Si quieres pasearte por una novela en donde los prejuicios están al margen del texto, así como de sus personajes; una novela hilarante, cautivadora y profundamente humana, le invito a leer Las cucarachas salieron bailando conga. Tome su Baygón y téngalo siempre presente, no para atacar al pavoroso insecto, sino para preguntarse a sí mismo de dónde salió la genialidad del título. José Irimia Barroso presenta este trabajo literario con un lenguaje sencillo, entendible, listo para digerir. Y si por algún párrafo pudiera quedar colgada alguna palabra, presta para ser intervenida por un diccionario, no importa, siga su camino –es decir su lectura- que su personaje principal Jacinta Valdés se encargará de hacerle entender sin pelos en la lengua de que “puñetera” cosa se trata.
El lenguaje natural, sin aditivos químicos, expresado en las cartas que cruzan el Mar Caribe para mantener el contacto entre los protagonistas marcados por la distancia, dejan al descubierto una evidente nostalgia por el terruño, por la tierra que siempre llama y obliga de una u otra manera, el intento por volver a ella, regresar y conseguir algo de un pasado que se antoja triunfal con todo y sus complicaciones: “…Jacinta Valdés había sido eso. Una celebración de vida. Un mirar al frente, una risa oportuna y un consuelo ante las veleidades de sus seres queridos”. Esa misma celebración es la que sobresale de principio a fin en esta grata y desenfadada novela que quizás también lo ponga a bailar conga. Como bien dice Jacinta: “…el orgullo termina donde empieza el placer”, así que a pulir hebilla.
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