1 sept 2009

Mi pobre dedo jurásico

Tengo un pastiche de cosas en la cabeza, un montón de escombros que quiero relatar y honestamente no conseguí un orden específico para hacerlo. Lo cierto es que me tocó uno de esos días para el olvido, digno para quedar en el último rincón de los recuerdos. Claro, este tipo de día le toca a cualquiera y en peor grado, puesto que lo que a mí me sucedió, fue una verdadera tontería. Dicho en el mejor dialecto caraqueño, una pendejada.


El berenjenal de ideas se me presentó porque camino al aeropuerto, 5:00am para ser más específico, recordé que quería contarles sobre el tema de la inseguridad del país y del cinismo de nuestros gobernantes al respecto. También sobre el nuevo proyecto macroeconómico sobre el cual nuestra nación, no sé si afortunada o tristemente rica en petróleo, coquetea nuevamente con otras naciones haciendo lo que nuestros aborígenes hicieron hace quinientos años cuando Colón y su parranda de gallegos “nos descubrieron”: intercambiar productos, es decir, hacer trueque.

El caso más emblemático ya está en marcha, según entiendo, entre la hermosa isla de Quisqueya y nosotros: frijoles negros, caraotas pues, a cambio de petróleo. Lo de “hermosa” va sin sorna y petulancia, es así, porque la conozco. Su gente por demás es grata, divertidísima y amable, cosa que según dicen ellos mismos y gente de otros países, es una característica propia también de los venezolanos.

Gracias a dios que la ciencia ha avanzado mucho y los laboratorios químicos van de la mano con esta evolución. Si hay un tipo de producto que se consigue en diversas presentaciones, en su formato genérico o con marcas comerciales, son los antiflatulentos, porque con semejante tropel de granos que ya deben estar por llegar al país –si no es que ya lo hicieron– buena falta que harán. Con tanta tierra que hay ociosa por ahí, el gobierno ha expropiado haciendas productivas para dejarlas en la total inoperancia y para colmo, los dominicanos saldan su deuda con habichuelas que no con dólares.

No está mal, ojo, este alimento es rico en hierro y vitaminas, por cierto que a mí me quedan fabulosas cuando las preparo. Si estuviera en el comité económico que lleva las riendas del país, amén de esto, propondría que Juan Luis Guerra diera un concierto semanal totalmente gratis para acelerar el pago de la deuda. Y vaya si fuera visto con buenos ojos esta idea, por los cientos de fanáticos insatisfechos que quedaron como candado de quiosco, “guindao y por fuera”, cuando aún con boleto en mano “viapí” no pudieron entrar al poliedro de Caracas la última vez que estuvo Juancho por acá.

Les advertí que esto era un pastiche y por ahí saltó ya el primer desvío del tema principal. Decía de esos días que parecen advertirte algo, como si te dijeran “devuélvete, no lo hagas, te vas a joder…” Bueno, después de que llegara al aeropuerto, bajando del taxi vino el primer incidente. Lo pongo en diálogo y todo (el señor X soy yo, y el señor Y el taxista):

Señor X:
-Nos vemos mañana entonces a las 4pm. Donde siempre.
Señor Y:
-Cuente con eso, no hay problema.

Ya fuera del taxi y después de decir “nos vemos”, cierro la puerta, bueno, intenté cerrar la puerta del vehículo. Mi dedo pulgar, pienso yo que dormido todavía, se quedó en el marco en donde se supone que calzaba la puerta:

Señor X:
-Co…&%$ñññññ….$·”??

Pero no abrí la boca. Todos los improperios habidos y por haber pasaron por mi mente. Sudé frío. No sé, inventaría que hasta se me bajó la tensión. Que solté hasta una goticas de orine. Me agaché, me puse morao porque ni respiré. Noté que un señor que vendía café se me estaba acercando y cuando levanté la mirada dio marcha atrás. Me imaginé como Maicol Yakson en su video “Thriller” cuando aterrorizó a su compañera justo en el proceso de mutación lobezna. ¿Lo recuerdan?, fue cuando le dijo: “Go away… Grrrr…”. Sangre, chorreaba sangre, qué carajazo señores. Aquel dedo se me puso como una morcilla, pero pa’ lante, ya había llegado al aeropuerto y no andaba de paseo sino de trabajo.

Hago mi colita, llegué como siempre dos horas antes de mi vuelo. “Buenos días señor”…”Buenos días”, respondí. A cada minuto me venía un pinchazo en el dedo que me hacía exteriorizar mi dolor con un “shhhh”. El pañuelo, que para colmo me lo llevé blanco, ya daba mala impresión. “Señor, la reservación está, pero el boleto no está pago”…”¿¡Cómo que no está pago?!”… “No señor, debe pagar el boleto porque por la agencia de viaje no hay pago alguno”. Hice mi respectiva pataleta con supervisor incluido. La empresa no pagó el boleto, qué bolas. Fue lo primero que me vino a la mente. Esto se resolvió después y el culpable resultó ser la agencia de viaje. Descuadré mis viáticos pero ni modo, el deber llama. Después arreglaría cuentas.

“Disculpe señorita, ¿esta es la cola para embarcar en el vuelo hacia Barcelona?”...”Sí señor, por aquí es”. Eran las siete de la mañana y el vuelo salía a las siete y cuarenta. Iba tras los pasos de Lisbeth Salander y Mikael Blonkvist leyendo Los hombres que no amaban a las mujeres. Oí el llamado de la línea aérea y yo, haciendo caso omiso de cómo había arrancado el día, me confié de la agente de tráfico. Siete y cuarenta. “Bueno qué pasa que no comenzamos a embarcar”, pensé. Le pregunto a otro agente de tráfico que por qué no estábamos embarcando. Su respuesta: “Señor, ese vuelo ya partió”. En ese instante no supe a quién echarle la culpa, si al agente o a Stieg Larsson (dios lo tenga en la gloria). Tanto madrugar para perder el vuelo de la manera más estúpida.

Así arrancó ese día. Después de pelear con el personal de la línea aérea y descargarme como era necesario (mi dedo pulgar lo pedía a gritos), no tuve otra que esperar al siguiente vuelo a las 11:40am y seguir leyendo a Larsson. Qué más podía hacer.

Allende todo esto, en términos laborales me fue bien. Puerto La Cruz ardía a unos 35 grados centígrados, estimo. El gobernador está haciendo cosas por la ciudad, no es cuento, se palpa, se ve en la calle. Y esto además lo dicen los afectos al régimen como sus más acérrimos detractores. O sea, es de verdad. Me llamó la atención los modernos semáforos con segunderos en conteo regresivo para controlar la impaciencia de conductores y peatones. Un taxista me habló de que el gobernador metió preso a veintiún policías puesto que los mismos robaron de madrugada un almacén de productos electrodomésticos. Había una cámara oculta en el galpón y los muy idiotas no se dieron cuenta de ese detallazo. Otro conductor me habló que al gobernador le dio por hacer prueba antidoping a toda la fuerza policial del estado y más de doscientos quedaron de paticas en la calle. Hay que decirlo, el gobernador del Estado Anzoátegui está haciendo cosas, que si bien no son suficientes, al menos se notan. Esto da pie al tema de la inseguridad que inicialmente quería comentar. Si estos son los policías con los que contamos, qué esperanzas tiene el ciudadano común para combatir a la delincuencia. Día a día vemos alcabalas improvisadas de militares y policías que se toman dos de tres vías para verle la cara a los conductores, ocasionando un tráfico endemoniado más allá del habitual. Todo el mundo dice lo mismo “váyanse pa’ los barrios a buscar malandros de verdad”. Si usted, amigo venezolano, ha pasado por uno de estos tarantines policiales en cualquier calle de la ciudad, sea donde sea, y no ha dicho la frase antes mencionada, usted no conducía, venía dormido en el puesto de copiloto o en la parte trasera del vehículo.

Lo más genial de todo esto es que el gobierno quiere combatir la delincuencia eliminando los video-juegos de carácter bélico y violento. Me di cuenta de esto porque llevé a mi hijo a uno de estos lugares y, Oh! Sorpresa, cuando no consiguió su “Jurasic Park” para liquidar a cuanta lagartija se la atravesara. Le pregunté a la encargada del lugar por estas maquinitas y me aclaró que se las habían llevado porque ahora están prohibidas. Imagínense ustedes, hay una guerra desatada en las calles venezolanas por el hampa, hay cientos de muertos los fines de semana que caen por diversas razones, incluso te meten un tiro para robarte un Blackberry, y los genios del gobierno se les ocurre comenzar prohibiendo video-juegos. Dentro de poco van a prohibir darle palo a la piñata porque eso –supongo– atentaría contra la nobleza del espíritu humano y el muñeco de cartulina. No me explico semejante tontería, como tampoco me explico cómo diablos hizo Cristóbal Colón para pasar ileso por el triángulo de las Bermudas.

Al día siguiente llego al aeropuerto José Antonio Anzoátegui en plan de retorno, dedo hinchado todavía por supuesto. Recuerdo que hace menos de un mes atrás estuve en Cumaná y que el aeropuerto era un perfecto horno gigantesco. Llevaban más de veintiún días sin aire acondicionado. Cuando estoy a tres metros de la puerta eléctrica rezo porque el moderno sistema de enfriamiento funcione. Qué maravilla, aquel clima templado contrastaba brutalmente con el clima de afuera. Todo perfecto. Hice mi respectivo chequeo, pagué mi tasa aeroportuaria, me compré unos snaks y me entregué a la lectura. Quince minutos, tan sólo quince minutos pude leer puesto que falló el servicio eléctrico, como decimos en Venezuela, “se fue la luz”. Y se fue en todos los sentidos porque aquella oscuridad no me permitía seguir leyendo. Cuarenta minutos después aquello era la caldera del diablo y las gotas de sudor bajaban a cántaros por mi frente y espalda. Tuve que usar con discreción mi pañuelo albuminado para no llamar la atención de la gente que me rodeaba. Entendí que hay un complot cósmico hacia mi persona cada vez que piso un aeropuerto, aunque prefiero esto a que me maten por un smartphone. Miré con mala cara a mi dedo pulgar, se le notaba la firme intención de armar un escándalo ahí mismo. Lo contuve para evitar que se lo llevaran preso por alterar el orden público. Si meten preso a varios periodistas por ejercer su derecho a manifestar pacíficamente, quién no me dice que pudieran enjaular a mi pobre dedo jurásico. Se han visto casos y en Venezuela más.

5 comentarios:

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Que terrible todo lo que se vive en Venezuela, pues te digo a veces acá en Costa Rica pasa lo mismo, nos sentimos indefensos ante el hampa y los sicarios a suelto, que matan a la libre por todo lado.

Y a veces ponen cada ley que da miedo, en primer lugar porque no tienen esas leyes sustento económico para llevarlas a cabo y en otras porque son muy estúpidas las leyes, más bien vienen a enredar la cosa.

Con lo de los videojuegos me acuerdo que en una oportunidad acá decomisaban camisetas con figuras satánicas y de color negro, no creo que sirviera de anda eso, lo que incentiva es el mercado negro de esos artículos.
Saludos

Jefferson dijo...

A veces hay días en que uno no debería pararse de la cama. Muchas gracias por tu comentario en mi blog; es muy cierto que nuestra seguridad hoy en día no depende de los policías, sino de como controlar a nuestros hijos para que no le caigan a palos a Mario Bros.

Saludos, nos seguiremos leyendo.

Cinema Dial dijo...

Lamento realmente sentirme culpable por reirme de tu tragedia!!! pero QUE GENIAL poder ver el lado gracioso a tan terrible experiencia!!!

Unknown dijo...

mi amol!!!!! cariaquito morao antes de sali pa un aeropuelto papitooo!!! dios, me sentí en Burkina Faso, pero esto es así, es lo que jai.
me reí un montón, aunque lo del dedo me dolíó y no fue conmigo.
muy bien narrado.
un abrazote.

Taller Literario Kapasulino dijo...

Que dia que tuviste!
Con respecto a Venezuela... ni se que decir... creo que esta todo dicho.
Esperemos que mejore.