En días recientes, una persona
muy metida en el medio literario local, me comentaba sobre su molestia con
respecto a algunas cuentas tuiteras —también literarias, obviamente— que han
sido incapaces de apoyar sus tuits con algún RT o mención, más aún “tratándose
de asuntos de interés literario nacional”, dijo, y claro está, otros más
personales pero siempre apuntando a la literatura. Lo escuchaba con suma
atención, pues si bien es cierto que hace tiempo pasé de largo sobre este tema,
no dejaba de tener algo de razón. Me hablaba de “los grupos” que sólo mencionan
o retuitean a sus amigos y que esto lo que denota es una gran falta de
compromiso real por apoyar lo que se está haciendo en las letras nacionales (esto
no es así, pensé). Entre los varios
temas que le comenté, le decía que sólo un porcentaje mínimo de la población
venezolana posee una cuenta en tuiter, que “no te martirices por eso”, le dije,
a fin de cuentas, lo más importante es que sigas haciendo tu trabajo, creer en
él y olvidarte del “divismo” que se da en las redes sociales. La vanidad es
algo que siempre ha existido en el ser humano y esto se ha trasladado a los
medios virtuales, en donde importa más que te sigan miles (o millones), sin
importar que lo que escribas en pocos caracteres valga la pena. Y no hablemos
de los tuit-divos, aquellos que son seguidos por cientos, miles de personas,
pero que son incapaces de seguir a las cuentas de sus madres.
En todo caso, le decía, toda persona es libre de hacer o decir lo que
quiera, al menos esa es la premisa fundamental en cualquier sociedad
democrática, también aplicable a las redes sociales. Tuiter se ha convertido
en una suerte de diván virtual público donde se ve —se lee— de todo. Allí la
gente avisa que va saliendo de un lugar a otro; que anoche tuvo un encontronazo
con la pareja; que está comiendo tal cosa… En fin, da para todo tipo de
comentario, incluyendo a los que sí le han sacado provecho a la herramienta y
han sabido segmentar bien su información por el tipo de tema abordado.
En cuanto a lo que me compete en
esta red de microblogging, como le llaman los expertos, lo que me interesa por
razones personales y profesionales, tiene que ver con la literatura, los libros
y todo lo que gira en torno a este tema. Asociada a lo que es mi programa de
radio Librería Sónica, la cuenta tuiter homónima promueve el espacio y trata
dentro de lo posible, de promocionar lo que están haciendo las editoriales
venezolanas, ergo, lo que están escribiendo nuestros autores, sea en narrativa,
poesía, ensayo o cualquier otro género, estén fuera o dentro del país. De
hecho, si hay algo por lo que me siento satisfecho, es que sin miramientos
políticos, hemos invitado a autores y editoriales del estado, llámese Monte
Ávila, El perro y la rana, etc., así como a editoriales privadas y a sus
correspondientes autores. Añado también como un punto a favor, haber invitado a
jóvenes (y no tan jóvenes) autores desconocidos que apenas comienzan a dar sus
primeros pasos en la escritura, e incluso a aquellos que sin tener aún nada publicado,
han sido reconocidos con los diversos premios literarios que se dan en el país,
como por ejemplo, los inéditos de Monte Ávila o los del Concurso de Cuentos de la Policlínica
Metropolitana. Le
decía a la persona que ya hice cuero sobre el tema que tanto le incomoda y por
el cual me abordó, pues desde esta vitrina radiofónica, hemos apoyado a
muchísima gente, que incluso viéndose beneficiada de la promoción virtual (y de
la radio), no han tenido la gentileza de hacer lo propio hacia nosotros (en plural,
para incluir a @ranaencantada). Así son las cosas, punto, “sigue haciendo lo
tuyo”, le recalqué.
La cariacontecida persona y Blogger@
literari@ asentía ante cada una de mis palabras, a lo que fue —y es— mi opinión
sobre el tema que tratamos; tal vez por cortesía, cosa que se agradece, me
demostró que estaba de acuerdo con mi planteamiento. Ya sabrá si sigue haciendo
su trabajo como le sugerí o se enfrasca en esa obsesión de andar pendiente de
si los demás lo mencionan o no. Hay mucha “gente” valiosa en este medio. Y las
comillas van porque en el mejor de los casos, uno termina conociendo a la
persona real, a la de carne y hueso que está detrás de un @ (justo lo que dio
inicio a la conversación y a este texto), pero no es menos cierto que también
están los que van por un camino distinto al tuyo, que insisto, se entiende y se
respeta, aunque haya ocasiones que provoque bloquearlos por soeces, invasivos,
mezquinos o porque no aporten nada valioso. Así como el papel, tuiter lo aguanta todo, a
qué darle mayor importancia a un elemento virtual en donde sobran los figurines
de Internet. Parafraseando la canción, se ven los tuits pero nunca el corazón.
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