Si de títulos se trata creo que esta novela se debería llevar un premio. En buen léxico marabino diría, “¿¡cómo es la verga!?” Sí, Un vampiro en Maracaibo, qué molleja, para mejor referencia idiomática. Olvídense de las capas soberbias estilo Bela Lugosi o Christopher Lee. Nada qué ver. Este ser macabro debe andar mínimo en guayabera y de ser posible en pantufla para aguantar el intenso calor de la ciudad que ni de noche se salva. Norberto José Olivar, de una manera no menos que simpática, recorre los miedos de sus personajes ante la inminente situación vampírica que corre por las calles. El buen humor (en muchas ocasiones “negro”) y lo pavoroso se dan la mano para hacer de la lectura un nudo en la garganta mientras los borbotones de sangre hacen lo suyo durante la trama de la novela: “lo que vi fue espeluznante: calaveras, huesos… trozos de ropa, porque a uno cuando se muere lo ponen bonito, pa qué coño no sé…la vida es una vaina seria…y como uno está muerto y no te puedes mover de ahí de donde te han puesto, te tienes que calar todo ese lloriqueo”.
La historia retrocede en el tiempo para hallar verdades, fundamentos que ayuden a Ernesto a aclarar la situación. Para ello recurre a un viejo ex PTJ retirado que orondo, le va contando parte de lo que él investigara mientras estuvo activo en sus labores policíacas. Aparece así el intrépido inspector Jeremías Morales, que como bien lo llama el autor, “es una especie de Van Helsing maracucho…teólogo y cañero de alto calibre”. Y pregunto: ¿cómo no reírse?
Olvídense de Crepúsculos y otro largo etcétera de libros que van en la onda draculesca –mi respeto a la señora Meyer puesto que no he leído su libro para saber si es bueno o no. No obstante, sí puedo decir que Un vampiro en Maracaibo, tiene muy claro el norte que sigue en su carácter literario, y es el de desmitificar el vampiro que la historia se ha encargado de instalar en la memoria de todos, haciéndonos sentir miedo, terror –porque sí lo logra- y luego reír con pintorescas situaciones, disfrutar de lo lindo cuando conseguimos a este vampiro famélico, flaco, desgarbado y feo, que pareciera no poder chuparle la sangre ni a un tubo de ensayo.
Por otra parte, el texto tiene una serie de reflexiones religiosas dentro del entramado de la novela, pensamientos que van camuflados tras la voz de estos seres oscuros chupadores de sangre e incluso en la propia voz de Ernesto, que se trasnocha para documentarse sobre vampiros con la ayuda de fuertes dosis de Red Bull: “…desde pequeño se nos hace un lavado cerebro que extirpa la muerte de nuestros planes, y cuando aparece es siempre accidental, impertinente y casi que extraterrestre, como si la hubieran inventado en ese preciso instante pa jodernos nomás”.
También vale la pena destacar las numerosas referencias literarias que hace Norberto José Olivar en su trabajo: Thomas Mann, Benedetti, Lovecarft, Poe, Stephen King, entre otros, para darle el corpus temático a la historia, que en un sentido más dramático y llevado por las manidas historias que hasta hoy día se siguen haciendo sobre vampiros, tal vez el final de Un vampiro en Maracabibo, pudiera haber sido de otra manera, el esperado, el de siempre, pero precisamente el despliegue de humor y muerte, de seriedad y desparpajo, justifica su propio desenlace.
La novela no tiene nada qué envidiarle a la escenografía aquella en que el fallecido Maicol Yakson (sí, escrito así) danza entre muertos. Como dije líneas atrás, el humor dentro de la novela es fundamental y más aún cuando toda la ambientación en donde se desarrollan los hechos, se da en una ciudad que se caracteriza por riqueza humorística, por la ocurrencia y la chispa natural de sus habitantes, que para variar, ahora tienen su propio Drácula.
La historia retrocede en el tiempo para hallar verdades, fundamentos que ayuden a Ernesto a aclarar la situación. Para ello recurre a un viejo ex PTJ retirado que orondo, le va contando parte de lo que él investigara mientras estuvo activo en sus labores policíacas. Aparece así el intrépido inspector Jeremías Morales, que como bien lo llama el autor, “es una especie de Van Helsing maracucho…teólogo y cañero de alto calibre”. Y pregunto: ¿cómo no reírse?
Olvídense de Crepúsculos y otro largo etcétera de libros que van en la onda draculesca –mi respeto a la señora Meyer puesto que no he leído su libro para saber si es bueno o no. No obstante, sí puedo decir que Un vampiro en Maracaibo, tiene muy claro el norte que sigue en su carácter literario, y es el de desmitificar el vampiro que la historia se ha encargado de instalar en la memoria de todos, haciéndonos sentir miedo, terror –porque sí lo logra- y luego reír con pintorescas situaciones, disfrutar de lo lindo cuando conseguimos a este vampiro famélico, flaco, desgarbado y feo, que pareciera no poder chuparle la sangre ni a un tubo de ensayo.
Por otra parte, el texto tiene una serie de reflexiones religiosas dentro del entramado de la novela, pensamientos que van camuflados tras la voz de estos seres oscuros chupadores de sangre e incluso en la propia voz de Ernesto, que se trasnocha para documentarse sobre vampiros con la ayuda de fuertes dosis de Red Bull: “…desde pequeño se nos hace un lavado cerebro que extirpa la muerte de nuestros planes, y cuando aparece es siempre accidental, impertinente y casi que extraterrestre, como si la hubieran inventado en ese preciso instante pa jodernos nomás”.
También vale la pena destacar las numerosas referencias literarias que hace Norberto José Olivar en su trabajo: Thomas Mann, Benedetti, Lovecarft, Poe, Stephen King, entre otros, para darle el corpus temático a la historia, que en un sentido más dramático y llevado por las manidas historias que hasta hoy día se siguen haciendo sobre vampiros, tal vez el final de Un vampiro en Maracabibo, pudiera haber sido de otra manera, el esperado, el de siempre, pero precisamente el despliegue de humor y muerte, de seriedad y desparpajo, justifica su propio desenlace.
La novela no tiene nada qué envidiarle a la escenografía aquella en que el fallecido Maicol Yakson (sí, escrito así) danza entre muertos. Como dije líneas atrás, el humor dentro de la novela es fundamental y más aún cuando toda la ambientación en donde se desarrollan los hechos, se da en una ciudad que se caracteriza por riqueza humorística, por la ocurrencia y la chispa natural de sus habitantes, que para variar, ahora tienen su propio Drácula.
3 comentarios:
¿Cuál es tu opinión acerca de "Crepúsculo"? a manera de prejucio, que muchas veces son díficiles de evitar, sobre todo en lo que se refiere a la literatura.
Leonardo, como dije en la brevísima reseña del libro:
"mi respeto a la señora Meyer puesto que no he leído su libro para saber si es bueno o no".
Lo que sí aplaudo, en la misma onda harrypottiana", es el incentivo a la lectura que han despertado estos libros, tanto en jóvenes como en no tan jóvenes. Honestamente que para leer el grueso tomo de "Crepúsculo" y dejarme tentar por la saga de vampiros adolescentes, prefiero leer "Drácula" que nunca lo he hecho.
Saludos.
en eso sin duda tienes toda la razón, al menos, y debo decirlo porque soy testigo en mi universidad, ha despertado el hábito de lectura de personas que probablemente no se les despertaría con libros como Drácula. Yo no lo he leído tampoco, solo quería saber que pensabas de la popularidad que caracteriza al libro actualmente. Supongo que ha de ser un libro muy entretenido... Ah por cierto, excelente la reseña del libro que publicaste, me dieron ganas de leerlo, espero pronto hacerlo
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