3 oct 2013

Lunar de viento

El cariño siempre se agradece. Es esa muestra sincera de la gente que está ahí, en físico, palpable. Pero también están los virtuales, los que se protegen más allá del muro de las redes sociales. Algunos siempre de  incógnitos y otros que dan el paso al contacto, a la piel. Gente que te consigues en las librerías y cuando menos te lo esperas te dicen "yo soy @tal..." . Me ha pasado muchas veces, no por lo que escribo, sino por esa pequeña ventana en la radio que se llama Librería Sónica: "la voz es tu tarjeta de presentación" me dijo la vez que conocí a una tuitera. 
Hoy ya existe mi primera publicación gracias al empeño de Lesbia y Alberto. Ese tipo de gente extraña que aún apuesta a la poesía, cuyo riesgo se multiplica aún más cuando se trata de un desconocido. Las muy pocas veces que comparto lo que escribo si de poesía se trata, lo hago con mucho celo, porque no hay nada más difícil, sublime y complejo que lograr unos versos que le saquen chispas a los ojos del lector. A esto le sumo la incertidumbre eterna de hacerlo en un país donde hay muchísimos y grandes poetas (incluso más que moto-taxistas). Recuerdo que el día uno le envié el manuscrito a Lesbia dada su insistencia y el día dos me estaba llamando para decirme "hay que publicarlo, pero ya". Pensé, "qué exagerada", en esa reacción natural que me define como eterno inconforme con lo que escribo. El gancho real, lo que me convenció a la publicación, fue que captó el leitmotiv principal de estos lunares a primera vista, como si se tratara de un dictado musical en el que descubrió la clave y la melodía de cada nota. Me dije entonces que el trabajo estaba hecho y el largo proceso de maceración después de un poco más de tres años, había culminado. 
Mi agradecimiento a este Lector Cómplice por semejante osadía. Entro en una fuerte contradicción conmigo mismo, en un dilema, al pensar entre presentar o no el poemario: no hacerlo es lo que quiero, pero la parte terrenal, fría y mercadotécnica, me dice que sí debo. Como le dije a Lesbia: Jasón lleva ventaja porque él es quien escribe y no le interesa; pero yo, Yeison, es el que tiene que dar la cara y hacer lo propio tal como si estuviera frente al micrófono de su programa de radio. En todo caso, ella dirá (me desentiendo lo más que puedo) cuándo será la cosa, sí, la cosa, para tomarnos un vinito y develar estos lunares. 

Namasté.

Lunar de viento es un despliegue de imágenes que aviva el Fuego, como una tierna cornisa de azufre elevando sus llamas hasta calcinar la bisutería que adorna la superficie. La imagen del calor esencial se presiente intensa, como una fragua donde se talla cada poema, a veces con dolor. Jason Maldonado nos muestra al poeta como intermediario entre la imagen poética –realidad psíquica insondable– y el lenguaje, atanor donde se consume la alquimia de la palabra. En este poemario, de profunda resonancia filosófica, nos adentramos en un universo de correspondencias (algunas estremecedoras) que se desprenden como estalactitas de cada poema.

Hay un pulso complejo en la estructura funcional y en la cadencia poética, una invitación y al mismo tiempo, una lucha soterrada contra el signo fatalista que sella la palabra. No obstante, el ritmo y la armonía envuelven y conducen hacia otros visajes de matiz ontológico implícitos en los versos: Dios, lo otro que se oculta en nosotros, los simulacros, el desencanto, la forma de soñar el mundo, y sobre todo, en la dimensión honda, erótica, vital que se intuye en la fenomenología de la imagen.

En Lunar de viento, la indagación que late en cada poema muestra la potencia y las visiones sobre cauces oscuros de la contingencia que permanecen larvados en la incertidumbre. Jason Maldonado transmuta imágenes que remiten a estadios profundos donde las reflexiones se remontan y dejan en su vuelo fulgores, destellos del latido esencial de la poesía que, a veces en su fugacidad, se puede entrever como un Lunar de viento.

Tomado de