Esta
es la historia de un amor o, más bien, de la imposibilidad amorosa. También, de
las variadas estaciones del enamoramiento y de sus alocadas resoluciones.
Podría señalarse, incluso, que Verde que
me muero constituye el cierre de un demorado bildunsgroman donde su protagonista, Antonio Guerra –Tony–, alcanza
a comprender que su vida es justamente la cotidianidad y no el recuerdo de una pasión
juvenil, remota e inútil por inconclusa.
Ofrezco
una tercera versión: esta es la novela de tres amigos músicos a quienes los
años pusieron en su lugar, como siempre ocurre, arrebatando sueños y presencias.
Sin duda, habrá otras
interpretaciones (en literatura no existen verdades absolutas; corrijo: no
existen verdades, sino hipótesis o perspectivas –apunto un lugar común, qué más
da, pero a veces hay que recordarlo–); habrá quizá distintas interpretaciones,
decía, que cada lector cifrará con base en su experiencia, en su conocimiento
del mundo y en sus anhelos. Por lo pronto, en esta auroral pieza narrativa de
Jason Maldonado nos topamos con la historia de un sujeto a quien el amor le
juega sucio, pues estando en su pleno disfrute la súbita e inexplicable
desaparición del objeto amado enrarece las prevenciones al uso de las
relaciones de pareja. Este hecho, la partida de Auristela hacia Maracaibo
(talismán o fetiche que desencadena las acciones) disloca el sistema amoroso
del joven Tony: en adelante, el muchacho se precipita en un torbellino de
frágiles enlaces sentimentales cuyas consecuencias son la desazón, la inmadurez
y dos hijos de madres distintas. Y es que Antonio nunca logra desprenderse del
recuerdo de Auristela, de su extraño alejamiento y de la imposibilidad de
cerrar el capítulo más importante de su lábil existencia.
Por eso, la misteriosa carta con la
cual se inicia la obra será el punto de partida de un lento reconocimiento de
sus malas jugadas afectivas y, al mismo tiempo, le brindará la posibilidad de
alcanzar cierta comprensión (tal vez eso que llaman experiencia) cuando decide, en las escenas finales de la novela,
enfrentar los requiebros de una vecina tan agostada y perdida en cosas del arte
amatorio como él.
Este
reconocimiento pulsional, sea el caso de decirlo, ocurre apenas en tres días y
bajo los efectos de una terrible muerte: la del amigo de juventud asesinado por
unos delincuentes en Maracaibo. (Qué raro, Auristela huye a la capital del
estado Zulia treinta años atrás sin despedirse de Tony; en el tiempo actual que
recrea la composición, el protagonista va a Maracaibo al sepelio de Anselmo y
es justo en ese lapso cuando descubre, al volver a Caracas, el destino de su único
amor. ¿Se habrá dado cuenta Maldonado –no la voz que relata los hechos– de esta
enigmática coincidencia? Dejo al futuro lector todas las especulaciones.) Así
pues, la muerte simbólica de la mujer amada y el deceso real del amigo ocurren
en esas luctuosos y lumínicas setenta y dos horas, una brusca revelación que deviene
sosiego y plena entrega a las circunstancias, pero de una manera consciente y
vivaz, al contrario de la ceguera anterior que trazó buena parte de su camino
afectivo.
Sobre
la base de esta trama principal, en la novela se recrean otros aspectos: el
impacto de la música como hilo que teje las historias de los protagonistas y
que marca ciertas situaciones, la inevitable polarización política que ya
resulta un rasgo (¿temporal?) del país, el uso del humor como elemento cohesivo
de personajes y gentilicios y el manejo de algunos referentes de la cultura institucionalizada
y de la cultura popular.
Aun
cuando pudiera pensarse que, tratándose de una anécdota sobre el desencanto
amoroso con pasajes que, al mismo tiempo, muestran realidades dolorosas, la
pieza se halla incardinada de un tono festivo y de un fluido lenguaje que
atenúan –porque ese no es su interés– cualquier desvarío melodramático o proclive
a la denuncia de malestares sociales. Por el contrario, tenemos aquí la entrada
de un novelista que nos trae una historia fresca y divertida que, sin embargo,
obliga a reflexionar sobre nuestro destino nacional e íntimo. Un acierto de
debutante.
Bienvenido.
1 comentario:
me enganchó, me hizo topar con mis vivencias, creo que ese es el garfio, que haya sacado de mi historias, momentos, circunstancias. Podría decir que el grado de atracción es directamente proporcional al desentierro de nuestras realidades.
Un Abrazo
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