10 jul 2013



Para todos los que somos de una y otra manera promotores culturales, y sobre todo promotores de lectura, este libro se me antoja fundamental para ir en aras de hallar más luces sobre ese divino, extraño y subjetivo proceso con el cual nos acercamos a —más bien, nos metemos "en"— un libro. Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, recoge las conferencias dictadas por Michèle Petit en Argentina —tanto en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires (2000) como fuera de ésta—, en las cuales expone sus investigaciones sobre el proceso de lectura. Si bien es cierto que la autora reconoce su etnocentrismo por estar sus estudios focalizados en Francia, la lectura como proceso cognoscitivo e intelectual rompe cualquier frontera que se le ponga en frente. Así que aquellos sentimientos de alegría, tedio o terror de un niño francés por acercarse a un libro, no dista mucho de uno que esté en Buenos Aires, en Caracas o en cualquier lugar del mundo.

La autora defiende el gusto por la lectura, lo cual resulta obvio, pero no deja de admitir que este hecho que a muchos fascina y les demanda buena parte de su tiempo, no es la panacea para hacer de la sociedad, de la vida misma, algo mejor. Esto siempre ha sido  punto de discusión en los círculos académicos y fuera de éstos, y por ello se pregunta cuál es la utilidad de la lectura, y sobre todo de la lectura literaria. Esto se corresponde también con un libro que reseñé por aquí, La literatura como exploración de Louise Rosenblatt, en donde el tema del acto de lectura siempre llama a la reflexión y se destaca el valor y la importancia que cobran todos aquellos que fungen como “iniciadores” al momento de incentivar o recomendar libros.

En Lecturas: del espacio íntimo al espacio público el centro de atención es el lector, independientemente de su cultura, raza o credo; cómo llegan hasta él los libros, quiénes son los mediadores y cuáles son los intereses particulares de quienes leen. Petit insiste que la lectura es una “experiencia irremplazable” y que uno de los factores primordiales —y difíciles— es que dicho lector o lectora, se gane el respeto por su gusto particular hacia los libros y la lectura, sobre todo si vive en medios hostiles, de bajo interés por la cultura y en donde el acto de leer puede ser visto como algo inútil, débil y tonto. Bien dice que “la lectura no es conciliable con el gregarismo viril ni con las formas de vínculo social en las que el grupo tiene siempre primacía sobre el individuo” (p.37), lo cual contribuye precisamente a que el acto de lectura sea considerado por algunos como un hecho transgresor; lugar en donde cada quien evoca, consigue y se adueña de su propio espacio, pasando por encima de cualquier interés colectivo.  Virginia Woolf, citada por Petit, dice que la lectura es “una habitación para uno mismo”. Mejor imagen, imposible.

Hasta qué punto la lectura modifica el pensamiento del lector; cuáles son aquellos libros que pueden generar mayor impacto en los lectores... Las respuestas a estas inquietudes como a tantas otras, consiguen en el libro no un respuesta definitiva, pero sí una aproximación muy acertada en cuanto al acto de leer, sin dejar de lado y parafraseando a Petit, a los lectores que nunca llegan vírgenes a un texto, pues existe siempre un precedente ineludible que tiene que ver con la experiencia de vida, personal, de cada quien. Se da ese famoso pacto de lectura, pero en donde “el lector no consume pasivamente un texto; se lo apropia, lo interpreta, modifica su sentido, desliza su fantasía, su deseo y sus angustias entre líneas y los entremezcla con los del autor” (p.28), es precisamente el lugar en el que nace la reflexión, el pensamiento, la abstracción, y por tanto, la apropiación de lo que leen.

La brevedad de Lecturas: del espacio íntimo al espacio público, no dice todo a lo que puede invitar este libro en cuanto a la reflexión del acto de lectura. Petit señala que “la cultura se hurta; pero ¿qué robamos exactamente cuando leemos?” y la respuesta a dicha interrogante queda definida, aclarada, a lo largo del libro, pasando por lo sociológico, el psicoanálisis, hasta llegar a la misma literatura per se.

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