15 sept 2008

Los seres felices


Avasallante, es lo primero que se me ocurre decir sobre la narrativa inmersa en Los seres felices de Marcos Giralt Torrente. Cualquier descuido que uno pudiera cometer en el proceso de la lectura, es pagado duramente con el abandono del entendimiento, con el no saber en dónde se está parado. La profundidad despeñada por la voz en primera persona nos hace caer en el juego de la palabra autobiográfica, tal vez del autor, tal vez del personaje principal, que se afana en desarrollar de una simple idea, el más mínimo detalle posible.

Esta novela narra los hechos previos y posteriores al último encuentro que tendrá el protagonista con su padre, llegando a profundas reflexiones con evidentes atisbos filosóficos que van desde el tema amoroso hasta la muerte: Tenemos miedo del amor porque conduce a la verdad, y lo que necesitamos para seguir viviendo es la ficción; las debilidades humanas, tanto propias, vistas desde las frustraciones y complejos que lo llevan a amar y a odiar a los suyos, como ajenas, vistas desde el fracaso y los errores de sus padres: Para corromperse y envilecerse no faltan espejos en los que mirarse…lo peor que cabe reprochar a los padres es que, aunque nos rebelemos, es imposible desembarazarse de la semilla que siembran. Nos determinan incluso en nuestra forma de rebelarnos.

El texto nos va llevando paradójicamente por un camino más empinado en cuanto al pensamiento humano, pero que a medida que se avanza en la lectura nos obliga a acelerar el paso para hallar el desenlace en esa cuesta, a pesar de que nos falte el aire en el transitar ficticio de la obra. El personaje principal de la novela no tiene nombre, es simplemente el hijo de una madre y de un padre que tampoco tienen nombre, tal vez con el firme propósito de que cada lector se amolde al personaje sin mayores complicaciones a través de los intensos monólogos del mismo. Justifica incluso su manera de pensar para librarse un poco de la carga que implica contar su historia: contamos para comprender y para que nos comprendan, contamos para imponer y para someternos, contamos por diferentes motivos cada vez, pero siempre se persigue un propósito aunque no sea más que el de descargar el peso.

Marta, sólo Marta tiene nombre, su pareja. Ella, que tal vez algún día lea sus reflexiones, su novela, también ha sido evaluada, analizada en la misma. Sin embargo, es gracias a este único personaje con nombre que el narrador principal halla su centro, su motivo de vida o al menos de contar su historia. Desdeñados su padre, su madre y su hermano muerto en un terrible accidente del cual él fue testigo, ella termina siendo el objetivo de lo narrado, el necesario lector a futuro, a pesar de incurrir en reflexiones que pudieran comprometerlo con ésta: tapa muchos malos asuntos el sexo, sustituye muchas carencias. Admito que, estando con Marta, he deseado a otras mujeres, pero, ¿es que eso es malo? Nunca dejamos de desear a otros además de a quien más tiempo nos ocupa. Al principio el sexo lo invade todo porque suple el vacío de lo que aún no se ha construido…La curiosidad erótica disminuye, pero no me parece determinante para deshacer una pareja entre otras cosas porque hay fuerzas más poderosas, a veces insospechadas, que la mantienen unida.

Los seres felices nos lleva por caminos de enmascaramientos memorísticos, de nostalgias, de una extrema sinceridad de lo narrado por este personaje principal, un joven arquitecto, que vive en zozobra por su pasado y por lo que le tocará vivir. Profundas indagaciones y una fina ironía es dejada como flor abierta por Marcos Giralt Torrente, que valga decir, fue ganador del Premio Herralde por su novela París. Cuanto de engaño y de verdad hay en Los seres felices, no lo sé, pero si algo es cierto es que esta lectura embeleza por lo finamente detallado del pensamiento allí reflejado: la seducción, aunque sea sincera, lleva implícito un engaño y no hay camino más fiable para mentir con poco riesgo que administrar la mentira junto a una verdad.


PD. La recomendación de la lectura, así como el propio libro, me llegó de las manos del reconocido y amigo librero Don Roger Michelena.

3 comentarios:

mharía vázquez benarroch dijo...

No en balde roger heredó el puesto de excelente librero...y la crítica también excelente.

Pupila dijo...

Desembarazarse de la semilla, contar, comprender, descargar peso, vacío, curiosidad erótica, amor, sexo, seducción, verdad, mentira son palabras claves de los fragmentos escogidos por ti y que quizás me hagan buscar el libro. Me interesaste por él. Justamente ayer, escribí un post sobre esos inevitables lastres que nos deja el destino no elegido. Me interesan este tipo de narrativas ontológicas, sin duda avasalladoras.
¡Saludos!

Pupila dijo...

En este caso, más que ontológica diría psicoanalítica. Me interesa también.