10 jul 2009

El niño con el pijama de rayas


En esta ocasión comencé a la inversa: vi la película y luego leí el libro. No fue adrede. El asunto es que mi país el tema de conseguir algunos libros foráneos es harto difícil. Al punto que el libro de la gráfica me lo prestaron, no vayan a creer que lo conseguí.

Si hay un libro conmovedor, tal como la película, es El niño del pijama de rayas. Salvando los ajustes evidentes que hay del traspaso del libro a la pantalla, escenas que se omiten del original, invenciones del guionista y el director para crear el ambiente en la pantalla, ambas experiencias fueron fabulosas.



Uno de los elementos más resaltantes del texto es que John Boyne logró darle a sus personajes principales una voz propia muy particular, en especial a los dos niños protagonistas, Bruno y Shmuel (¿hace falta decirles cuál es el niño judío y cuál no?) los cuales a través de su imaginación y de sus inocentes diálogos, el lector pudiera entrar en un estado de desespero al ver la ingenuidad de Bruno, el cual ignora lo que está pasando y pareciera vivir en un mundo paralelo. Su mayor preocupación –entre otras– era que su antigua casa en Berlín era de cinco plantas, y la casa nueva, cuya vista daba a un inmenso cercado, era tan sólo de tres plantas; caso contrario a Shmuel, el niño judío que vive tras el cercado en donde el holocausto está en pleno desarrollo, que sabe lo que sucede y que halla en Bruno a un amigo junto al que emprenderá la ¿aventura? de hallar a su padre.


En esta trágica y conmovedora historia están presentes los típicos roces entre hermanos, protagonizados por Shmuel y su hermana mayor Gretel; el complejo que a tan corta edad produce la falta de estatura y ese deseo por crecer; las contradicciones y desacuerdos que hay en las familias, que en este caso, se dan entre la abuela Nathalie y su hijo Ralf, el comandante nazi, padre de Bruno: “quizás me equivoqué en eso, ¿no crees, Ralf? –le dijo–. Quizás las obras que te hacían interpretar cuando eras niño te condujeron a esto. A disfrazarte como una marioneta… cuando te veo con ese uniforme me dan ganas de arrancarme los ojos…”.


Todo lo dicho anteriormente sumado a otros elementos que les conmino a explorar, tal como haría Bruno puesto que eso era lo que más le divertía, “explorar”, hacen de esta lectura una remembranza del suceso más abominable de la humanidad, con un final espeluznante que en el libro está matizado por el tiempo y que en la película no puedo decir menos que impactante. Cierro con esta cita: “Bruno frunció el entrecejo. Pensó en la gente del pijama de rayas y se preguntó qué estaba pasando en Auchviz. A lo mejor algo no funcionaba bien, porque la gente tenía un aspecto muy poco saludable. No entendía nada, pero tampoco quería seguir mirando la mano de Shmuel…”

4 comentarios:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Prefiero el libro a la película, aunque ambos son fantásticos, la película algo corta para mi gusto.
Saludos

Taller Literario Kapasulino dijo...

la verdad no vi la pelicula y no he leido el libro, ya que me dijeron de que se trata y no me animo todavia aun a verla o a leerla...

Taller Literario Kapasulino dijo...

Gracias por responderme el comentario que te hice, pero si podes, y no lo tomes a mal, respondemelo en un texto que sea mio ya que el comentario lo dejaste en un relato de Maria Susana, otra miembro del taller.
Buen fin de semana!

Ana Márquez dijo...

Aún no lo he leído, lo tengo pendiente. Ahora tengo más ganas de leerlo gracias a tu artículo.

Te dejo un regalito en mi blog, pásate cuando quieras a recogerlo :-) Besos desde mis campos