25 feb 2008

Caleidoscopio de la semana pasada

Desde una mesa repleta cualquiera decide aplaudir / la caravana en harapos de todos los pobres…

Silvio Rodríguez en Canción en harapos

El epígrafe hace eco con el final de esta crónica.

Día lunes, el vuelo 306 con destino a Porlamar parte a las 13.30 Por aquellas cosas muy caraqueñas –pensé en adjetivarlo “caraqueñiles”- parto temprano de mi casa para evitar cualquier contratiempo. En Caracas es muy normal que cuando un pájaro mea desde su vuelo, se congestiona la autopista y no aparecen nunca a tiempo los funcionarios que tendrían la noble tarea de secar el ovíparo líquido renal. Debo destacar que tuve mucha suerte de partir dicho día porque estando ya en mi destino, leí en la prensa nacional el día miércoles, que un grupo de transportistas decidieron trancar el viaducto, the reload trocha o como se le llame, que comunica a la capital con el querido estado Vargas, para reclamar ajustes tarifarios, lugar este que después de casi diez años aún se ven los vestigios de aquel nefasto desastre natural y que evidencia la ineptitud de nuestros gobernantes. La gente que debía viajar por avión desde el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, no viajó señores, así de simple.

Lo cierto es que a las 10:00 ya estaba instaladísimo en el aeropuerto, desayunado, con la prensa y un buen libro en mano para combatir a Cronos y sus maléficos segundos que se tornan horas. Veo partir un avión de Air France que minutos antes estuvo estacionado al lado del modesto DC-9 que me llevaría a Margarita. Parecía una hormiguita al lado de ese monstruo francés. Luego parte un avión que aún no está en las grandes ligas a juzgar por sus siglas “A.A.” Mi lectura es interrumpida por un niño de escasos 4 años que grita en idioma extranjero “Grandma….grandma”, mientras le arrancaba los pocos cabellos que tenía su “grandpa”, el cual hacía las veces de caballito gringo. “Que alguien calle a ese niño” dice la señora que está a mi lado. Complementa el comentario diciendo “Ya tiene más de una hora gritando”. Esto último me satisfizo, lo que quiere decir, que estuve inmerso en mi lectura, hermético a todo aquello que estuviera fuera del libro.

Llega la hora de la partida y el parlante “no dice na’”, “naíta”, sobre el vuelo 306. Parten aviones de otras líneas y noto que todo el grupo que está de mi lado, al cual pertenezco, mira con envidia a los pasajeros que sí parten. Son las 14:00 y nada; las 15:00 y nada. La situación comienza a ponerse intensa con los pasajeros que justamente comienzan a reclamar. Un turista argentino, con su esposa y sus dos hijas teenagers le gritan de “pelotudos” y demás a los chicos identificados con la línea aérea, no porque tengan culpa, realmente ellos no la tienen, sino por la indolencia de sus caras ante la desesperación de todos. No dicen nada, se miran, ponen caras largas y amagan hablar por el radio truncking con alguien también fantasmal.

Una señora inicia su reclamo con unos gritos fenomenales que hacen callar al gringuito de ojos azules y cabellos de sol. El barullo enmudece para darle paso a esta señora que grita “estoy perdiendo el funeral de mi sobrino”. Al menos que fuera una excelente actriz, la cosa pintaba muy real por su vestimenta: negra de cabo a rabo.

A las 16:00 se me acerca un señor de aspecto afable, portaba una boina. Me pregunta si estábamos haciendo la cola para abordar el vuelo de las 16:30 con destino a Margarita. Con lujos y detalles le explico lo que sucede y le digo que con suerte él sí partirá a su hora, puesto que desde las 14:00 nos prometieron que partiríamos a las 16:30

Pues negativo, el vuelo 306 de las 13:30 partió a las 18:00 Al mismo se unió el vuelo de las 16:30 y podrán imaginarse el berenjenal que se armó con las personas que tenían asignados los mismos puestos pero en vuelos distintos.

Ya en Margarita mientras veía cómo giraba la correa que nos traería las maletas, se acercó el señor de la boina y me dijo que al menos él no tuvo que esperar tanto. Me buscó conversación y allí nos instalamos a cuentear. El hombre resultó ser un excelente pintor que venía de Caracas con un cargamento de múltiples frasquitos de pinturas, oleos pues. No fue cuento, me lo demostró y me dio su página web, visiten www.theomora.es.tl Hasta terminó dándome la cola al hotel en donde me hospedaría. Su taxista de confianza se encargó del trayecto hasta Porlamar.

La misma dejadez de siempre, abandono, desidia, niños mendigando, borrachos a pleno medio día vomitando en la Avenida 4 de Mayo, yo lo vi, no es cuento para meterle emoción a esta crónica. Un taxista me dice que ya se acabaron las prostitutas nocturnas y demás animales sexuales que persiguen los billetes verdes, esto, gracias a un esfuerzo importante del alcalde del Municipio Mariño, pero la iluminación artificial es más ineficiente que nunca, da pánico caminar por esta avenida de noche.

Mientras hacía mi trabajo, el lugar común entre las conversaciones ajenas que se colaron a mis oídos fueron las mismas que las que oigo en Caracas: no hay leche, ¿conseguiste harina, y huevos, y aceite? “Chama, en Juan Griego parece que hay..? Hasta el director de una reconocida emisora insular me comentó que no consigue lentejas. Pero, siempre hay un pero, sobra el güisqui a buen precio, golosinas importadas para matar a un diabético, aderezos exóticos desde Seul, Arroz indú high quality, incluso hasta los perfumes tienen buen precio en comparación con al capital. Pero no hay leche coño, ni de la importada.

Vuelo número “ya ni me acuerdo” con destino a Barcelona. Sale puntual, a su hora: ¿me habré montado en el avión correcto? Este efímero vuelo es de apenas 15 minutos. Cosas de la tecnología, el Ferry Express tarda 2 horas en cruzar el charquito. Debí esperar 30 minutos para encontrarme nuevamente con mi compañera: la maleta.

Puerto La Cruz: calor del bueno, el tráfico como el de Caracas, pero el mar allí en frente, majestuoso, emanando el fragante salitre. Una inmensa cruz color azul me guiña un ojo a la distancia, mientras la veo de soslayo desde el taxi que me llevará a mi primera reunión. Todo transcurre en la más abominable normalidad –menos mal. Charlo inútilmente con el taxista para darle movilidad a mis cuerdas vocales, las distancias aquí son un poco más largas que en Margarita y las colas dan tiempo suficiente para charlar de deportes, política y corrupción, bueno es lo mismo. A nadie le gusta el fútbol, quería charlar con alguien sobre el empate entre Maracaibo y Boca. Aquí todo es béisbol, qué más da, también me gusta pero menos que el fútbol.

Por fin me voy a casa, bajo a desayunar y me consigo con un festival de camisas rojas rojitas, revolucionarias, o robolucionarias como dicen por ahí. No con asombro veo a los revolucionarios del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela). Sus contexturas no se parecen a la de los revolucionarios de la Sierra Maestra: aquellos eran famélicos, barbudos; éstos, son gordos, hinchados, turgentes, comiendo como reyes en este hotel de semi de lujo. La crítica no es por la comida, lo ideal sería que todos se sentaran a comer como ellos, como hice yo. El tema es que esa revolución de la cual tanto se ufanan en alabar es de unos pocos o de unos tantos, de los que están enchufados cual rémoras recibiendo sus favores, sus migajas tal vez. Por esto y mucho más el epígrafe.

¡Susto, entro en shock! “Jason, Jason…” Dios santo, alguien del proceso me conoce, me está llamando desde el lobby del hotel. Exhalo profundamente, no es conmigo, pero alguien que lleva franelita roja del PSUV también usa mi nombre. Como dirían algunos familiares y amigos: qué raya!

Aeropuerto Internacional General José Antonio Anzoátegui. El vuelo sale a las 10.50 haciendo escala otra vez en Porlamar. Llego a las 9.30 No hay un solo pasajero en la cola de Aeropostin (Aeropostal), no hay ni siquiera alguien del otro lado del mostrador chequeando a nadie. ¿Me equivoqué de día? No, no me equivoqué, es hoy. Pido asistencia y llaman por los parlantes a alguien de la línea aérea. Aparece una persona que me trata con cordialidad y me dice: Señor, el vuelo fue retrazado, ¿nadie lo llamó por teléfono? Saldrá a las 12.45… Y digo dentro de mí: si sale!

Heme aquí, para variar escribiendo en una sala de espera del aeropuerto y evitando que el curioso de al lado que lanza miradas a ráfagas me plagie esta fabulosa crónica –qué modestia. En fin, de aquí al posteo de este relato de seguro habrá más. Espero que no. Viernes 22 de febrero, 10.45, coffe time!

PD.

(Lunes 25/02/2008)

Pues sí hubo, y mucho más, pero en resumen: salí a las 16.30

1 comentario:

manolito dijo...

jejeje.como me gustan los aeropuertos.lo harán a drede en todods los sitios?.es alucinante lo vendido q estás cuando vas a cojer un avión.
paciencia.no hay otra.