19 mar 2010

Desgracia


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Por alguna razón desconocida, el libro Desgracia de Coetzee se me escabullía de la compra y una vez ya con él, de la lectura. Pero por fin leí esta novela tan comentada por muchos y buenos lectores. Son tantos los análisis que se han hecho de esta dura y formidable novela, que lo que diga será llover sobre mojado –me aprovecho de la lluvia que por fin cayó sobre Caracas.

David Lurie, un hombre divorciado de edad madura y profesor universitario, pasa sus buenos tiempos de ocio disfrutando del placer del sexo gracias a los servicios bien proporcionados por Soraya, una prostituta que de un momento a otro desaparece. Lurie continúa impartiendo sus clases universitarias a un grupo de jóvenes que no muestran el mayor interés por lo que dice y muchos menos por él, salvo Melanie Isaacs, una estudiante con la cual vive una aventura, hecho que lo llevará prontamente a ser destituido de su cargo académico dada la denuncia que Melanie hace ante las autoridades de la universidad.

Esto es apenas un abrebocas de lo verdaderamente impactante dentro de la trama de la novela. Lurie se ve obligado a partir de Ciudad del Cabo y termina refugiándose en la hacienda de Lucy, su hija, y es justo allí donde comienzan las verdaderas desgracias a pulular por doquier. La novela es relativamente corta, digamos, de aliento mediano, no tan extensa. Sin embargo, son varios los aspectos filosóficos que de allí pueden comentarse a pesar de la sencillez de la trama. Como punto fundamental en este sentido, está la relación paternal de David con su hija, la cual es terrible, desagradable y conflictiva. Existe entre ellos un distanciamiento que no tiene que ver en absoluto con lo corpóreo, sino con lo emocional y afectivo.

Lurie intenta congraciarse con ella pero todo intento es inútil. Luego sucede un terrible hecho que marcará para siempre sus vidas, situación que impone un eterno desasosiego en su día a día, e incluso en el proceso de lectura. Esto a la vez da rienda suelta a otro elemento presente en la novela, enmarcado tal como comenté anteriormente dentro cierto aspecto filosófico y que tiene que ver con el racismo, con este aberrante sentimiento que sin duda aún existe más allá de la frontera ficcional de Desgracia.

Como padre, David estalla ante la intransigencia de Lucy al no querer abandonar su hacienda, lo que ella considera su vida. En muchas ocasiones como lectores-espectadores estamos de acuerdo con el desesperado padre, puesto que el razonamiento que hace de la terrible situación que viven es más que acertado. Empero, Lucy discute con él y logra contra argumentarlo dándole otra visión, otro punto de vista que va más allá del machismo, de la justicia y el orgullo que aquel siente perder cada vez que discute con su hija. Esto último como añadidura a que David Lurie viene a representar a ese hombre sudafricano de piel blanca, que siempre creyó tener el poder absoluto de todo y sobre todos los que fueran distintos a él, en un país de contrastes severos en donde el apartheid quedó en un triste pasado y los negros igualados a los blancos.

Para ocupar su tiempo en algo –lo cual también le da mayor morbo al texto–, David termina ayudando a un grupo de personas en una clínica en donde le aplican la eutanasia a perros abandonados. El nudo en la garganta se apreta cada vez más ante la descripción y la narrativa que Coetzee aplica en este triste pasaje de la novela: “Como es Bev Shaw quien empuña la aguja y la clava, es él quien se ocupa de disponer de los restos. A la mañana siguiente a cada sesión de matanza, viaja con la furgoneta cargada al recinto del hospital de los Colonos, a la incineradora, y allí entrega a las llamas los cuerpos envueltos en sus negras bolsas”.

Resulta complejo hablar de esta novela en tan sólo una página. Desgracia va de muchas cosas, las cuales de una u otra manera te quitan la esperanza, te hacen vivir las complejas situaciones de los personajes como si fueran reales. Es una lectura que muestra –en parte–la maldad del ser humano en un sistema invisible pero que está allí, circulando a base de inclemencia y terror.


2 comentarios:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Nunca había oido hablar de esa novela y menos de la película, voy a buscar esa película, a ver que tal es.
Saludos

Icíar dijo...

Fíjate que hace 10 días más o menos cayó la película en mi poder. La ví. Y me gustó tanto, que ya me he leído Infancia de Coetzee, ahora estoy con Juventud, y cuando la termine cogeré Desgracia.
No sé bien si es por Sudáfrica, o por la forma de encarar una realidad, sin tapujos y con sinceridad. Me gusta mucho.

De la película, me dejó un regustito que espero con el libro terminar de saborear. Sobre todo el asunto sudafricano, los cambios que los que pensaban que tenían el poder, dejaron de tenerlo, y ¡vaya¡ si tuvieron que abdicar; también ese amor por encima de todo a la tierra, a la granja; Y ya por último la personalidad de este padre, con ese arrepentimiento, la hija, y la relación de ambos.

Me gusta la selección de libros que estoy viendo. Te voy a enlazar.