Primero quedé atrapado con La maravillosa vida breve de
Oscar Wao de Junot Díaz. Pueden buscar una suerte de ensayo que hiciera
sobre dicho libro por este mismo camino. Cuando un texto me gusta mucho —y fue
el caso del mencionado palabras atrás—, me doy a la tarea de buscar otros
libros del mismo autor. Es así como llego a la primera publicación de Díaz
titulada Los boys, y quedé igual de
agradecido por lo que leí. Si bien es cierto que fue la obra que antecedió a la
merecedora del Premio Pulitzer, esta es igual de conmovedora, pero dura a la
vez. Son once relatos que pueden leerse perfectamente por separado, pero que en
su totalidad tienen un hilo conductor que lleva al lector por el duro mundo de
los inmigrantes dominicanos en tierras neoyorquinas. La voz relatora la conduce
Yúnior, quien sufre, pasa hambre, frío, se llena de piojos, pelea con su
hermano, con sus amigos y un sin fin de situaciones que llevan hasta el límite
al niño que crece en medio de las penurias de quienes deciden dejar su isla
querida para buscar un mejor futuro en el norte.
Por si todo lo antes mencionado
no fuera suficiente, Yúnior, su hermano y su madre, son abandonados por su
padre, quien con la promesa (incumplida) de volver por ellos, conoció en carne
propia las miserias de llegar a un lugar en donde la primera barrera por
sortear es la del idioma. No obstante, nunca falta el momento de humor negro
que Díaz utiliza como recurso ineludible a un gentilicio caracterizado por la
simpatía. No faltan las reuniones entre los dominicanos a pesar de las
dificultades económicas; a los encuentros y las comilonas que traen a la
memoria lugares como Santo Domingo o Boca Chica; el desorden, la chanza y la
juerga alcohólica aunque al día siguiente haya que madrugar para ir a lavar carros,
freír papas fritas o lavar platos; congelarse en el invierno o vivir sofocado
en los duros veranos de Nueva York.
En Los boys se da cuenta de una variopinta cantidad de personajes que
viven al margen de la sociedad, el borracho, la prostituta, los mafiosos, pero
siempre colocando en un nivel más alto a la madre, siempre luchadora a pesar de
las dificultades para sacar adelante a sus hijos, en medio una inconmensurable
pobreza que no se extingue y parece perpetuarse, tal como si fuera un símbolo que
identifica los distintos guetos que pululan en la ciudad. Los boys no es un libro que deja indiferente al lector, no; por el
contrario, llama a la reflexión precisamente a través del caos presente en cada
página más allá de los fracasos, la incertidumbre y el desconsuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario