Después de tanto pensarlo y no hallar más que un contraste de género, conseguí una respuesta sencilla pero eficaz engranada en el pensamiento y la palabra del poeta Alexis Romero, para dar con la diferencia entre un poeta y una poeta:
La diferencia entre un poeta y una poeta es la cantidad de sangre presente en el poema
El ejercicio de la palabra, del entramado poético que se forja sentándose durante minutos, tal vez durante horas en una silla para dar con la imagen buscada, es lo que podemos notar en Demolición de los días, poemario en donde el poeta busca el equilibrio de las imágenes expresadas a través de la cotidianidad, de casas, de árboles, de edificios, de las cosas que por sencillas pasan de largo, siendo justamente en tales cosas donde brilla el verso.
Quizás por ello hay un poema titulado “Tasco” (la marca de un binocular), en el que la imagen del poeta frente a su pc va ejercitando la palabra mientras interactúa con su hijo; u otro poema llamado “Hospital Domingo Luciani”, donde tantos han sobrevivido y otros tantos muerto, “en una ciudad cuya oración celebra el crimen”.
La poesía como ejercicio aeróbico de la palabra, en donde se necesita todo el oxígeno posible -digno de un buen maratonista- para llegar a una meta que se disfraza sencilla, que tal vez se resuma en un extenso poema, en un simple verso o en una sentencia contundente como “el poeta es una cloaca / en equilibrio”; poeta que necesariamente debe regodearse en su propio lodazal, exhumar su paciencia hasta alcanzar “los muros construidos por la prisa / tocando lo poco pero sólido que aún le conforma”.
Demolición de los días es un poemario trabajado, pensado y macerado con tiempo, que pone en evidencia el “oficio”, palabra que dentro de los avatares poéticos se me antoja perfecta para lograr una aproximación al acto creativo del poeta, el mismo que dice: “nombrar es el oficio que me enferma”, verso que se halla complementado en “Oficio”, el cual comparto con ustedes a través de mis escombros:
Oficio
el hombre del poema
tiene la boca cosida de silencios
no está aquí
para llamar
ni ser llamado
sólo es un vaso
esa chorrera de agua maloliente
que asusta a los padres y deleita a los ingenuos
el hombre del poema
tiene la boca cosida de silencios
La diferencia entre un poeta y una poeta es la cantidad de sangre presente en el poema
El ejercicio de la palabra, del entramado poético que se forja sentándose durante minutos, tal vez durante horas en una silla para dar con la imagen buscada, es lo que podemos notar en Demolición de los días, poemario en donde el poeta busca el equilibrio de las imágenes expresadas a través de la cotidianidad, de casas, de árboles, de edificios, de las cosas que por sencillas pasan de largo, siendo justamente en tales cosas donde brilla el verso.
Quizás por ello hay un poema titulado “Tasco” (la marca de un binocular), en el que la imagen del poeta frente a su pc va ejercitando la palabra mientras interactúa con su hijo; u otro poema llamado “Hospital Domingo Luciani”, donde tantos han sobrevivido y otros tantos muerto, “en una ciudad cuya oración celebra el crimen”.
La poesía como ejercicio aeróbico de la palabra, en donde se necesita todo el oxígeno posible -digno de un buen maratonista- para llegar a una meta que se disfraza sencilla, que tal vez se resuma en un extenso poema, en un simple verso o en una sentencia contundente como “el poeta es una cloaca / en equilibrio”; poeta que necesariamente debe regodearse en su propio lodazal, exhumar su paciencia hasta alcanzar “los muros construidos por la prisa / tocando lo poco pero sólido que aún le conforma”.
Demolición de los días es un poemario trabajado, pensado y macerado con tiempo, que pone en evidencia el “oficio”, palabra que dentro de los avatares poéticos se me antoja perfecta para lograr una aproximación al acto creativo del poeta, el mismo que dice: “nombrar es el oficio que me enferma”, verso que se halla complementado en “Oficio”, el cual comparto con ustedes a través de mis escombros:
Oficio
el hombre del poema
tiene la boca cosida de silencios
no está aquí
para llamar
ni ser llamado
sólo es un vaso
esa chorrera de agua maloliente
que asusta a los padres y deleita a los ingenuos
el hombre del poema
tiene la boca cosida de silencios
2 comentarios:
Amigo, gracias por tu lecturas y palabras sobre demolición de los dias. Gracias por transcribir el poema oficio. Es un poema que revela mi posición ante la escritura. Busco la economía del alma frente a la inflación del cuerpo. Un abrazo con el alma. Salud.
alexis romero
te leo querido j.l.pero me he quedado un poco eclipsao en la lectura al mirar la foto de tu anterior post.tuve q retomar la lectura de este post por tres veces.
ahora sin coña..a veces haces pensar demasiado y se agradece.
un abrazo.
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