Europa, tierra de un
sinfín de historias que dieron vuelta al mundo; lugar en donde nacieron míticos
héroes pero también despiadados tiranos y rufianes; espacio en donde a pesar de
la ingente cantidad de guerras, ha logrado levantarse cual ave fénix de sus
propias cenizas. Esto es Europa y muchos más, pero sobre todo, un mundo rico en
arte y cultura en cualquiera de sus variopintas maneras de expresión.
Este brevísimo párrafo a manera de introducción,
nos coloca frente al objeto de disfrute —y también de estudio— de Mariano
Picón-Salas. Todo lo que el gran pensador venezolano conoció a través de las
letras y de las lecturas, lo tuvo frente a la mirada y el pensamiento preciso
que lo caracterizó. En Meditación de Europa, el autor deja clara su
postura y preferencia con respecto a los diversos países europeos que tuvo la
oportunidad de conocer. En este sentido, Francia se convierte en esa tierra que
llena todas sus expectativas, tanto espirituales como intelectuales. Ha de suponer,
y es lógico pensarlo, la fuerte influencia que ejerció sobre él su maestro
monsieur Machy.
En este libro marca su
postura con respecto a lo que en términos de evolución humana, considera lo
ideal para que una sociedad se encamine hacia un mejor futuro: “el camino
espiritual de Francia es un gran camino ordenador” (Picón-Salas, 2008: p.1141),
dice, y en estos términos y con el fundamento propio de quien recorrió tierras
europeas, amén de su clarividencia crítica, contrasta y compara la nación gala
con otros países, que en su momento, también pintaron como los grandes
estandartes para la evolución política-social del hombre. Así, increpa el
“puritarismo inglés”, pacatos en su proceder ante los conflictos propios del
estado y los hombres; deja clara su visión negativa en contra de la
“americanización” de las sociedades, pendencieras y siempre apuntando hacia el
automatismo, y en sus propias palabras, en absoluto desacuerdo con “El
mesianismo social que venía de Rusia; el vitalismo e irracionalismo alemán, el
materialismo técnico de los yanquis” (Ibíd.1138).
Es importante
contextualizar el entorno del cual fue testigo Mariano Picón-Salas al pisar
Europa: apenas había finalizado la Segunda Guerra Mundial. Como es lógico esperarse,
pudo ser testigo de ciudades que apenas se comenzaban a levantar después del
asedio y la brutalidad nazi, por tanto, sus reflexiones en “Meditación
alemana”, son profundamente críticas ante el megalómano que acabó con millones
de vidas inocentes. Alemania es un país, según sus palabras, que se envuelve en
“un mundo demoníaco” para continuar diciendo “es un país problema y cargado de
peligrosa inflamabilidad” (Ibíd.1150), y
que al cotejarlo con el racionalismo francés, señala que para éstos “el derecho
es una relación de libertades”, mientras que para los alemanes, es una relación
de “subordinación, fuerza y función” (Ibíd.1154). Hay que dejar claro —y no
podía ser de otra manera—, que la posición de Mariano Picón-Salas frente al
holocausto, fue de absoluto rechazo. Y si bien es cierto que el gran culpable
fue Hitler, por una simple metonimia de la parte por el todo, Alemania paga por
igual.
Por otra parte, también
pasa por la cultura checoslovaca, española, italiana y hace una hermosa
apología musical en el apartado “Música y muerte de Viena”, y particularmente
en la obra y el genio de Wolfgang Amadeus Mozart en “Imagen de Mozart”, a quien
exalta y califica como “semejante hechicero”, “Caronte encantado”, “joven y
frágil titán”, “genio”, y lo coloca en
su parnaso personal junto a Goya, a quien también admiraba. Es más que elocuente su predilección por la
música del vienés por encima de otros grandes como Bach o Beethoven (a Wagner
le llama “soberbio y demoníaco”, y no olvidemos que era el preferido del
Führer, pues algunas de sus obras tenían fuertes cargas antisemitas), pero es
la obra Mozart, según dice, “el más consumado deleite que jamás se inventara
para los sentidos del hombre, sino también un camino y una aspiración de la
conciencia occidental” (Ibíd.1174).
En resumen, Meditación
de Europa es un libro en donde Mariano Picón-Salas fija su punto de vista,
dejando en claro su talante moral frente a lo aberrante de la guerra, sin
perder el norte de donde viene (habla del “desorden sudamericano”), teniendo
conciencia de ello y con una humildad
que pareciera superar su intelecto. Ese
notable merideño y venezolano que fue allende los mares, siempre comparaba y
quería todo lo bueno que le ofrecía Europa para su tierra, sobre todo teniendo
en mente “el genio de Francia, de su triple esfuerzo por el razonamiento claro,
la forma estética y la dignidad moral” (Ibíd.1140), aspectos por los cuales
luchó desde su pensamiento y la palabra toda su prolífica vida. Como bien lo
señaló en las primeras páginas del libro “nos era necesario el contacto de
Europa” (Ibíd.1124).
Picón-Salas, Mariano
(2008): Obras completas. Caracas:
UCAB
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