4 feb 2010

Día de la indignación


Es jueves en la mañana. Ya el smog se apodera de la ciudad y una tranca impertinente hace de las suyas con la paciencia de conductores y pasajeros. Qué pasará, es la pregunta obligada. La parte semi-subterránea de la Avenida Libertador se ve libre y los vehículos pasan raudos en sentido oeste. Qué pasara, se mueve muy poco la cola hasta que por fin la que fuera la gallinita de los huevos de oro del país (¿o sigue siéndolo?) aparece frente a mis ojos: PDVSA. La pregunta halla su respuesta: unos seis o siete autobuses gigantes, de esos con asientos reclinables, baños y otros beneficios, están postrados con música a todo volumen frente a la petrolera. Como hormigas van entrando las personas, unos con caras largas, otros riéndose, otros como escondiéndose la roja vestimenta rumbo a la concentración del día ¿de la dignidad? No me hagan reír –pienso (Recuerdo un numerito fatal que me confirma que de digno no hay nada: para el año 1999 el número de muertos a manos del hampa fue de 4.000, cantidad aberrante y preocupante. Diez años después, para el cierre del 2009, el número de víctimas llega a 15.000 Ese es el mar de la felicidad, sí, pero de los muertos).


Al pasar este punto el tráfico se aligera. El conductor compite con el taxista de al lado para que no le gane el puesto en la cola que ahora se desplaza velozmente a 30km. Considerando que ya estamos entrando al centro de Caracas, esto es rapidísimo.


-Conductor colectivo: sale improperio 1

-Conductor taxi: retorna improperio 2 + insulto

-Conductor colectivo: sale improperio 3 + insulto + saludos a su señora madre (la del taxista)

-Conductor taxi: retorna improperio 4 + insulto + recuerdos a la familia + insinuaciones que ponen en duda su sexualidad (la del conductor del transporte público).


El conductor del taxi se baja del vehículo y sube al colectivo. Salen improperios e insultos en cambote y luego un golpe directo al mentón. El conductor del colectivo se defiende y como puede le devuelve un derechazo. Uno de los pasajeros grita “dale su coñazo” y una señora más allá dice “pero bueno nos van a dejar aquí parados”. Yo río y lamento no tener a mano la cámara digital para tomarle una foto al “digno” espectáculo, la foto era perfecta para esta breve crónica. Pido a la corte celestial que ninguno saque un arma porque las balas siempre terminan en donde no deben. Daddy Yankke le reclamaba a una mujer insistentemente “abusadora…abusadora…abusadora…”. El fiscal que estaba como a media cuadra de los hechos estallaba de risa mientras leía mensajes de texto en su celular.


-Conductor colectivo: sale improperio 5

-Conductor taxi: retorna improperio 6 y luego a su vehículo.


El conductor del colectivo –llevaba por cierto una gorra de los Medias Blancas de Chicago– va hecho una fiera y aumenta los decibeles de la música (¿el reguetón es digno de llamarse música?), como la velocidad del destartalado minibús. Pasa el semáforo en amarillo y le toca corneta a otro conductor del gremio que va al lado. Cuando por fin frenan y quedan uno al lado del otro conversan lo siguiente de ventana a ventana:


-Conductor colectivo 1: Epa diablo, ¿vas pa’ la marcha?

Esto lo dijo con un pésimo intento de entonación cubana.

-Conductor colectivo 2: Y pa’ qué chico! Estoy más que instalao, ya no me hace fahta ir (“h”, aspiración cubana del fonema palatal “L”)

Esta frase sí salió en perfecto acento cubano.


Dignidad, vaya estulticia reconocer esta fecha, 4 de febrero, con tan hermosa palabra. Aquella intentona golpista de 1992 llega hoy a la mayoría de edad: 18 años de un mal recuerdo. Todos los muertos, propios y ajenos sin considerar antagonismos políticos, duelen, son irreparables y no tienen nada de digno. ¿Quién es el verdadero golpista en esta última década de indignación…?

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