15 abr 2010

Vida y época de Michael K


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El poeta y reconocido librero Alexis Romero me dijo que si Desgracia de J. M. Coetzee me parecía un texto impactante, duro en cuanto a su contenido, “léete Vida y época de Michael K, luego hablamos” –me dijo. Después de hacerlo, debo decir lo que ya intuía apenas en la primera página: es un texto desgarrador, un libro que deshoja las miserias humanas, las diversas penurias por las que puede pasar cualquiera, más aún si se vive en un país en guerra.

La novela narra la historia de Michael K, un hombre que llega al mundo marcado físicamente por un labio leporino que lo acompaña toda la vida. Las restricciones económicas no hicieron posible llevarlo al quirófano para borrarle la desagradable malformación, pero sí lo llevaron a deambular con la miseria a cuestas por cada calle.
Ya siendo un adulto y después de desempeñarse por un tiempo como jardinero, tiene que huir con Anna K, su anciana madre. Ésta padece una terrible enfermedad que la hunde en unos terribles dolores y Michael, para hacerle la travesía menos tormentosa, improvisa una carretilla con restos de materiales que encuentra en el camino. Pasan los días y la situación de Anna empeora, mientras Michael, aprovecha cualquier instante para dormir en donde sea y a la hora que sea, hallando en el sueño, cierto alivio y el desprendimiento momentáneo de la implacable realidad que lo agobia. “Sin nada qué hacer, dormía cada vez más. Descubrió que podría dormir en cualquier sitio, a cualquier hora, en cualquier posición: en la acera la mediodía, a pesar de la gente que tropezaba con su cuerpo; de pie contra el muro, con la maleta entre las piernas. El sueño se instaló en su cabeza como una bruma benigna…”
En ningún momento la historia afloja en intensidad. Coetzee jamás cede para dar un hito de esperanza al lector, por el contrario, todo va empeorando línea tras línea y el nudo en la garganta que desata la lectura se comprime en cada párrafo, más aún después de la muerte de Anna K. Michael, en su triste deambular, carga con las cenizas de su madre en una pequeña caja, mientras busca la vieja casa en donde ella viviera muchos años atrás para depositar allí sus restos mortales.
Michael va perdiendo peso velozmente. Se transforma en un saco de piel y huesos. Después de pasar días sin comer, prueba alimentarse con animales silvestres, con algunas calabazas que logra sembrar en una granja abandonada, hasta llegar a comer insectos. Parecía “una partícula liviana sobre la superficie de una tierra demasiado dormida como para notar el rasguño de las patas de las hormigas, el mordisqueo de las mariposas, el revoloteo del polvo”.
A través de la lectura vamos asistiendo a la degradación física de Michael K. Va perdiendo lo más tangible que tiene en su vida que es su cuerpo, al punto, que luego parece perder hasta su nombre cuando pasa a llamarse simplemente “K”, nombre –o apellido– que con un poco de imaginación si rotáramos noventa grados hacia la derecha la solitaria letra, pareciera representar visualmente ese labio leporino que lo marcó de por vida.
Después de llegar al lugar donde supuestamente vivió su madre y su abuela para enterrar las cenizas, pensó: “Quiero vivir aquí, quiero vivir aquí siempre… Qué pena que para vivir en estos tiempos una tenga que estar dispuesto a vivir como una bestia. Quien quiera vivir, no puede vivir en una casa con luz en las ventanas. Tiene que vivir en un agujero y esconderse durante el día. Uno tiene que vivir sin dejar huella de su vida. A eso hemos llegado”.
En la segunda parte de la novela entra la voz testigo de un oficial médico que intenta ayudar a K durante su estadía en un campamento para gente desamparada. Desde el punto de vista de este oficial, lo narrado tampoco es alentador y las tragedias siguen su curso en medio del caos. Michael se resiste a comer y en las pocas veces que lo intenta su cuerpo rechaza cualquier alimento. Felicity –la enfermera llamada irónicamente así– también intenta ayudarlo, pero se da cuenta que el extraño sujeto es caso perdido. Para ojos del oficial, Michael era “como un insecto palo…cuyo aspecto extraño es su única defensa en un universo de depredadores…”
Sin duda Vida y época de Michael K es un libro impactante. Muestra la vida de un hombre desgraciado por los genes torcidos, por la pobreza y los embates de la guerra. Un hombre que deambuló en las calles, vivió en matorrales y terminó en un miserable campamento que tan sólo le garantizaba la certeza de saberse humano. La búsqueda de la libertad está presente en todo el recorrido de la novela, como bien supremo que lleva a K a convertirse en un despojo humano en su afán por alcanzarla. Coetzee, y en particular este libro, no es apto para mentes impresionables, en donde el padecimiento está de principio a fin.

1 comentario:

Icíar dijo...

Sin duda lo leeré.

Tengo una curiosidad con la letra 'K'. ¿qué magnetismo tiene esta letra sobre los escritores?
Tenemos, El agrimensor 'K' de 'El Castillo' de Kafka; el protagonista 'Ka' de 'Nieve' de Orhan Pamuk; 'K' del personaje de 'Kokoro' de Natsume Soseki; y ahora leyéndote, veo que el personaje Michael K, termina llamándose por este apellido de una sola letra 'K'.

Algo tiene que tener 'este contagio' :P