Hay ciudades que se niegan a morir o siendo más implacable, que nunca llegaron a serlo. Espacios que por más que se esforzaron en alcanzar cierta urbanidad, no pasaron de estar atrapados en la densa neblina de lo rural, lugares detenidos en el pasado que rememoran en el presente los pasos de un progreso que llegó torcido, que nunca se aprovechó o que pasó de largo. Esto aplica a muchas ciudades del país, y como venezolano que soy, creo que tengo le derecho de decirlo sin máscaras y con una profunda tristeza. Hablo del caso particular de Cumaná, capital del Estado Sucre para mayor referencia (de vez en cuando algún amigo de otro país me lee, por eso el comentario geográfico).
Si partimos de los elementos más fundamentales de la economía de un estado, conseguimos que en Cumaná el turismo debería ser bandera, punta de lanza y fruta madura para el consumo humano, si me permiten la imagen. Para todos los que conocemos medianamente el país, y Sucre para ser más específico, sabemos que sus playas son de las mejores del mundo. No obstante y a pesar de esta bendición de la naturaleza, el turismo no ha sido aprovechado como sí lo han hecho pequeñas islas tales como Curaçao y Aruba tan cercanas a Venezuela, en donde la atención y las infraestructuras hoteleras, entre otras, nos superan en términos escandalosos. Caemos nuevamente en el lugar común: la gente esto, la gente aquello. Es así. A nadie pareciera importarle cuidar un poco lo que tiene, aunque sea con algo tan tonto –para algunos –como recoger los restos de lo que se consume a la orilla de una playa.
Pero volvamos a la ciudad. Si esto sucede en las playas de la entidad sucrense, que se supone que son el lugar predilecto para el disfrute y esparcimiento de propios y ajenos, qué puede esperarse para otras fuentes de turismo que no impliquen bronceador, arena y agua de mar. Rodando por las calles de Cumaná se puede atestiguar, uno, el pésimo estado de la vialidad y dos, la cantidad de indigentes que pululan en las calles (ojo, y alguien que es de aquí me comentó que hay menos indigencia que antes gracias a ciertos planes aplicados por la gobernación. Bravo). Al mismo tiempo pueden verse algunas construcciones y remodelaciones que parecen perpetuarse en el tiempo, puesto que si bien es cierto que tenía más de dos años que no venía por estas tierras, nunca terminas de ver la ciudad armada, ordenada, con atisbos de un mediano progreso. Insisto que esto es lo que yo percibo y que a la vez se solapa con el comentario de habitantes de la región que opinan exactamente igual. Esto más que aliviarme por la fatídica coincidencia en el sentido de no haberme equivocado, lo que hace es causarme frustración como venezolano.
Después de los compromisos de rigor pude ir a dos lugares pendientes en mi agenda personal, por ello en parte todas las líneas anteriores. Entré a la casa natal de Andrés Eloy Blanco, uno de los mejores poetas y escritores de Venezuela. Me impresioné por la historia, por los objetos, por las estupendas fotografías como huella indeleble de lo que ha sido nuestra cultura y nuestras letras. Cómo olvidarme de esa foto en donde Andrés Eloy posaba junto a un par de amigos: Rómulo Gallegos y Mariano Picón Salas. Casi nada. Hay un largo etcétera que pudiera enumerar. No obstante, en este sentido apocalíptico con el cual me dio por escribir hoy, lo que quiero destacar es el mal estado en que está la casa, no en su fachada externa puesto que está impecable, sino en su parte interior. El piso, las paredes y un sin fin de cosas más dan lástima. Incluso observé una habitación llena de trastes, desechos, porque no tiene otro nombre, en donde había cualquier cantidad de cuadros, pinturas, que de seguro alguna vez fueron parte de la decoración. Quién controla esto, quién tiene la noble tarea de darle vida a una casa que hoy pudiera ser un lugar de interés para muchos, en términos históricos, culturales y turísticos. Por qué no se le ha dado el trato merecido a este lugar que vio nacer a un ilustre venezolano de las letras. Estas interrogantes me retumbaron mucho más en el pensamiento, cuando al lado de la casa del referido poeta, está la rimbombante gobernación del Estado, que de seguro e intuyo puesto que no entré, ha de ser una tacita de plata.
Más allá, en sentido hacia la iglesia Santa Inés, a penas a una cuadra de distancia, está la casa Ramos Sucre. Por fin pude entrar a la casa de nuestro ilustre suicida, poeta fundamental para la historia literaria venezolana. Aquel lugar es un oasis en medio del sofocante clima cumanés. Es perfecto para hacer memoria y cuenta de lo que fuimos y somos hoy día como venezolanos y de acercarse en un viaje imaginario al mundo que rodeó al poeta José Antonio Ramos Sucre. Esta casa, a diferencia de la de Andrés Eloy Blanco, está finamente cuidada. Cada detalle, cada baldosa en el piso, fotos, muebles y un sin fin de cosas más, están
embalsamados por la magia del lugar y el cuidado evidente de quienes allí trabajan. La cama en donde nació en la misma posición de hace más de un siglo; el closet de casi dos siglos que le perteneció a su abuela y la foto de la mujer que desbordó pasiones en el poeta y sentidos poemas están en esta casa. Esto ya justifica la visita aunque hay muchas cosas más.
Ahora, la pregunta de rigor: por qué la casa Ramos Sucre luce intachable con respecto a la de Andrés Eloy; por qué en una se nota el esfuerzo y el cariño por preservar la memoria de un poeta como elemento enriquecedor de la historia y la cultura de un país y en la otra no. Aclaro que no es que se esté cayendo a pedazos la casa del creador de Píntame angelitos negros, no. Es que después de entrar a la casa Ramos Sucre la diferencia y la comparación es inevitable. Por ello hablaba del tema turístico, puesto que son un par de lugares que aún no han sido explotados como se debería y porque en palabras de alguien que allí trabaja y que prefiero omitir su nombre, me dijo “esto se lo pasa solo”. Es decir, que casi nadie va, uno que otro estudiante y uno que otro loco como yo que viene a enterarse un poco de la historia literaria del país. Tan es así el tema de la poca planificación turística en el Estado, que un imponente castillo ubicado en las alturas de Cumaná, construido posiblemente en el siglo XVII, estaba vacío, cerrado, cadenas de por medio en plena época vacacional y ni siquiera tenía una placa que dijera el nombre del castillo, al menos no en su interior. Puede inferirse que hasta eso pudieran robarse. Por fuera se aprecian algunas ergástulas, las mismas que empleó Ramos Sucre en su imaginario poético tal vez inspirado en éstas y sentir el olor del mar mientras los viejos cañones siguen apuntándole a filibusteros ya fantasmas.
Para terminar como hecho curioso, dicen, cierto o falso pero hermoso, que todas las mañanas la cama del poeta amanece con un delicado y fresco rocío sobre las sábanas blancas como muestra de su eterna visita al lecho y a la cama que lo vio nacer. Hay muchas cosas por hacer en esta tierra, en esta ciudad, y una de ellas es rescatar la memoria de quienes fueron nuestras primeras voces universales.
A manera de post escrito, un corolario irresistible:
Todo lo anterior lo escribí la noche previa a mi retorno. Me pareció que cerrar con la frase “primeras voces universales” quedaba de perla, pero como a mí me persiguen ciertas situaciones a donde quiera que vaya, no puedo dejar de contarles que, y atendiendo al orden de ideas en el plano turístico, que en el Aeropuerto “Internacional” Antonio José de Sucre (las comillas van con la mayor sorna posible), no funciona el aire acondicionado. ¿Pueden imaginarse el deslave sudorífico que emanábamos todos los allí presentes? Sí creo, háganlo. Hay que llegar mínimo dos horas antes para hacer los respectivos chequeos y se podrán figurar aquel sauna inmenso. Qué inhumano trabajar bajo esas condiciones y ofrecer una sonrisa a los viajeros, cuando la ciudad arde a la sombra a treinta y seis grados centígrados. Lo crucial es que ya son “ventiun días sin aire acondicionado” tal como me dijo el señor que amablemente me atendió en el restorante. ¿Esto es turismo? No me joroben.
-Consomé de guacuco y luego un pargo frito con ensalada, arroz y tajada, barato…
-Entrar a la casa Ramos Sucre, totalmente gratis…
-Vista de la bahía cumanesa desde el castillo, espectacular…
-Un aeropuerto con aire acondicionado, no tiene precio…
5 comentarios:
muy justo el reclamo al país y a la desidia, y magnífica la anécdota del rocío en la cama del poeta.
es una crónica excelente.
un abrazo.
Blog muy chevere... Felicitaciones!
http://caracascoaching.blogspot.com/
Hola!!!!!
Muy bien redactado, aveces pasa. La galería me encantan me hace acordar a la vieja casa que habite hace muchos años…..
Te acordas que te invite a un concurso, te encuentro inscripto, pero no estas activado para participar, que pena…
Feliz domingo, recorda que la cita es el miércoles.
Un súper-abrazo de oso.
saludos cordiales....
te invito a que le eches un ojo a este video producido por nuestro equipo... que retrata la casa de Cruz Salmerón Acosta en Manicuare, estgado Sucre
http://www.youtube.com/watch?v=epKEurbyuR4
Jodreman, gracias por tu lectura e informacion. Buen video, aquí lo dejo para el disfrute de otros.
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