29 mar 2012

Los diez mandamientos en el siglo XXI

Mientras el Papa Benedicto XVI llevaba la palabras de Dios a México y luego hacía escala en Cuba con el mismo propósito, en un reconocido colegio de monjas en la ciudad de Caracas, la directora y madre superiora le decía a los padres de la niña X, que “económicamente no califican para entrar al colegio”. Acto seguido papá y mamá le respondieron, “sabe cómo es la vaina…” Complete usted la oración del cuento que me echaron. Me imaginé que la religiosa estaría viendo las cuentas bancarias y asientos contables de la familia para llegar a tal resolución. Tristemente no hubo HABEMUS PLATA, o ARGENTUM NO HAY…Qué cosas con la religión y el dinero.

En fin, anécdotas aparte, me leí con verdadero placer Los diez mandamientos en el siglo XXI de Fernando Savater. Una amiga me comentó que el mencionado autor no le gusta porque le resulta un filósofo de bolsillo, lo cual es una opinión tan respetable como la mía que va en sentido opuesto tangencialmente: a mí sí y gozo un montón las cosas que escribe.

La pasé la mar de bien escuchando –como eco ficticio de la lectura –, cómo interpelaba a Yahvé cada vez que abría un capítulo del libro correspondiente a cada mandamiento. Me imaginaba al reconocido agnóstico de lo más ufano frente a Dios, gesticulando y diciéndole con la gracia que lo dice, todas sus opiniones. Porque debo decirlo, esta parte dialógica te arranca risas, pero cuando entra en materia te pone a pensar, a reflexionar sobre su visión religiosa adaptada a nuestros tiempos.

Los diez mandamientos en el siglo XXI no es un libro que le agradará mucho –supongo yo– a los católicos recalcitrantes que se dan golpes de pecho, pero que en el pragmatismo de la vida cotidiana, le han hecho daño a más de uno. ¿Por qué? Porque Savater toca allí la delicada fibra de una de las religiones más profesadas en el planeta, con la agudeza filosófica y retórica que lo caracteriza. Si algo es cierto y estoy de acuerdo, aunque no alejándose del todo de Dios (del Dios que sea) desde la perspectiva savateriana, es cuando dice que “los no creyentes creemos en algo: en el valor de la vida, de la libertad y de la dignidad, y en que el goce de los hombres está en manos de éstos y de nadie más”. Creo que también los creyentes apoyarían esta moción sin alejarse necesariamente de su “Dios” (colores y gustos para todos).

Una de las partes cumbres del libro tiene que ver con un mandamiento que de seguro ustedes asociarán a la velocidad del rayo, y para mayor INRI, hace la siguiente a cita cuando habla con Yahvé: “Hay una observación que hace Woody Allen que te interesará: El sexo con amor es lo mejor de todo, pero el sexo sin amor es lo segundo” y por ahí se va recordándole al todopoderoso también a Kant y su visión del matrimonio como un contrato de usufructo para el goce de los órganos sexuales.

Por último y como incentivo a la lectura, Savater cuenta de dónde o cómo nacieron estas perlas escatológicas: “cagarse en Dios” o “cagarse en la hostia”, y después de leerlo, pues no consigo mejor manera de expresar los peores sentimientos que la rabia puede despertar en un corazón humano.

En fin, aquí les dejo este link http://cultura.elpais.com/cultura/2012/02/22/actualidad/1329922234_215883.html en donde Savater, entre otros autores, opina sobre el pensamiento crítico. Si no le parece un filósofo de bolsillo, pues lo disfrutarás mucho y en caso de arrepentimiento, para eso está el purgatorio...

Námaste.

23 mar 2012

El arte de ser humano (en la empresa)

Muchas personas tienen un concepto frío sobre las empresas, que raya en lo banal, tal como si allí, en sus adentros, trabajaran sólo máquinas y no seres humanos. En mi caso particular y por la experiencia que he tenido en varias empresas desde el área de Publicidad y Mercadeo, puedo afirmar que no es así. No obstante, no dejo de reconocer que hay momentos en donde puede llegar a sentirse una suerte de vacío en cuanto a motivación, renovación y emprendimiento.

Desde esta perspectiva, Raúl Baltar, quien actualmente es presidente del Banco Exterior, institución financiera que ocupa el quinto lugar dentro de la banca privada del país, publica su primer libro El arte de ser humano (en la empresa), en donde reflexiona sobre lo antes mencionado y muchas cosas más desde esa perspectiva, que a priori, cualquiera pudiera imaginar que falta en las empresas: el calor humano.

Parte de la grata lectura que ofrece el texto, obedece a que Baltar toma como referencia diversos elementos para contrastar y establecer analogías con el aparente y frío mundo empresarial. Así nos encontramos con curiosas y acertadas comparaciones entre la gerencia y sus acciones, que funge como el timón de una empresa, con figuras como Michael Jordan o Phil Jackson; pasando por Darwin, Da Vinci, y un sinnúmero importante de figuras destacadas en todo el orbe.

El arte de ser humano (en la empresa), lleva un tono reflexivo, producto de la experiencia de Baltar en el ambiente bancario, pero que es perfectamente extendible a cualquier empresa de otro ramo que quiera sacudir sus bases para mejorar sus perspectivas de crecimiento, y sobre todo, de mayor y mejor entendimiento con todo el personal y su desarrollo profesional. Aquí se deja a un lado ese aspecto piramidal que tanto mal le ha hecho a las empresas que centran la toma de decisiones en un solo líder. La apuesta es a la integración de todas las áreas en beneficio propio, como ser humano, ya que el empresarial estaría implícito en dicho logro.

Por otra parte, da gusto conseguirse con altos empresarios evidenciar a través del texto, sus gustos literarios y Baltar no es la excepción. Shakespeare, Sábato, Borges, Gay Talese, Huxley, Murakami, entre otros, también están presentes en esos paralelismos de los cuales ya les comenté. Lo más importante de todo esto, y estoy seguro que es el objetivo principal del autor, es aplicar esas reflexiones dentro de la empresa, llevarlas a la práctica por más duro que pueda parecer al principio. Él mismo señala que “es fundamental dar cabida a la creatividad, a la iniciativa y a una cierta improvisación basada en la búsqueda de la mejora continua”.

Cuando en las organizaciones el grupo gerencial se entrega a los procesos de reingeniería, cursos, seminarios, entre otras variopintas modalidades de formación, el impulso y las ganas son enormes al principio, pero luego se va perdiendo en el camino por diversos factores que van desde lo administrativo hasta lo emocional. Es importante mantener el ritmo, “la iniciativa” a la cual se refiere el autor, para alcanzar los objetivos más sencillos y luego emprender camino hacia los más complejos. Tal como dice Stephen Covey “entender algo y no aplicarlo es tanto como no entenderlo. Sólo en el hacer, en la puesta en práctica, se interiorizan el saber y el entendimiento”.

El arte de ser humano (en la empresa), una lectura necesaria que llama a la reflexión y motiva.

14 mar 2012

Todas las lunas

La luna vino a la fragua

con su polisón de nardos.

El niño la mira mira.

El niño la está mirando.

Federico García Lorca


He leído algunos libros de Gisela Kozak Rovero. Mi gusto particular por lo que escribe la autora, data –y esto va a sonar lejos– de finales del siglo pasado; sí, por allá a mediados y finales de los ‘90 cuando en la Escuela de Letras de la U.C.V., nos transábamos en gratas y –a veces ácidas– conversaciones.

Ese calificativo de “ácido”, va en el mejor de los sentidos, es decir, desde la perspectiva de quien tiene argumentos y la evidente preparación para debatir, opinar y por tanto, disentir –si es el caso–. Primero degusté los Latidos de Caracas; luego fue Venezuela: el país que siempre nace; le siguió En rojo y ahora le tocó el turno a Todas las lunas.

En todos los textos, debo decirlo, la voz de la autora está más que definida, sea desde la perspectiva del relato corto, del ensayo o desde una novelística de mayor aliento. Ya la simiente ha echado el fruto hacia un discurso y una línea mordaz, que en el caso de Todas las lunas, está representada en la polifonía de voces que ofrece cada uno de sus personajes: la enigmática Constanza Brentano; la atractiva Verónica con su cabellera pelirroja y cautivadores ojos verdes quien inicia la aventura de lo narrado; el capitán y mago Jozef Yukio; el terrible Guillermillo de una personalidad “catastrófica y abortada”, entre otros personajes bien delineados, sin dejar de lado a Loren, ese extraño héroe que desaparece y en torno a su búsqueda se desatan fantásticas acciones.

Cuánto de Caracas no habrá en esas ciudades fabuladas dentro de la historia, en “la feroz Tecla”; en Estefanía, cuya “lejana inmigrante fundadora” fue Sor Juana Inés de La Cruz; en Fumancha o en Diomira; lugares que de por sí cobran vida y son otros personajes con alma y fuelle. En Todas las lunas se viaja de principio a fin, bien desde la memoria y el aspecto epistolar que enriquece la obra; bien por los viajes per se que hacen sobre “La luna”.

También el tema erótico, que particularmente domina muy bien Gisela Kozak Rovero, está presente, junto a una serie de referencias musicales, culturales y literarias (Bocaccio, Rabelais, Cervantes, entre otros), que sin duda alguna enaltecen este viaje que coquetea con lo artístico, transformando el texto en un experimento lúdico desde una narrativa bien fundada y con unas cuantas pinceladas de humor. Un libro sin duda alguna para degustar.

12 mar 2012

Cuentos en el espejo

La gracia del cuento debe estar en el impacto, en ese elemento que al lector lo abrume desde el comienzo, sea del género fantástico, o que por lo contrario, se deslice sobre la cotidianidad, sobre el día a día que a cualquiera toca. En la brevedad posible, el autor tiene la dura tarea de cautivar al lector, y digo dura, puesto que el primer párrafo debe sembrar de una vez la semilla, la chispa, el interés por lo que viene.

De lo dicho anteriormente, Cuentos en el espejo de Marianne Díaz Hernández, va de lo segundo, de lo sencillo (que no es lo simple), de aquello que toca a cualquiera dentro de una cantidad infinita de situaciones, que por triviales, no las vemos. El ojo de la autora se centra en lo que está justo al lado de uno, bien sea en el transporte público, en el supermercado, en la calle, y de manera más íntima, también muestra esa perspectiva femenina, esa que siente y padece desde el amor, estando bajo la ducha, aplicando una receta de cocina, buscando empleo o sufriendo la angustia por pagar la renta.

Cuentos en el espejo es ideal para leerlo en cualquier parte, pero en lo personal, mientras uno va de un punto a otro en la ciudad es perfecto (en dos estaciones de metro ya se lee un cuento). Aquí se refleja, más allá del placer por el lenguaje que evidencia la autora, el deseo ineludible por contar, hacer de cada relato un abanico de situaciones que a diario están allí esperando a ser descubiertas.

Importante: con este libro de relatos Marianne Díaz Hernández ganó el V Premio para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores, Mención Narrativa.

6 mar 2012

Cuentos sin plumas

Dato importante para aquel que quiere comenzar a leer a Woody Allen: Cuentos sin plumas contiene al inicio Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, libro reseñado también a través de estos escombros http://palabrasyescombros.blogspot.com/2011/12/como-acabar-de-una-vez-con-la-cultura.html y también el libro Perfiles. Así que este es el libro ideal puesto que ofrece un 3x1 de su ¿obra? (en interrogación, de seguro el autor lo ironizaría sin ambages de esta u otra manera).

La tónica de Woody Allen es la que ya conocemos, la del autor que sabe sacar chispas de genialidad de asuntos tan comunes y rutinarios con los cuales nos topamos día a día. Leer este libro es entregarse a un incontenible divertimento y a medida que nos vamos encontrando con sus textos, nos sorprende con alocadas ocurrencias, que por sencillas y algunas extravagantes, nos atrapa más aún.

Algunos de mis favoritos son: “La puta de Mensa”, “Sobre la juventud y la vejez”, “Sobre el amor”, “La amenaza ovni”, “El experimento del profesor Kugelmass”; “Un paso gigante para la humanidad”, entre muchos otros. Hay incluso un cuento que pudiera ser un lejano antecedente a lo que hoy día es la película “Midnight in Paris”, la cual ganó un Oscar por mejor guión original, en el cual Woody se consigue con Hemingway y le hace algunas bromas sobre una novela que éste está preparando. Hubo algunas risas y como era de esperarse, Woody terminó con la nariz partida sobre el cuadrilátero de boxeo. El cuento se llama “Para acabar con los libros de recuerdos. Memorias de los años veinte” (no había visto la película para cuando reseñé Como acabar de una vez por todas con la cultura, libro en cual está dicho cuento).

En resumen, no hay nada qué perder y sí mucho por ganar leyendo Cuentos sin plumas. Parafraseando lo que dice la contraportada, si a usted no le da pena desternillarse de la risa mientras espera a que lo atiendan en su consulta médica, en el banco o si va en transporte público, este es un buen libro para acortar el tiempo, leer y divertirse.

1 mar 2012

DE CARA AL RÍO

Primero “Lo vio llorar en su boca” y luego se lanzó “De cara al río”. Hablar de poesía no es sencillo, puesto que siempre está la incertidumbre de por dónde empezar. Es un tema del cual se ha dicho demasiado y que paradójicamente siempre deja tela por cortar. Rememoro así dos títulos de Joaquín, del “Bróder”, como afectuosamente le llamamos los amigos: el primero desde su narrativa y el segundo, el cual nos congrega esta noche, desde la poesía.

“Petare”, que en cierto lenguaje aborigen que no recuerdo quiere decir “De cara al río”, es un poemario que se pasea por la ciudad que todos conocemos. Así que uno de sus tantos hijos oriundos de esta popular parroquia o municipio, se atrevió a hacerle loas desde el sublime lenguaje poético, que en ocasiones te arranca una sonrisa y en otras tantas, te hace sucumbir ante una sentida añoranza.

La ciudad aquí es epicentro, y desde su feminidad, la voz poética va recorriendo esos lugares por donde seguramente más de uno tiene algún recuerdo, ha pasado por ahí, se ha tomado un café o sencillamente sabe de su existencia. Así que este abanico de imágenes, sin ínfulas de grandilocuentes pretensiones, nace de una acera, del ladrido de un perro, de un puente, del siempre prestigioso CCCT, desde la pretenciosa Prados del Este, desde una plaza, y por qué no decirlo, desde el asqueroso pero siempre venerado río Guaire que atraviesa a Caracas como una vena yugular hinchada de colesterol y otras yerbas más escatológicas. Así que aquel falso proyecto de saneamiento, resulta desde nuestra propia idiosincrasia, casi una ofensa.

Este amplio espectro que va desde Petare hasta Antímano, con su respectivo este-oeste, pasando por el norte encumbrado en Galipán y rayando el sur que le corresponde a Macaracuay, Chula Vista y otros lugares más, no deja de tener la chispa que siempre da el humor de Joaquín, un tanto más delicado a lo que habitualmente nos tiene acostumbrado, pero que está allí como sutil herramienta. Así que los cuatro puntos cardinales de nuestra capital quedan cubiertos con esta poética sencilla pero siempre inteligente. No obstante, en De cara al río, nos topamos más bien con una evidente y clara melancolía que desahoga pero que paradójicamente oprime en algunos versos. Ya desde la portada, más allá del concepto de la línea editorial, y de lo estético que siempre logra ser el blanco y negro, notamos la desgarradura que en parte ha sufrido la ciudad. Por solo nombrar un práctico y gráfico ejemplo: la bola de Pepsi y la taza de Nescafé ya no existen.

Aquí lo femenino está presente de principio a fin, más allá del concepto de “ciudad” como objeto, como cosa palpable, lo cual ya es bastante decir; está por lo que ya mencioné antes desde la perspectiva de la melancolía, de esa abstracción que todos sabemos qué es, que sabemos lo que genera en nuestro yo interno y que nadie sabe cómo librarse de la misma. Ésta llega a su punto cumbre cuando el poeta rinde un sabio homenaje que se explica por sí mismo: A la Caracas que amó Montejo/ le están sobrando atardeceres... Y por aquí pudiera irme con unos cuantos poemas más, que sólo mencionaré para sembrarles la curiosidad: “Los jardines”, “Can Havilah”, “Civitas Dei”, “Tere la Santa”, “Plaza de Chacao”, entre otros.

Como bien dijo Octavio Paz: La poesía no exige ningún talento especial sino una suerte de intrepidez espiritual, un desprendimiento que es también una des-envoltura. Queda claro entonces, que Joaquín se la jugó desde dicha intrepidez, asumió el riesgo y salió ileso. Su desenvoltura, esa que menciona Paz, está en la palabra, y cobra mayor mérito cuando la fuente, el núcleo que dio vida a este poemario, es algo tan abstracto e inmenso como una ciudad. El desprendimiento está allí como oficio, el poeta expone sus versos y los lectores se hacen cómplices de cara a las imágenes, de cara a la sonoridad, y por supuesto, de cara al río.