30 oct 2009

Boogie & Sperman

Por carambolas me enteré de la adaptación al cine del cómic Boggie, el aceitoso de Fontanarrosa. Así que me lo releí. ¿Mantendrá ese descarado sarcasmo, su mordaz ironía y el humor negro tan elocuente de la tira cómica? Lo de las balas y todo lo demás, se mantiene…

No apto para corazones sensibles.



Aprovecho la ocasión y de un tirón me releo Sperman…, ya su portada dice el resto. Este humor es más ligero, pero siempre inteligente y dedicado a los más grandes de la casa.


28 oct 2009

La mecánica del corazón


Por casualidad mis últimas lecturas –excepto la de Proust– han tenido al “frío” como un elemento fundamental dentro del texto, o al menos, como el punto de partida de la historia. Esto sucede en Un lugar lejano y se repite en La mecánica del corazón, un cuento largo y por igual hermoso de Mathias Malzieu. Más allá de la juventud de este autor francés, me resultó curioso descubrir, como apunta la solapa del libro, que es “cantante de uno de los grupos de pop más importantes de Francia, “Dionisos”. Saltando este hecho anecdótico, La mecánica del corazón ha sido un best seller en el país Galo, amén de ser el título del sexto disco de la mencionada banda, pero lo que compete aquí en esta brevísima reseña, es destacar los atributos literarios del mencionado texto.


Imagínense el día más frío del año en donde todo se congela y la brisa helada es una delgada navaja que atraviesa la piel, ese día precisamente, fue cuando nació el personaje principal de esta historia: Jack. Él mismo se encarga de relatar cómo fue el momento de su nacimiento, que más allá de su protagonismo por estar llegando al mundo, lo cuenta como un testigo oculto que sobre pasa la propia conciencia de un recién nacido: “Es el día más frío de la historia. Y hoy es el día de mi nacimiento…En este lugar mi joven madre está dando a luz, y mientras se esfuerza en parir, observa a través del cristal cómo los pájaros y los copos de nieve se estrellan contra la ventana silenciosamente…En su interior, yo emito un ruido como de hucha rota...”¡Abre los ojos! ¡Contempla la llegada de este pequeño copo de nieve que has creado!”, quiero gritar”.


Madeleine, la partera que recibe a Jack en este mundo y que en el pueblo es tomada por bruja dado a sus prácticas y excentricidades, se da cuenta que el pequeño bebé nació con el corazón congelado y es por ello que decide incorporarle en su lugar, un mecanismo que le reanime y le de vida. Así Jack crece al amparo de la doctora Madeleine, como jocosamente le dicen y de un par de prostitutas que terminan siendo como tías del infante, Anna y Luna. Mientras Jack poco a poco abre sus ojos al mundo, éste juguetea con su mascota “Cunnilingus” para pasar el tiempo.


La narrativa de Malzieu se muestra espléndida por encima de situaciones tan tristes, como por ejemplo, las referidas al constante rechazo que sufre Jack por parte de las familias que nunca quisieron adoptarlo, y por la vivida en el colegio cuando por fin Madeleine le permite incorporarse al mismo. El humor, bien sea del autor o de los personajes, hace que estos difíciles momentos de la historia sean leídos con ligereza y no con una pesadumbre absoluta. Jack se vuelve el centro de chanzas de todos los chicos y a la par le llega un fuerte golpe ¿al corazón? cuando descubre el amor en Miss Acacia, una pequeña cantante andaluza que le marcó para siempre y por la cual tuvo que atravesar Europa para verla de nuevo. En su recorrido conoce a un personaje que será su bastón de apoyo en las penurias: Georges Méliès, un mago relojero con atisbos quijotescos. También se da el terrible reencuentro con Joe, su mayor enemigo conocido en el colegio, y gracias a él, Jack comienza a padecer uno celos terribles al mejor estilo de Otelo cuando se disputan el amor de Miss Acacia: “Me asalta la duda. Mi columna vertebral se convierte en un cascabel. Escucho el eco de mis escalofríos en todas partes bajo mi piel”.


La mecánica del corazón
pudiera verse como un cuento que rinde tributo al amor y a todas las emociones encontradas que dicho sentimiento provoca en los seres humanos. No obstante, también se destaca en el entramado de la historia, el delicado hilo conductor que nos lleva a reflexionar sobre el valor de las personas por lo que son y sienten, y no por lo que tienen. Descubre con tu lectura qué artefacto sustituyó el corazón de Jack para que pudiera seguir con vida.

26 oct 2009

Un lugar lejano


En Un lugar lejano pueden sucede muchas cosas. Situaciones que pueden ser totalmente ajenas a nuestras emociones y otras que son muy cercanas por su similitud. La muerte, por ejemplo, tema fundamental de la novela de Fernando Butazzoni, es esa instancia universal que más allá donde nos reciba, es la misma. Cambia el andamiaje, los personajes, pero ella es la misma aunque estemos repletos de nieve y a temperaturas bajo cero. Apenas iniciado el texto, ésta es comparada con un tren que “golpea en la noche”.


Julián Palacios, un reconocido fotógrafo que es diagnosticado con un cáncer terminal, se aferra a una imagen que le llega en sueños de un lugar equidistante en la Patagonia argentina. Quiere hacer realidad esta imagen, esta fotografía que aún no existe y que de algún modo la ve reflejada en una revista, la cual ya se transforma en impulso, en el motivo que lo lleva a entregar sus últimas fuerzas para lograr captar esa última imagen de su vida. Quedarían así en su pasado laboral tanta foto de ahogados, naufragios y pesadumbre, como bien le recuerda en su momento su asistente, Roque, para dar paso a una foto única en medio de la estepa fría y solitaria de Manchuria.


La narrativa de Butazzoni se decanta con sutileza en Un lugar lejano, a pesar de lo duro que pudiera ser el abordaje del tema de la muerte. Por una parte, allí está inmersa la imaginería del viaje de principio a fin, en donde Julián, vive su última aventura entre la conciencia y el delirio; y por la otra, el narrador se apoya en pequeñas historias paralelas que van en el sentido de reforzar esta idea: Julián, en su alucinación mientras enfrenta la inhóspita y helada llanura, se recuerda a sí mismo junto a su padre y abuelo a la deriva en el mar y el prodigio que significó volver a tierra firme; también los casos de la niña Magdalena, María Antonieta de las dos Sicilias, Jimena Sánchez y Juan Venría, son historias que de una u otra manera van en el mismo sentido.


También es notable la brevedad de los diálogos entre los personajes, como si los mismos hicieran juego con el frío, con la parquedad necesaria en un ambiente tan hostil. Da la impresión de que cualquier palabra demás implica un esfuerzo extra y por tanto una pérdida de energía y calor fundamentales para estar vivos. Julián continúa su peregrinación hacia Manchuria en un acto de soberbia y estupidez –sugiere el narrador. Vive su propio Viacrusis y al mejor estilo bíblico aparece un personaje que le ayuda en su peregrinaje: María. Con ella se vive uno de los momentos más estremecedores en la novela, y es cuando ésta exhorta a Julián, a gritar, a mantenerse en pie, despierto.


Un lugar lejano, más que de la muerte, va de la vida, de la esperanza de un personaje condenado a morir por conseguir esa fotografía soñada cueste lo que cueste. Jugarse la vida es lo de menos, puesto que sus días están contados, pero en ese andar en medio de la soledad, el frío y el silencio, la fragilidad humana se expande en su evidencia: “El frío deja de doler. Eso es lo primero, dicen. Al comienzo la temperatura del cuerpo desciende un par de grados y resulta difícil mover las manos y los brazos. La respiración se vuelve más rápida, hay una vaga sensación de disnea que dura algunos minutos y luego una repentina calidez que reconforta y engaña”.


Un lugar lejano fue llevada al cine recientemente por José Ramón Novoa y fue finalista del más reciente Premio Rómulo Gallegos 2009. Sólo resta ver la adaptación a la gran pantalla. Dice el narrador: “La revelación, pues, procede de la lectura y no de la imagen. Primero fue el verbo…La sabiduría no estará en saber lo ocurrido sino en aceptarlo”.



Lectura recomendada.

21 oct 2009

Por el camino de Swann


Me comprometí conmigo mismo a leer al menos un clásico al año, y no se me ocurrió otra cosa que cometer la osadía de comenzar con En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Más allá de lo intimidante de sus más de cuatro mil páginas inmersas en sus siete tomos, mi atrevimiento se vio por una parte compensado en mi ejercicio lector frente a la obra insignia de la modernidad; y por la otra, noté cómo mi concentración y atención eran totalmente vulneradas frente a los largos incisos y paréntesis a los cuales el narrador recurre para armar su historia. Es necesario en todo momento volver atrás para no sentirse perdido, por algo En busca del tiempo perdido es una de las obras más abandonadas por los lectores que se acercan a ella.
Leer a Proust, ahora sí puedo decirlo, no es nada fácil. Me exigí a mí mismo a buscar la mejor ocasión para leer Por el camino de Swann, en un momento del día en donde el silencio y la soledad me permitieran la mayor concentración posible y hecho esto, el texto se develó a sí mismo como una obra sublime e inconmensurable por encima de su complicado estilo. Paradójicamente, amén de la elegancia del lenguaje utilizado, el texto ofrece un sublime placer en el acto de lectura que sobrepasa la dificultad del mismo.
Por el camino de Swann –e intuyo que los restantes seis tomos– va de la memoria en términos generales, es decir, en hacer historia con las constantes reminiscencias inmersas página tras página, en la exploración de la psique humana e indudablemente del amor. En esto, Swann, como personaje principal, se desarrolla como un perfecto Dandy, como un hombre de gustos refinados que ve poesía en todo, en la pintura, en el teatro, en la música y por encima de todo, en el amor. Amor que le despierta Odette (de dudosa reputación) por el simple hecho de hallarla similar a la Séfora representada en un cuadro de Botticelli y a quien en un momento le explica también cómo llegó a enamorarse de un simple fraseo musical procedente de la Sonata para piano y violín de Vinteuil: “la breve frase, apenas oída, acertaba a liberar en él el espacio que necesitaba, y las proporciones del alma de Swann cambiaban por entero…la breve frase despertaba en él esa sed de un encanto desconocido, pero no le proporcionaba nada preciso para saciarla… viendo la cara de Swann mientras escuchaba aquellas notas, hubiérase dicho que estaba absorbiendo un anestésico que ensanchaba su respiración…jugaba con la tristeza que desparramaba la música, sentía su roce, pero como una caricia que hacía más profundo y más dulce el sentimiento que experimentaba de su dicha”.
La Francia aristócrata es retratada a la perfección en Por el camino de Swann, de la cual el propio personaje (y también el mismo Proust) formó parte. La descripción de los ambientes, de la vestimenta, de sus costumbres, de todo el entorno cultural y urbano del momento, es muy precisa en este sentido y a través de todos estos elementos, la voz narrativa va expandiendo el vasto contenido cultural de la época que recurre en múltiples ocasiones a notas a pié de página para mayor referencia, sin dejar de lado, obviamente, todo lo que pudiera desmembrarse de un personaje tan complejo como Swann que incluso auto reconoce su propio elitismo: “Yo vivo a demasiados millares de metros de altura por encima de los bajos fondos en los que chapotean y chismorrean de forma tan inmunda, para que pueda sentirme salpicado por las bromas de una Verdurin”.
En varias partes del texto Swann se desdobla, se ve a sí mismo y se juzga en cuanto considera pertinente y además es descrito en varias ocasiones como un personaje que vive en un estado epicúreo absoluto, en donde el placer y la buena vida lo es todo, aunque los celos y el desamor que le produce Odette sugiera lo contrario: “Swann tenía suficiente experiencia de la vida para saber que nunca hay más ocupaciones que los placeres”.
Nada más complejo y difícil que resumir el argumento de una novela, y más aún si se trata de Proust y su En busca del tiempo perdido. Esto es apenas un ínfimo acercamiento a Por el camino de Swann, texto que abre las puertas a un mundo narrativo extraordinario, que como mencioné líneas atrás, requiere de atención absoluta. Como dato curioso y para reforzar la idea de lo trascendental de esta obra, hace unos cuantos años atrás existió un concurso que consistía en seleccionar dentro de un número importante de participantes, el mejor resumen de En busca del tiempo perdido. Por algo el viejo adagio de que los clásicos nunca mueren es cierto. Cierro con una célebre frase de Swann (¿o Proust?) parafraseando a La Rochefoucald: “No sabemos apreciar nuestra felicidad. Nunca somos tan desgraciados como creemos serlo”.

7 oct 2009

Equinoccio de Poesía

En el día de ayer fueron presentados y bautizados en Ciudad Banesco los títulos poéticos de Luis Moreno Villamediana, Edda Armas y Rafael Castillo Zapata, los cuales son respectivamente Eme sin tilde, Toma lo simple por el tallo y Estancia. Debo decir que el trabajo conjunto entre Banesco y la Editorial Equinoccio es estupendo. Se nota, se ve, y sobre todo, se lee, el esmero de la editorial como el de los poetas.


Todo se desarrolló a través de una tertulia amena e intimista entre cada uno de los poetas y sus correspondientes presentadores que fueron Arturo Gutiérrez Plaza, Luís Enrique Belmonte y Gina Saraceni, acompañando en este orden a los protagonistas de la noche. Cada charla estuvo precedida de un video que ambientó, tanto visual como musicalmente, lo que representa en opinión de los poetas, su trabajo presentado. Y vaya que lo lograron, cada video, cada imagen y cada foto, fueron estupendas, así como el acompañamiento musical. Me sorprendió sobre todo el compuesto por Andrés Levell en compaginación con la estupenda selección de Edda Armas, así como, las “nubes” de Rafael Castillo Zapata en sublime componenda con la música de Arvo Pärt.




Mis felicitaciones al profesor Carlos Pacheco y a todo su equipo por el encomiable trabajo que hace en Equinoccio. Aplausos a todos y a nuestro galardonado Rafael Cadenas que también estuvo acompañando a sus herederos.