31 oct 2008

Harar y la rodilla rota


Comenzando a hacer la brevísima reseña de Harar y la rodilla rota, vino a mi mente la frase “apuntes de lectura”, que es lo que gustosa y agudamente termina siendo este breve pero sabroso libro. No me había dado cuenta que dentro de las primeras hojas del mismo, entre paréntesis, decía “notas de lectura”. Dichas notas de Rafael Castillo Zapata a sus incontables reflexiones, son un abanico de ideas a cada lectura, son otro libro.
Así, la mirada atenta y aguda de este poeta, narrador y ensayista venezolano, pasa por las obras de Thèodore Banville hasta Sergio Pitol; va desde Alfredo Silva Estrada hasta Vila- Matas, cubriendo y re-descubriendo textos que han pasado por sus manos –y también por las mías- y dándome a conocer textos y autores que desconocía. En un breve pero delicioso mini-ensayo (el calificativo va por lo corto) que se llama “Revelación de la cerveza”, dice hacia el final: “hace falta sacar partido de la propia carencia, trabajarla con tacto y con paciencia”, enunciado que evidentemente no va con Castillo Zapata pero que me viene como anillo al dedo a mí. Por ello escribo, por ello hago el intento de esta ínfima aproximación a Harar y la rodilla rota, título que a priori causa suspicacia y desde el principio te das cuenta del truco, develándote de entrada de que todos “nos hemos convertido en comentaristas de Rimbaud”.

Me hallé con la grata sorpresa de ver dentro de sus ensayos uno dedicado al joven poeta Angel Galindo, con quien compartí los salones de la Escuela de Letras y largas y amenas conversaciones entre pasillos, en donde el propio Castillo Zapata lo compara con algún personaje de Robert Walser. También están las notas no menos importantes sobre textos de Bolaños y Ricardo Piglia –entre muchos otros- y sobre un texto ya de cabecera e imprescindible dentro de nuestra literatura: el ensayo “Leer a la vuelta” sobre el libro de María Fernanda Palacios: Sabor y saber de la lengua.

Los análisis que hace Castillo Zapata a cada una de sus lecturas, deja en evidencia que es uno de los más notables ensayistas en Venezuela, y no lo digo desde una tónica complaciente por el hecho de conocerlo personalmente y por haber sido su alumno (amén de mi tutor de tesis), sino por su capacidad de deshilvanar los temas que nacen de los libros que pasan por sus manos, de desmenuzar tópicos, personajes y temas –de ficción o no- que están dentro de la literatura. Por ello nos hallamos con frases, casi aforísticas, que sólo pueden nacer de un extraordinario lector, como por ejemplo cuando alude al texto La expulsión del paraíso de Virginia Wolf, y sobre todo a la literatura desde su “literaturidad” (término que de seguro usaría el propio Castillo Zapata): “…la literatura: una incansable máquina de reciclaje, una trituradora de textos cuya pasta es pasto de otros textos, reduplicados infinitamente en la basta rumia de los tiempos”.

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