Hay un momento, el final, antes de terminar de
perderlo todo, ése es el momento para el que se vive.
Israel Centeno
Una ciudad sumida en el caos; un grupo de
gente que huye y otro que atropella sin piedad alguna, con impunidad y descaro.
La anarquía reina y no hay nadie que ponga coto a tal situación, por el
contrario, los motociclistas se han adueñado de todos los espacios, se han
formado diversos cantones y lo que otrora fuera un hábito, una tradición, un
vínculo para compartir en familia o entre amigos, es un lujo y un privilegio
ahora exclusivo de quienes tienen el poder: tomarse un café. Desde este pequeño
detalle se refleja la pérdida de libertad; la cotidianidad se ve quebrantada y
quienes no pertenecen a esos guetos violentos y poseen motocicletas quedan al
margen. Los peatones entonces deben huir, y en el mejor de los casos, el estado
de ánimo que destaca es la melancolía y el desconsuelo. Deben salvar sus vidas
y el sonido del vapor saliendo de una máquina de café a la distancia despierta
la nostalgia.
Jinete a pie de Israel Centeno va de esto y mucho
más. Sorprende la visión tan acertada del escritor al narrar los hechos
funestos de una sociedad en crisis y una ciudad venida a menos (la contada, la
ficticia), en contraposición con la
Caracas real, la que nos duele a muchos teniendo a la vista
meses convulsos, violentos, desde mediados de febrero (2014). ¿Premonición del
autor? ¿Sigue día a día las noticias de su país más aún por estar viviendo
fuera de él? Tal vez las respuestas a ambas interrogantes sean afirmativas.
Roberto Morel, el protagonista, es un
profesor de arte resignado ante el paso ineludible de los años. Todo le duele,
sobre todo los tobillos, tiene una terrible erosión en el esófago y ni hablar
de las úlceras en el estómago: “Adriana, estoy viejo y un día más es una
concesión”, dice. Debe lidiar con su mal estado de salud, con una ciudad que se
cae a pedazos y con una manada de motorizados que lo persigue —a él y a
su grupo—, pues en un arranque natural de su instinto de supervivencia,
se defiende en contra de uno de ellos. Huyen, deben bajar simbólicamente
a los infiernos —el sótano de una iglesia—, lidiar con las ratas, el hambre y
el miedo. Todo esto sucede mientras aparentemente se va mezclando entre la
historia, las notas del diario de Roberto, su verdadera obsesión y del cual
perdió la última página. Él sufre el vía crucis de Jesucristo, el martirio
físico que poco a poco le impide caminar para poder escapar de los motorizados
que cada vez están más cerca, los mismos que —contradicción e ironía en pleno—
lo golpearon con las hebillas de sus correas reconocibles por llevar el símbolo
de la paz.
Imposible no ver en Jinete a pie guiños
a situaciones tan parecidas a la realidad política actual del país: “Unos
militares toman la plaza Altamira, exigen la renuncia del Presidente, la gente
sale a la calle y decretan el final del gobierno…”. Empero, esto no es el foco
principal de la historia pero ineludiblemente se toca de manera tangencial.
También hay algunos pasajes cargados de erotismo y el tema del amor no puede
quedarse de lado, donde tres mujeres son fundamentales en este aspecto:
Adriana, Alexandra y Ludmila, pero es la libertad y la pérdida de la
ciudadanía, los elementos principales que están en juego entre “Los motorizados
(que) perdieron todo sentido de misericordia” y la gente común, los jinetes a
pie que, como dice Roberto “somos ratas fuera y dentro”.
Amén de todo el simbolismo que puede
hallarse en el texto, destaca la calidad narrativa del autor, en donde combina
con maestría, diversidad de voces que van desde el omnisciente y demiúrgico
relator, hasta el protagonista y el narrador testigo, todo un trabajo literario
que le pide al espectador el necesario pacto de lectura para el pleno
entendimiento y disfrute, a pesar de que sea llamado a ver cómo se derrumba la
ciudad. En días recientes el escritor y académico Luis Barrera Linares me
comentaba que el sueño —entre otros— de todo escritor, es hacer que su ficción
se vuelva realidad y no que la realidad una ficción. Después de esta lectura,
me inquieta ver que Jinete a pie parece cumplir con esta premisa, un acierto literario publicado por la Editorial Lector Cómplice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario