco, hecho que termina justificándose más adelante para engranar las historias que parecen puntos de fuga, pero que en realidad no lo son: todo se empalma para hallar el porqué de lo narrado. Nada queda a la deriva, todo tiene su justo lugar en El dedo de David Lynch y en donde el silencio tiene su espacio para crear tensión y recrear las noches en la costa, esas en que el sonido del mar parece tener vida.
Variopintos personajes conforman el texto. Están los misteriosos, pero justos, como el Sargento; duros y peligrosos, pero dicharacheros y amables como Marcano; un salvavidas medio loco, entre otros,  y no menos importantes, personajes que conforman una historia conmovedora que también termina en las costas de Chirimena: un ex policía que padece una terrible enfermedad y su hijo, estudiante de computación que se gana la vida como mesonero, quien tendrá que lidiar con los últimos días de vida de su padre.
El dedo de David Lynch no se aleja de lo onírico, tema que Fedosy Santaella incorpora con frecuencia en sus obras y que domina a la perfección para darle corpus a lo narrado, integrándolo a un trabajo bien pensado y cargado de buenas imágenes.  Gran parte de esto se ve reflejado en Arturo, quien necesita limpiar su alma, “salir de las alimañas que tenemos en la cabeza y volver a ponerlo todo en su lugar”, pues vive atormentado por cosas que para cualquiera son nimiedades; es algo neurótico, tanto por sus anhelados deseos como por el bendito dedo que vino a cambiarle la vida.
Parece que todo girara en torno a lo absurdo, pero una vez que se reflexiona sobre ello, la vida misma va colocándonos en situaciones que, por ridículas, terminan siendo así, absurdas. De eso se trata el vivir, con los altos y los bajos que el propio camino va imponiendo, de esto va El dedo de David Lynch, una novela con ligeros toques surrealistas en donde converge lo real con lo soñado. Bien escrito, buen libro.

El dedo de David Lynch, Editorial Pre-Textos 2015

4 ene 2016

La montaña mágica

Nada más difícil que comentar un gran libro, un clásico como La montaña mágica de Thomas Mann. Qué decir sobre un texto que resulta ser una enciclopedia de lo humano; un libro que para resumirlo en una sola palabra, sólo se me ocurre decir “libertad”, porque entre muchas cosas más, esta obra maestra de la literatura universal es eso, un canto a la libertad. De hecho, el libro culmina de la manera más épica posible, pues su protagonista, “nuestro héroe”, “el aventurero”, “el pequeño”, “mediocre, en uno de los sentidos más honrosos del término”, “el niño mimado”, como le dice el narrador, termina haciendo lo que jamás y nunca se le hubiera ocurrido al lector que pudiera hacer, por ello impacta e impresiona: termina haciendo lo que debió hacer su primo Joachim Ziemssen. Obviamente no les diré qué. Son, en mi edición de Edhasa, 1048 páginas que me llevaron tres meses menos cinco días de lectura, finalizando el 1ero de enero de 2016, inmejorable fecha para concluir y más aún con el sonido del mar al fondo.



El ingeniero Hans Castorp, tímido pero simpático, llega al Sanatorio Internacional Berghof para pasar apenas unos días mientras visita a su primo, y como la simple lógica se impone a cualquiera, su estadía se prolonga más de lo previsto. ¿Cuánto tiempo? Asunto que dejo al lector curioso e interesado en pasearse por estas páginas llenas de reflexiones, exquisitos diálogos, paisajes de fantasía, estudios sobre economía, filosofía, biología y medicina, botánica, música y pare usted de contar. El tiempo, entonces, “esa enfermera muda”, recorre toda la obra y al parecer, tal como comenta Joachim “no pasa de ningún modo, aquí no hay tiempo, no hay vida”, pero es precisamente la vida y el rescate de ésta lo que quiere cada uno de los internos del sanatorio. Por algo, entre otra cosas, cada vez que muere alguien limpian a profundidad la habitación dejándola resplandeciente para su próximo habitante, encubriendo lo inevitable y ocultando sistemáticamente a la muerte.
La obra está pletórica de pintorescos personajes, muchísimos, como el sorprendente Pieter Peeperkorn o la joven médium Ellen Brand,  pero debo destacar dos en particular que son una delicia para la lectura: el francmasón Settembrini y su antagonista, el judío converso al cristianismo, Leo Naptha, “un hombre con la cabeza bien amueblada”. Ambos se transforman en los tutores improvisados del joven Castorp y es testigo de los más apasionantes debates de toda índole intelectual. En ocasiones calla, alelado antes el tropel de palabras e ideas de cada uno, y en otras, interviene como el que más; a veces es refrendando por el par de sabios, y otras, le ordenan callar. Va aprendiendo, va asimilando las ideas de estos mientras su salud va empeorando, no así su interés por absorber cada vez más la sabiduría de tan notables señores.

Por otra parte, el narrador va preparando al lector para las cosas que se va ir encontrando capítulo a capítulo, marcando distancia, excusándose con elegancia sobre los hechos que a continuación nos encontraremos en aquel remoto lugar de los Alpes suizos. Este lugar, siempre cubierto de nieve, divide el entorno entre los de arriba —los habitantes del sanatorio—, y los de abajo —los que están en la ciudad—, creando no solo la división geográfica del lugar, sino más bien, un marcado antagonismo entre seres que parecieran venir de planetas distintos, tanto los unos como los otros. Mención aparte merece la nieve que rodea al sanatorio, un frío perenne que incluso en  verano, hace frío, pues “aquello no era una nevada, era un caos de oscuridad blanca, una monstruosa locura…esos cristalitos hexogonales perfectos”.

Y es que el Sanatorio Internacional Berghof da la impresión de cualquier cosa, menos la de un lugar de sufrimiento: sus pantagruélicas comidas así como sus fiestas, dan fe de ello. Pero es obvio que los momentos de tristeza, enfermedad y dolor están allí marcando la lectura. Al principio Hans vive en un constante estado de negación de su enfermedad, pues su presencia en el sanatorio obedece a la caritativa visita que le hace a su primo Joachim, pero a medida que se avanza en la historia, termina hipocondríaco y orgullosamente enfermo, pues el código de honor del lugar es estarlo cada vez más y más, y con ello subir el estatus, el escalafón social dentro del sanatorio: a peor estado de salud, pues mayor respeto y dignidad se escala en aquella sociedad de medio pulmón. Incluso al principio, Hans, con su constante temblor de cabeza (herencia de su abuelo),  fue víctima de bulling por parte de los demás internos cuando su temperatura no excedía los 37,6 grados, lo cual era una insignificancia y poco decoroso para estar interno en el prestigioso sanatorio.

Con el tiempo entonces los roles entre primos se invirtieron: el visitante, Hans, pasó a ser el  inquilino fijo, y Joaquín, a ser el convidado, en medio de diatribas, profundas reflexiones de todo tipo e incluso darle cabida al amor, pues “nuestro joven protagonista estaba perdidamente enamorado de Clvdia Chauchat”. ¿Qué pasó entrambos? Averígüelo usted amigo lector, el único riesgo que se toma al leer La montaña mágica es terminar haciendo como sus distinguidos habitantes: tomarse la temperatura cuatro veces al día mientras descansa en una confortable tumbona y se envuelve en la una cálida  manta contra el frío.
  

Algunas frases memorables:

A veces pienso que estar enfermo y morir no son algo tan serio, sino una especie de paseo sin rumbo.

La maldad es el espíritu de la crítica, y la crítica es el origen del progreso y la ilustración.

No hay que desposeer a los humanistas de su función de educadores…, no se les puede arrebatar, pues son los únicos depositarios de una tradición: la de la dignidad y de la belleza humana.

El tiempo en realidad, no presenta ninguna cesura, no estalla ninguna tormenta ni suenan las trompetas cada vez que se inicia un nuevo mes o un nuevo año, ni siquiera cuando se trata de un nuevo siglo; son los hombres quienes disparan cañonazos y tocan las campanas para celebrarlo.

Para el enamorado el juicio estético de la razón es tan poco justo como el juicio moral.

La costumbre hace que la conciencia del tiempo se adormezca o, mejor dicho, quede anulada.

La palabra: vehículo del espíritu, el instrumento, el resplandeciente arado del progreso.

El arte es moral en la medida en que despierta a las personas.

El amor reprimido no muere; vive y, aún en la más secreta oscuridad, aspira a realizarse.

Escribir supondría pensar bien, y esto no está muy lejos del obrar bien.

La única manera sensata y religiosa de contemplar la muerte es considerarla y sentirla como parte integrante, como la sagrada condición sine qua non de la vida y no separarla de ella mediante alguna entelequia.

Se cree en la proximidad de la guerra cuando no se la abomina lo bastante.

La democracia no tiene otro sentido que el de consolidar un correctivo individualista frente a cualquier forma de absolutismo del estado.

La confesión es un acto de violencia, y cuanto más grande es la resistencia que se le opone, mayor es el placer que proporciona.

La muerte no es ni un fantasma ni un misterio, es un fenómeno sencillo, racional, fisiológicamente necesario y deseable.

Las contradicciones pueden conciliarse. Sólo las mediocridades y las medias verdades son imposibles de conciliar.

Las convicciones no perviven si no tienen ocasión de luchar.

La tolerancia se convierte en un crimen cuando se tiene tolerancia con el mal.

Nuestra muerte es más un asunto de los que habrán de sobrevivirnos que propiamente nuestro.

La humanidad comienza allí donde la gente sin ingenio imagina que acaba.

Uno no puede liberarse de la tortura del deseo carnal más que a condición de satisfacerlo, no hay otro modo, no hay otro camino.