5 sept 2014

Happening

Un accidente es un ladrón de realidad. En eso se asemeja al teatro: contiene en su exaltación una catarsis.
Gustavo Valle

Sembrar la intriga en literatura —tal vez en la vida misma— es un arte, y esto lo logra Gustavo Valle desde el primer capítulo de su novela Happening, texto ganador —debo decirlo— del Premio XIII Concurso Anual Transgenérico. Como no puedo evitar mis digresiones, esta vez no será la excepción: agradezco mucho que en todo el primer capítulo sólo hallara un adverbio —cosa que se agradece— y lo digo porque mi lectura anterior (no diré ni el libro ni el autor) fue todo lo contrario: casi un adverbio por línea.



Volviendo a Happening, se me antoja como una road movie al principio, aunque en la novela, no estemos precisamente frente a un viaje iniciático de su protagonista, Alex (Alejandro), también Bruno, pero también Catire: “escapaba por una carretera solo dividida por la línea imaginaria de los que no quieren estrellarse”. Pero, ¿escaparse de qué? ¿De quiénes?, ¿o escapar de sí mismo? Estas incógnitas atrapan al lector ansioso por descubrir la verdad, mientras la historia ofrece destacadas pinceladas narrativas gracias a un autor que se tomó el tiempo necesario para madurar esta, su más reciente publicación. No basta entonces contar sobre un accidente fatal y de la víctima, Eladio Mena, sino de contarlo bien y hacer notar el uso preciso de las palabras y la construcción de imágenes.

Alex/Bruno/Catire duda de sí mismo (deberán leer el libro para entender el porqué de este juego de nombres: “Cambiar de nombre fue como sacarse una camisa sucia y gastada y ponerse algo limpio”); saltan sus continuos monólogos en respuesta a ese juego constante en donde el narrador pregunta y aquel le responde (y se responde); sueña, tiene extrañas alucinaciones, muchas —en parte— producto de su separación; Lupita (su hija) es el cable a tierra mientras el protagonista a bordo de su camioneta Range Rover modelo 76 viaja y conoce al enigmático y muy folklórico Morocho, obvio que no es su nombre, pero ¿cómo se llama?, ¿por qué sus demenciales actitudes?; también conoce a la sufrida Rebeca y a Francis, una suicida en potencia. Todas estas emociones y paseos mentales se encienden en Alex/Bruno/Catire cuando la realidad aprieta.

A diferencia de otras obras narrativas contemporáneas en nuestro país, Happening destaca, entre otras cosas, porque el tema político, si bien es cierto que lanza algunos guiños, no abruma al lector como si estuviera leyendo la prensa nacional; por el contrario, está allí de manera solapada para crear determinados contextos sin volverse el leitmotiv de lo narrado, mientras Alex se ve  motivado a cumplir una de sus metas, la representación a pie juntillas del  happening escrito por su tío Tadeusz Kantor, hecho que se concreta en la oriental población de Chacopata.

Pero la máscara del nombre que la historia ofrece en cuanto a Alex, también está presente en Morocho, hecho que cobra importancia hacia el final de la novela y en donde Alex paga sus culpas, o como se intitula el capítulo final “El error”. Alex salta con una facilidad asombrosa entre la realidad y sus pensamientos o fantasías, tal vez en parte para contrarrestar su incredulidad hacia el destino en general y, particularmente, el que le ha tocado. En Happening todos los personajes parecen ir a la deriva en sus vidas y en esa sabrosa incertidumbre en la que te envuelve el texto, amén de la lectura veloz que provoca, también ofrece de manera inesperada,  una deliciosa apología a la rica cocina tan propia del oriente venezolano que a más de uno —a mí me sucedió— le aguará la boca. No obstante, me esperaba un final distinto (lo cual no le resta mérito), pero lo que sí no es menos cierto es que el cierre es conmovedor, logrado justo en el paroxismo absoluto por el amor que existe entre un padre y su hijo(a), en este caso, entre Alex y Lupita. Sólo me quedan dos preguntas sin respuestas: ¿habrá un discreto homenaje en Happening a Bruno Schultz? ¿Por qué la fobia de Alex hacia las ardillas?  Seguramente algún amable lector me responderá esto. Buen libro.

PD. Aunque también las hay en este texto, prefiero las ardillas de Alex a las escalofriantes y robustas cucarachas de Bajo tierra.


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